Reciba cordiales saludos amable oyente, al inicio del estudio bíblico de hoy. Sea bienvenida o bienvenido a este tiempo especial junto a la palabra de Dios. Estamos estudiando el libro de Efesios en la serie titulada: Las Maravillas de la Gracia. En nuestro estudio bíblico anterior, fuimos introducidos al corazón mismo de la salvación para apreciar hermosas verdades en cuanto a la misma. Vimos que Dios, mediante su gracia y mediante la fe, imparte vida espiritual a un hombre pecador que estaba muerto espiritualmente en delitos y pecados. Todo esto aplica a todo pecador en general, pero en esta oportunidad vamos a tratar algo específico para un grupo de pecadores, a quienes la Biblia llama gentiles, para hacer distinción de otro grupo de pecadores a quienes la Biblia llama judíos. Se cuenta de un famoso multimillonario quien al menos una vez por año visitaba el hermoso y tranquilo pueblo donde sus ojos vieron por primera vez la luz de este mundo. Mientras caminaba por las tranquilas calles de aquel pueblo, venían a su mente las imágenes de su niñez. Recordaba su casa, su familia, sus amigos, pero lo que más le impactaba era el recuerdo de la profunda pobreza en la cual vivía él y su familia. No pocas veces rodaban lágrimas por arrugada piel de su rostro. Cierto día alguien se atrevió a preguntarle: ¿Por qué vienes tantas veces a torturarte con tus recuerdos? ¿No sería mejor que no vuelvas nunca a tu pueblo y así olvides todo tu pasado? El multimillonario lo meditó por un instante y respondió: Recordar lo que era mi vida en el pasado me ayuda a apreciar más lo que es mi vida en el presente. Una situación parecida ocurre con los gentiles creyentes entre su pasado y su presente.
Es un gran privilegio abrir la Biblia amable oyente. Somos afortunados por tener a nuestra disposición este tesoro espiritual. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Efesios capítulo 2, versículos 11 a 13. En este pasaje bíblico encontramos el pasado y el presente de los creyentes gentiles. Reconociendo las diferencias podremos apreciar más lo que Dios ha hecho a favor de nosotros, los creyentes gentiles. Comencemos por analizar el pasado de los creyentes gentiles. Efesios 2:11 dice: Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.
La primera cosa que vemos en cuanto al pasado de los creyentes gentiles es que eran despreciados por los judíos. El término “incircuncisión” lleva aparejado un dejo de desprecio hacia los gentiles en general. La circuncisión era la señal externa que llevaba en su cuerpo todo varón judío, y que mostraba que era parte del pueblo escogido de Dios. Los gentiles no tenían esta señal. Eran la incircuncisión. En total oposición al propósito de Dios para haber escogido a Israel como su pueblo, el judío se jactaba de ser escogido y miraba con desprecio a todo aquel que no era judío. Se dice que algunos judíos de aquel tiempo solían orar a Dios diciendo: Gracias Dios mío que no me has hecho ni gentil ni perro. Así de enconada era la enemistad entre judíos y gentiles. Los judíos sinceramente pensaban que Dios había creado a los gentiles con el solo propósito de avivar las llamas del infierno. Por supuesto que los gentiles no eran unas mansas palomas tampoco. El exclusivismo enfermizo de los judíos despertaba todo tipo de rechazo brutal por parte de los gentiles. Diríamos entonces que el odio que se tenían entre estos dos grupos de gente, judíos y gentiles era mutuo. Este es el antecedente de lo que Pablo va a afirmar sobre los gentiles creyentes. Por ahora les recuerda cuan despreciados eran en el pasado por los judíos. Pero el desprecio era el menor mal de los gentiles, porque además de esto, los gentiles carecían de muchas cosas que tenían los judíos. Efesios 2:12 dice: En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
En este versículo podemos ver que los gentiles estaban sin Cristo. El Cristo para el judío era la persona prometida, y por siglos anhelada. El Cristo era la esperanza que alentaba a todo judío. Pero el gentil no tenía nada de esto. Los gentiles tenían sus religiones paganas pero no tenían a Cristo y Pablo manifiesta que esta realidad era verdaderamente una tragedia. De esta sola parte, podemos aprender amable oyente, que si usted tiene cualquier religión, pero no tiene a Cristo, está viviendo la peor de las tragedias. Para empeorar la situación, además de ser despreciados por los judíos y de no tener a Cristo, los gentiles estaban alejados de la ciudadanía de Israel. Dios escogió a los judíos y de ellos hizo una nación especial. Les dio leyes y derramó sus bendiciones sobre ellos. Dios hizo con Israel algo que no lo hizo con ninguna otra nación. Los gentiles no podían contar con el privilegio de ser una nación escogida por Dios. Como si todo esto fuera poco, los gentiles eran ajenos a los pactos de la promesa. Dios no había hecho ningún pacto con los gentiles. Los gentiles eran extraños o extranjeros y los judíos se deleitaban restregando en la cara de los gentiles esta trágica verdad. Para hacer más trágica la realidad de los gentiles, Pablo muestra que los gentiles estaban sin esperanza. No tenían ninguna esperanza de inmortalidad o de vida después de la muerte. Según un dicho popular, la esperanza es lo último que se puede perder. El hombre puede vivir algunos días sin comer, menos días sin beber agua, pero no puede vivir un solo día sin esperanza. Esta era la trágica realidad de los gentiles. Ellos no tenían ninguna certeza de que la muerte no es fin de todo. Y la estocada final es que los gentiles estaban sin Dios en el mundo. Los gentiles adoraban a muchos dioses con d minúscula, pero no tenían al único y verdadero Dios con d mayúscula. Algo parecido puede estar pasando con usted, amable oyente. Puede ser que tenga su dios con d minúscula o muchos dioses con d minúscula, pero si usted jamás ha recibido a Cristo como su único Salvador personal, usted no tiene a Dios con d mayúscula. Una vez que reciba a Cristo como su Salvador, tendrá al único y verdadero Dios y cuando eso pase, llegará a la conclusión que no necesita de ningún dios con d minúscula. Al mirar lo que es el gentil que no tiene a Cristo como Salvador podemos reconocer la profundidad del abismo espiritual en el que se encuentra. Es despreciado por los judíos, no tiene a Cristo, está alejado de la ciudadanía de Israel, está privado de los pactos de la promesa, no tiene esperanza y no tiene a Dios en el mundo. Esto era una realidad para todo gentil antes de llegar a ser creyente. Es el pasado de los gentiles creyentes. Pero ahora miremos el presente de los gentiles creyentes. Efesios 2:13 dice: Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.
Esto es el presente de todo creyente. Lo primero que salta a la vista es que ahora está en Cristo. Antes no tenía a Cristo, ahora está en Cristo; más cerca no puede estar. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador somos introducidos en Él. ¡Qué realidad tan gloriosa! Esto se hizo posible por el hecho que Cristo derramó su sangre en la cruz del Calvario para perdonar nuestros pecados. Fue por la sangre de Cristo que se abrió un camino vivo y fresco para acercarnos a Dios. Hebreos 10:19-22 dice: Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,
Heb 10:20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,
Heb 10:21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
Heb 10:22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
Los gentiles incrédulos que eran despreciados por los judíos que no tenían a Cristo, que estaban alejados de la ciudadanía de Israel, que eran ajenos a los pactos de la promesa, que no tenían esperanza y que estaban sin Dios en el mundo, en un instante, el momento que reciben a Cristo como Salvador, están en el mismo plano que los judíos creyentes, en Cristo, como parte de un pueblo escogido por Dios, beneficiarios de un nuevo pacto, con una esperanza viva y en comunión con Dios en este mundo. ¿No le parece maravilloso? Por tanto, los creyentes gentiles tenemos un camino vivo y fresco a la misma presencia de Dios, para llegar a Él cuando queramos. Si usted jamás ha recibido a Cristo como su Salvador y desea tener este incomparable privilegio es necesario que hoy mismo, tal vez en este instante, haga una pausa en su vida y reconociendo lo que Dios ha hecho por usted, reciba a Cristo como su único y personal Salvador. Que Dios mismo le guíe a tomar esta decisión crucial porque significa la diferencia entre condenación eterna y vida eterna.
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