Ella es creyente pero su esposo no. Hace algún tiempo atrás, el esposo cayó en el pecado de adulterio. Esto afectó terriblemente a nuestra amiga , y en un momento de locura, ella también cayó en adulterio, como para pagar con la misma moneda a su esposo. Ahora están divorciados. Él se ha buscado su pareja y ella está sola con los hijos. Hace poco tiempo, hicieron el intento de volver a estar juntos, pero no resultó nada bien. Él se fue nuevamente con su pareja aduciendo que es más feliz con ella y que no puede perdonar a su esposa por lo que hizo. Nuestra amiga oyente se siente culpable por esta situación, a pesar que ha confesado a Dios su pecado y se ha apartado del mismo, y a pesar de que ha pedido perdón a su esposo. Nos pide un consejo.
Bueno, amiga, gracias por haberse comunicado con nosotros. Usted ha vivido en carne propia lo doloroso de la consecuencia del pecado de adulterio. Cuanta razón tiene la palabra de Dios cuando por ejemplo en Proverbios 5:3-5 dice: “Porque los labios de la mujer extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite; mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte; sus pasos conducen al Seol.” Antes de caer en el adulterio, todo parece tan romántico, tan atractivo, tan cautivante. Tanta felicidad en el placer prohibido. El proverbista lo describe tan vívidamente: Los labios de la mujer extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite. Pero después de caer en el adulterio, todo se transforma en desgracia. El romance se transforma en un terrible sentimiento de culpa, el embrujo del bocado prohibido se transforma en un bocado de carroña. El proverbista dice: Mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos. Si Usted amable oyente, tanto hombre como mujer, está siendo tentada o tentado por el adulterio. Deténgase. Medite bien en lo que está por hacer y por el amor de Dios desista de ello. No permita que sus pies desciendan a la muerte y sus pasos le conduzcan al sepulcro. Ahora bien, su esposo, quien es incrédulo, cometió esta grave falta. Deje que Dios se encargue de administrar justicia. La debacle en el hogar es parte de la consecuencia de esta terrible falta. Lamentablemente, Usted se dejó llevar por su rencor y amargura contra su esposo, o tal vez por su pasión carnal y cedió a la tentación de cometer también adulterio. Estoy seguro que Usted daría cualquier cosa para dar marcha atrás en el tiempo y vencer la tentación al adulterio, pero eso no es posible. Ya es demasiado tarde. Ahora le queda solamente reconocer que la Biblia tiene razón cuando hablando el adúltero y la adúltera dice en Proverbios 6: 32-33 dice: “Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace. Heridas y vergüenza hallará, y su afrenta nunca será borrada.” Esto es lo que Usted está experimentando amiga oyente. Lo único que ha encontrado después de haber caído en el adulterio es heridas y vergüenza. Peor todavía, afrenta que nunca será borrada. Esto no significa que este pecado nunca será perdonado por Dios. Por su gracia y su misericordia Dios perdona el pecado de sus hijos, cualquiera que sea este pecado. Lo que significa es que la consecuencia de su pecado no podrá ser borrada jamás. Usted ha confesado a Dios su pecado, ha pedido perdón a su esposo, y quizá lo único que falta es que se sienta perdonada por Dios. Obviamente, tendrá que vivir con las consecuencias de su pecado, pero a pesar de eso es posible experimentar el gozo de saberse perdonado por Dios. David transitó también los tortuosos senderos del adulterio, pero note una parte de su testimonio, una vez que confesó su pecado. Salmo 32:1-2 dice: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño.” David tuvo que soportar la lacerante realidad de la consecuencia de su pecado, pero a pesar de ello, sabía que había sido perdonado por Dios cuando confesó su pecado y se apartó de su pecado. Por eso dice: Bienaventurado, o muy feliz, es aquel cuya transgresión ha sido perdonada. Lo mismo debe hacer Usted amable oyente. Dios ya ha perdonado su pecado por cuanto Usted lo ha confesado a Dios y se ha apartado de ese pecado. No siga acariciando el sentimiento de culpa. Descanse por fe en la promesa de Dios de que su pecado ha sido perdonado. Si Dios le ha perdonado, ¿quién es Usted para afirmar lo contrario? Quizá vengan ocasiones cuando Usted no se sienta perdonada. Pero esos sentimientos no provienen de Dios y si no provienen de Dios entonces provienen de Usted mismo o sino, del diablo. De modo que cada vez que se sienta culpable por lo que hizo, eche mano de la palabra de Dios y aprópiese de su promesa de perdón. Inclusive Usted ha confesado su pecado a su esposo y le ha pedido perdón. Eso está muy bien. Eso era lo correcto, aunque debió haber sido muy difícil para Usted. Tristemente su esposo se ha negado a perdonarle. Bueno, eso es problema de él. Usted ha cumplido con lo que Dios espera de Usted y eso es lo importante. ¡Qué irónico! Su esposo también cometió adulterio y probablemente no lo ha reconocido, peor pedido perdón. Sin embargo, se rehúsa concederle perdón, a pesar de que Usted ha reconocido su pecado y le ha pedido perdón. Así actúa normalmente el incrédulo. Se fija en la paja en el ojo ajeno y no echa de ver la viga que está en su propio ojo. Quiera Dios que algún día su esposo tenga un encuentro personal con Jesucristo y como resultado reconozca su propio pecado y esté dispuesto a perdonar a otros, entre ellos a Usted. En cuanto a rehacer su matrimonio, una vez que se han divorciado, la idea es buena, pero existen algunos escollos que vencer. Número uno, el divorcio mata el matrimonio. Para poder vivir juntos probablemente tendrían que volver a casarse. Al menos las leyes civiles demandan eso. Pero recuerde que su esposo es incrédulo, y la Biblia prohíbe que un creyente se case con un incrédulo. Quizá sea bueno esperar en el estado en el cual está, hasta ver si su esposo recibe a Cristo como Salvador para proceder a casarse con él sin violar el principio bíblico del yugo desigual. Número dos, es necesario resolver el asunto de que su esposo está viviendo con otra mujer. No sé si se habrá casado con ella o solo estarán viviendo en fornicación. En todo caso, si Usted y su esposo se ponen de acuerdo para restaurar el matrimonio, él tendría que abandonar a la otra mujer. Sin esta condición es imposible siquiera pensar en una restauración del matrimonio. Cuidado con prestarse a tolerar que su esposo viva con la otra mujer y con Usted a la vez. Los hombres impíos son astutos y tratan de aprovechar de los sentimientos nobles de sus esposas. Usted y yo conocemos hombres incrédulos casados que manipulan a sus esposas diciéndoles cosas como: Si quieres que yo siga contigo, déjame también estar con otra mujer. No olvide amiga oyente que la relación matrimonial establecida por Dios es monógama. Esto significa un hombre con una mujer. No un hombre con mas de una mujer ni una mujer con más de un hombre. Son escollos que habrá que sortear ante la eventualidad de restaurar la relación matrimonial con su esposo. Usted desea que fuera así. Ore al Señor sobre eso. Recuerde que para Dios nada hay que sea imposible. Le sugiero que busque consejo de los pastores o ancianos de su iglesia local. Hable con ellos acerca de este asunto. Puede ser que los líderes de la iglesia le pidan que se someta a alguna medida de disciplina por el pecado que ha cometido, me refiero al pecado de adulterio. Acepte esa disciplina porque es para su bien. Finalmente, confíe en el Señor para que le dé sabiduría para enfrentar la vida sin la presencia de su esposo. Busque maneras creativas para suplir las necesidades suyas y de sus hijos. Ore como si todo dependiera de Dios y trabaje como si todo dependiera de Usted. Muchas mujeres abandonadas de sus esposos o viudas, han tenido bastante éxito criando a sus hijos con la ayuda de Dios, así que Usted no va a ser la única mujer en el mundo que tenga que criar una familia por Usted misma. Durante el tiempo que está sola, será muy fuerte la tentación de arrojarse en brazos de otros hombres. No ceda a la tentación. Dependa del poder de Dios y del hecho que Usted ha muerto con Cristo al pecado, para mantenerse firme ante esta tentación. La Biblia aconseja huir de la fornicación. Ponga en práctica este consejo. Cualquier momento que Usted detecte alguna insinuación de algún hombre, no se quede allí para ver que pasa. Haga lo que dice la Biblia. Huya. Usted ya ha saboreado el trago amargo de la consecuencia del adulterio. ¿Por qué va a repetir otra vez la misma historia? Intégrese de lleno a la vida de iglesia juntamente con sus hijos. Rodéese de personas maduras espiritualmente hablando que puedan darle el consejo oportuno. Sobre todo, tómese fuertemente de la mano del Señor. Solo en él encontrará el consuelo, el gozo, la paz que tanto anhela su alma.