Autor: cris

  • Sacrificar a Cristo en ritos religiosos

    Si la Biblia afirma que después del sacrificio de Cristo, ya no se necesita de más ofrendas por el pecado, ¿por qué es que algunos siguen sacrificando a Cristo en sus ritos religiosos?

    Todo rito religioso de cualquier índole que pretenda sacrificar nuevamente a Cristo, no importa si ese sacrificio es cruento o incruento, es contrario a la enseñanza del Nuevo Testamento.

    Veamos lo que dice la Biblia en cuanto a esto. Hebreos 9:24-28 dice: «porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos, y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan»

    No puede haber pasaje bíblico más claro que este, para mostrar que cualquier rito religioso de cualquier religión que pretenda sacrificar a Cristo está totalmente alejado de la verdad bíblica.

  • Comer indignamente la cena del señor

    El pan y el vino que se utiliza en la Cena del Señor, ¿son el mismo cuerpo y la misma sangre del Señor? Si no lo son, ¿por qué Pablo dijo que el que comiere indignamente de ellos se hace culpable de juicio?

    Demos lectura al pasaje bíblico que trata el asunto materia de la consulta. Se encuentra en 1ª Corintios 11:23 a 32. «Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado. Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo, tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comieres este pan, y bebieres esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que El venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo»

    Lo que nos interesa de este hermoso pasaje bíblico, es la parte que dice: Esto es mi cuerpo, para referirse al pan, y aunque aquí no se lo expresa en esas palabras, según Mateo 26:28, Jesús dijo también: Esto es mi sangre, para referirse a la copa.

    A lo largo de la historia del cristianismo han existido básicamente tres interpretaciones de estas frases.

    La primera, conocida como transubstanciación, según la cual, de una forma misteriosa, el pan se convierte en el cuerpo del Señor Jesucristo y la copa, o mejor dicho el contenido de la copa, se convierte en la sangre del Señor Jesucristo el momento que un sacerdote oficia la cena del Señor.

    La segunda, conocida como consubstanciación, según la cual aunque el pan y el contenido de la copa permanecen esencialmente sin cambio, misteriosamente el cuerpo y la sangre de Cristo están en, con y bajo esos elementos.

    La tercera, conocida como memorial, considera que el pan y el contenido de la copa son solamente símbolos para hacer memoria del cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo.

    Nosotros no estamos de acuerdo ni con la transubstanciación ni con la consubstanciación, porque un análisis de los hechos relativos a la cena del Señor, nos llevan a concluir que los elementos que se utilizan, el pan y la copa son solamente símbolos del cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo.

    Cuando insistimos en interpretar literalmente las frases esto es mi cuerpo y esto es mi sangre, se presentan muchas dificultades. Nuestro Señor estaba presente en el aposento alto cuando tomó el pan en sus manos y dijo: Esto es mi cuerpo. No dijo: Esto se ha convertido o se convertirá en mi cuerpo, sino simple y llanamente: Esto es mi cuerpo.

    ¿Cómo podía ser parte de su cuerpo algo que tenía entre sus manos? ¿Cómo podía ser literalmente su sangre lo que contenía la copa si él todavía no la había derramado en la cruz?

    Lo que pasa es que Jesús estaba hablando en términos simbólicos. Se trataba en realidad de una metáfora. Jesús usaba muchas metáforas en su comunicación con la gente. El dijo por ejemplo: Yo soy la puerta. ¿Será que él es una puerta de madera? Por supuesto que no. El es la puerta en el sentido que es la única forma de entrar al reino de Dios.

    Cuando él dijo que él es la puerta estaba usando un lenguaje metafórico. Igual es cuando tomando el pan dijo: Esto es mi cuerpo y tomando la copa dijo: Esto es mi sangre. El pan y la copa son solamente símbolos del cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo.

    Una ilustración muy apropiada de esto, es cuando alguien nos muestra una fotografía de algún ser querido y nos dice: Esta es mi madre. Al oír algo así, sabemos que no se refiere a la fotografía sino a la imagen allí representada. Si alguien nos muestra un mapa y nos dice: Esto es Colombia, sabemos que Colombia no es un trozo de papel, lo que entendemos es que Colombia tiene la forma y las proporciones allí representadas. No es necesario que la persona que nos muestre la fotografía diga: Esto representa a mi madre. Es completamente natural que diga: Esta es mi madre. Tampoco creemos que la fotografía se ha convertido en la madre, como afirmarían los que sostienen la transubstanciación al pensar que el pan y la copa se convierten en el cuerpo y la sangre del Señor, o que la madre está en o con o bajo esa fotografía, como pensarían los que sostienen la consubstanciación al pensar que en, con o bajo el pan y la copa está el cuerpo y la sangre del Señor, mas bien discernimos que se está usando un medio muy útil para ayudarnos a conocer a una persona que está ausente. Más adelante en la conversación podremos llegar a saber en dónde vive la madre o si ya ha muerto y está en el cielo con su Señor.

    De la misma manera, cuando tomamos el pan y la copa en la Cena del Señor, pensamos en el Señor y vienen a nuestra memoria muchos detalles de su vida, pasión, muerte y resurrección, así como el lugar que ahora ocupa en el cielo y su promesa de volver por los suyos, por eso sostenemos que la cena del Señor es un memorial para todos los que somos redimidos por el sacrificio de Cristo.

    Así que, durante la cena del Señor, el pan sigue siendo pan y la copa sigue conteniendo lo que contenía. No existe ningún cambio. El pan y el contenido de la copa son solamente símbolos, muy adecuados por cierto, del cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo.

    Esto nos conduce a la segunda parte de su consulta. Si el pan y la copa en la Cena del Señor, son solamente símbolos, entonces ¿por qué el pasaje que leímos dice que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor?

    Bueno, lo que Pablo está diciendo es que al participar de la cena del Señor debemos examinarnos a nosotros mismos y como resultado de ese auto examen debemos reconocer, confesar y apartarnos de cualquier pecado ya sea de acción o pensamiento.

    El participar en la cena del Señor a sabiendas de la existencia de un pecado, es fallar en reconocer que los símbolos, el pan y la copa, representan el cuerpo de Cristo que fue inmolado y la sangre de Cristo que fue derramada para darnos victoria sobre el pecado. Cómo es posible estar haciendo memoria de este hecho y a la vez viviendo bajo el dominio de cualquier pecado.

    Una actitud así es severamente castigada por Dios, por eso el texto que leímos dice que entre los corintios había enfermos y debilitados y aun algunos estaban muriendo, todo como una medida de disciplina de parte de Dios por la hipocresía de hacer memoria del Señor y a la vez acariciar el pecado.

  • Quiero que mi esposa reciba a Cristo

    ¿Qué hacer para que mi esposa tome también la decisión de recibir a Cristo como Salvador?

    Aunque no existe algo como una fórmula precisa o algún secreto para que la esposa de un creyente reciba a Cristo como Salvador, me gustaría sugerir algunas pautas que pueden contribuir a que ello ocurra.

    Primero, Ore al Señor por la conversión de su esposa. Recuerde que la salvación es un asunto personal entre Dios y el incrédulo. Los hombres podemos anunciar el evangelio, podemos advertir de los peligros a los que está expuesto el incrédulo, podemos desafiar al incrédulo para que reciba a Cristo como Salvador, etc., pero quien tiene la última palabra es el incrédulo y aún eso, en la voluntad soberana de Dios.

    Por tanto, clame al Señor sin cesar por la salvación de su esposa, confiando en el Señor que en algún momento ella vendrá al pie de la cruz a recibir el perdón de sus pecados.

    Segundo, testifique verbalmente. Romanos 10: 14 y 17 dice: «¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios”.

    Su esposa que es incrédula necesita oír, y entender las buenas nuevas de salvación si algún día va a recibir a Cristo como Salvador. Ud. que es creyente, puede ser uno de los medios por los cuales su esposa oiga y entienda el mensaje de salvación.

    Por tanto, hable del Señor a su esposa, siempre con amor y mucho tino, sin presionar ni manipular.

    Un esposo creyente amenazaba con separarse de su esposa incrédula, si ella no recibía a Cristo como Salvador. Esto es manipulación, que no conduce a nada loable. Si su esposa está de acuerdo, invítela a reuniones donde se vaya a predicar el evangelio, o invite a personas que hablen de Cristo a su esposa, pero insistimos sobre el hecho que Ud. es el medio ideal para que su esposa oiga y entienda el evangelio.

    Tercero, muestre con sus hechos que Ud. es una persona transformada por el poder de Cristo. Esto es lo que se llama el testimonio de sus obras. Muchas veces, lo que más impacta a un incrédulo es el estilo de vida de un creyente. Por medio de sus obras, Ud. está día a día comunicando a su esposa el evangelio.

    Procure mostrar el amor a su esposa por medio de hacer cosas que a Ud. le signifiquen sacrificio y que ella sea la beneficiaria. En algún momento, su esposa se mostrará interesada en aquello que a Ud. le ha hecho cambiar tanto.

    Cuarto, no piense jamás en separarse de su esposa por cuanto ella no es creyente. En su caso se aplica 1ª Corintios 7:12 «Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consciente en vivir con el, no la abandone»

    Mientras su esposa incrédula esté de acuerdo en vivir con Ud. no hay motivo alguno para que Ud. la abandone, procure mantener a cualquier precio la integridad del matrimonio. El divorcio no agrada a Dios, no importa cual sea el motivo para el mismo.

    Quinto y último, espere en el Señor, el momento cuando su esposa reciba a Cristo como Salvador. Es natural que Ud. se sienta algo impaciente porque hasta ahora no ve que su esposa reciba a Cristo como Salvador. Nuestro tiempo siempre está dispuesto, pero nuestro tiempo no necesariamente es el tiempo de Dios. Tenga paciencia, no se desanime. Siga intercediendo ante el Señor por su esposa. Siga hablándole del Señor. Siga mostrando que Ud. es una persona diferente porque Ud. tiene a Cristo como su Salvador y siga esperando en el Señor.

  • Cómo recibir el Espíritu santo

    Un examen de la obra del Espíritu Santo en el creyente, mostrará que el Espíritu Santo es dado a una persona el instante mismo que esa persona dejó de ser incrédula y pasó a ser creyente por haber recibido a Cristo como su Salvador personal.

    El fundamento bíblico de este razonamiento se halla en algunos pasajes bíblicos, de entre los cuales permítame citar Efesios 1:13 que dice: «En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa»

    Según este texto, para estar en Cristo, una persona incrédula primeramente necesita oír la palabra de verdad o el evangelio de la salvación. Oír no significa solamente percibir sonidos, sino además un entendimiento a nivel intelectual de los hechos relativos a la salvación.

    Luego, en segundo lugar, esa persona incrédula que ha escuchado y entendido el evangelio de la salvación, debe creer en ello. Este es el paso de fe que transporta a la persona incrédula desde el mero asentimiento intelectual de los hechos sobre la salvación, a una apropiación personal de lo que el evangelio de la salvación ofrece, es decir la vida eterna.

    Cuando una persona da este paso decimos que ha recibido a Cristo como Salvador, pero note ahora lo que sucede con esa persona que ahora ya es creyente; el texto leído dice, que aquella persona fue sellada con el Espíritu Santo de la promesa.

    Esta frase tiene al menos dos principios muy importantes.

    Primero, la persona fue sellada. La forma verbal denota un acto único en el tiempo con resultados permanentes por la eternidad.

    Segundo, el sello es justamente la persona del Espíritu Santo, pues a eso se refiere la frase: fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa.

    Todo esto ocurre el instante mismo que la persona oye y cree al mensaje del evangelio.

    La misma idea la tenemos en 1ª Corintios 12:13 que dice: «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu»

    Ciertamente que este texto habla del bautismo con el Espíritu Santo, pero al final del versículo dice que a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. En esta frase tenemos tres conceptos fundamentales.

    Primero, todos los creyentes hemos sido dados a beber de un mismo Espíritu. Ningún creyente ha sido privado de esto.

    Segundo, a todos los creyentes se nos dio a beber de un mismo Espíritu el momento que recibimos a Cristo como Salvador.

    Tercero, y esto como conclusión: Todos los creyentes tenemos el Espíritu Santo, o hemos recibido el Espíritu Santo, pues a eso se refiere la expresión: “y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu»

    Existe un elemento que une a todos los que creemos en Cristo como nuestro Salvador. Ese vínculo común es la bendita persona del Espíritu Santo.

    Por todo lo dicho, categóricamente afirmamos que toda persona que ha oído el evangelio y habiéndolo entendido ha creído en él, inmediatamente ha recibido el Espíritu Santo para siempre jamás.

    Es por esto, que si Ud. investiga diligentemente todo el Nuevo Testamento, jamás encontrará ni siquiera la más mínima insinuación, peor un mandato en el sentido que el creyente debe procurar o buscar recibir el Espíritu Santo.

    Tener el Espíritu Santo es tan clave en un creyente que Pablo dice que si alguien no tiene el Espíritu, sencillamente no es de Cristo.

    Romanos 8:9 en su segunda parte dice: «Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él»

    Observe ahora cuidadosamente; si tener el Espíritu Santo es tan importante, al punto que si alguien no tiene el Espíritu Santo, no es creyente, entonces sería de esperarse que el Nuevo Testamento esté repleto de exhortaciones a buscar recibir el Espíritu Santo, pero como hemos dicho, ese no es el caso. ¿Por qué? Pues porque todos recibimos el Espíritu Santo automáticamente el momento que confiamos en Cristo como nuestro Salvador.

    Es justamente el Espíritu Santo que recibimos al creer en Cristo quien da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Nancy, lea Romanos 8:16 «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios»

    Si no tuviéramos el Espíritu Santo, estaríamos privados de ese testimonio tan importante a nuestro espíritu, según el cual tenemos la certeza de que somos hijos de Dios. De modo que, si Ud. ha recibido a Cristo como su Salvador personal, Ud. ya tiene el Espíritu Santo. No tiene por qué andar preocupado en cómo recibirlo. Pueda ser que no esté consciente de la presencia del Espíritu Santo en su vida, pero eso no significa que no lo tenga.

    La Biblia dice que si Ud. es creyente, Ud. tiene el Espíritu Santo, créalo por fe y aprópiese de esta verdad, y verá como muy pronto observa evidencias de la presencia del bendito Espíritu Santo en su vida.

  • La trinidad satánica

    Explíqueme esto de la trinidad satánica. ¿Acaso son tres en uno como la trinidad divina?

    Trinidad satánica, no es un término bíblico. Es simplemente algo que alguien ha inventado para explicar lo que hará Satanás durante la Tribulación en su incansable intento de imitar la trinidad de Dios.

    En la Tribulación, estará en acción Satanás, el Anticristo y el Falso Profeta. Pero serán tres personas actuando coordinadamente para lograr un mismo propósito. Sería quizá mejor describirlo como una trilogía satánica, porque la trinidad lleva tras sí el hecho de ser tres en uno, algo que Satanás ni nadie puede imitar.

    Recuerde que la trinidad de Dios, significa tres personas diferentes, todas ellas de la misma esencia, es decir, todas ellas Dios, sin embargo no son tres Dioses sino un solo Dios verdadero. Algo que desafía la razón de cualquier ser humano.

  • A donde van los animales cuando mueren

    ¿Tienen los animales cuerpo, alma y espíritu al igual que los hombres? Si es así a dónde van los animales cuando mueren.

    Los animales tienen solamente cuerpo y lo que se da por llamar instinto. Por esto es que se les conoce como seres de orden inferior en comparación con el ser humano.

    Cuando Dios creó a los animales, simplemente los hizo como seres vivientes. Esto lo encontramos en Génesis 1:21 que dice: «Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno»

    En este acto creativo de Dios, vemos que falta ese elemento tan importante y clave que aparece cuando Dios crea al hombre, nos referimos a la creación a imagen de Dios.

    Génesis 1:27 dice: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó»

    Lo que hace la gran diferencia entre el hombre y los animales, poniendo al hombre en un plano superior a los animales es el hecho que el hombre fue creado a imagen de Dios. Esto no tiene nada que ver con el cuerpo, porque Dios no tiene cuerpo, sino que tiene que ver con la personalidad del hombre, con su alma y con su espíritu.

    El hombre fue creado como un ser capaz de experimentar comunión íntima con Dios, como un ser con voluntad, como un ser con intelecto y como un ser con emociones. Esto significa ser creado a imagen de Dios. Nada de esto hubo en la creación de los animales, por eso decimos que los animales son seres vivientes únicamente, seres de orden inferior cuando se los compara con el hombre.

    En consecuencia cuando un animal muere, simplemente deja de ser un ser viviente. Parece algo infantil, pero es la realidad. No cabe el pensar en una existencia después de la muerte para seres que no poseen la imagen de su creador.

  • Que creo lo malo que sucede en la tierra

    ¿Es cierto que todo lo malo que sucede en la tierra es culpa de Dios porque fue él quien creó el mal cuando puso el árbol de la ciencia del bien y del mal en el huerto de Edén, según Génesis 2:9?

    No es correcto afirmar que todo lo malo que sucede en la tierra es culpa de Dios. Peor todavía afirmar que Dios es el autor del mal porque él puso el árbol de la ciencia del bien y del mal en el huerto de Edén.

    En la Biblia, el mal moral que existe en el mundo se define claramente como pecado, y la Biblia es muy enfática al declarar que de ninguna manera Dios puede ser considerado como el autor del pecado.

    Es verdad que el decreto eterno de Dios hizo segura la entrada del pecado en el mundo, pero esto no debe interpretarse en el sentido que Dios es el responsable de que exista pecado en el mundo.

    Veamos el fundamento bíblico para esto que hemos dicho. Job 34:10 dice: «Por tanto, varones de inteligencia oídme: Lejos esté de Dios la impiedad, y del Omnipotente la iniquidad»

    Mal puede crear la impiedad o la iniquidad alguien que según este texto está lejos de ello. Dios está totalmente apartado de pecado, eso es lo que se llama santidad

    Isaías 6:3 dice: «Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria»

    Un Dios así de santo no puede ser autor de la maldad en el mundo. Además, la Biblia dice que Dios es recto y que no hay injusticia en él. Salmo 92:15 dice: «Para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto y que en él no hay injusticia»

    Todas estas cualidades de Dios, alejado de impiedad e iniquidad, santo, recto, apartado de la injusticia, hacen imposible que él sea el autor o el responsable del pecado en la tierra.

    Esto es lo que menciona Santiago 1:13 que dice: «Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie»

    Dios no puede, de ninguna manera ser el autor o el responsable del pecado. En realidad, Dios odia el pecado, eso es lo que dice la Biblia. Zacarías 8:17 dice: «Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso; porque todas estas son cosas que aborrezco, dice Jehová»

    Alguien que aborrece el pecado no puede ser autor del pecado. A la luz de todo esto seríamos blasfemos si dijéramos que Dios es el autor del pecado.

    Concluimos pues que Dios no es responsable del mal que hay en el mundo porque no fue él quien originó la maldad. El árbol de la ciencia del bien y del mal, que él puso en el huerto de Edén fue solamente la prueba que utilizó Dios para que el hombre creado en inocencia por Dios pudiera hacer uso de su libertad de hacer lo bueno o lo malo. Desafortunadamente el hombre escogió por su propia voluntad hacer lo malo y así sumió a la humanidad en el pecado, evidencia de lo cual es la maldad que vemos en la tierra.

  • Porque Israel no acepta a cristo

    ¿Existe alguna forma de explicar bíblicamente por qué la nación de Israel aún no acepta a Cristo como su Mesías?

    Sí, existe una explicación bíblica a su consulta. Para eso remitámonos a lo que encontramos en Romanos 11:25-26 que dice: «Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad»

    El apóstol Pablo está hablando de un misterio. Recuerde que un misterio en la terminología bíblica significa un secreto que había estado oculto en la mente de Dios hasta el momento que está siendo revelado.

    El misterio tiene que ver con la nación de Israel. Dice Dios que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles. Es por esto que hasta este momento Israel como nación no ha recibido a Cristo Jesús como su tan esperado Mesías.

    Pero este endurecimiento o esta especie de ceguera espiritual que ha acontecido a Israel, para que no reconozca a Jesucristo como su Mesías no es algo permanente. Un día, todavía futuro, terminará.

    Lo que marque el fin de este endurecimiento de Israel es lo que la Biblia llama la plenitud de los gentiles. Cuando haya entrado la plenitud de los gentiles, entonces todo Israel será salvo. El endurecimiento será eliminado, la venda espiritual será quitada de los ojos e Israel recibirá a Cristo Jesús como su Mesías.

    Así que, es necesario esperar que entre la plenitud de los gentiles para ver a Israel reconociendo a Cristo como su Mesías.

    Bien vale ahora preguntarnos: ¿Qué es esto de la plenitud de los gentiles? Bueno, esto se refiere tanto a la supremacía política extranjera sobre Jerusalén y la nación de Israel, como al tiempo de gracia garantizado por Dios a las naciones del mundo.

    Según el Comentario Bíblico de Wycliffe, la frase plenitud de los gentiles significa que Dios ha establecido un día de oportunidad para los gentiles, el cual finalizará con la futura restauración de Israel a la gracia de Dios. El fin de la plenitud de los gentiles coincide con la segunda venida de Cristo.

    Esto lo sabemos por lo que dice Lucas 21:21-28 «Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca»

    Las señales que anuncian la segunda venida de Cristo Jesús, además indican que está cercana la redención de Israel, es decir el tiempo cuando Israel como nación reconozca que Cristo Jesús es su Mesías. En otras palabras la plenitud de los gentiles terminará cuando Cristo Jesús venga por segunda vez a la tierra. Hay un texto relacionado con este tema que no puede ser dejado de lado.

    Es lo que se llama el lamento de Jesús sobre Jerusalén. Se encuentra en Mateo 23:37-39 que dice: «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor»

    El texto griego es algo incierto con respecto a la palabra «desierta» que aparece en este pasaje bíblico. El tiempo presente de esta declaración indica que es un momento de significado trágico y decisivo. El tiempo de ayuda y protección divina pasó, y el resultado final será que ellos mismos deberán cuidar la casa, lo que traerá por resultado desolación y destrucción.

    Las palabras «vuestra casa» podrían referirse al templo, o a la ciudad de Jerusalén o a la nación de Israel. Este período de desolación continuará hasta que, como nación, digan: Bendito el que viene en el nombre del Señor. Cristo Jesús será recibido con esa salutación mesiánica en el momento de la conversión nacional cuando aparecerá en su gloria como el Mesías. La manifestación de su gloria barrerá toda duda y oposición y al fin Israel reconocerá y aceptará a Cristo como su Salvador.

    Resumiendo lo dicho Israel como nación no ha recibido a Cristo como su Mesías porque como nación le ha acontecido endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles. La plenitud de los gentiles es la época en la cual la gracia de Dios se manifiesta para salvar a los gentiles. Esta época terminará con la segunda venida de Cristo. Entonces y solo entonces, Israel como nación reconocerá a Cristo Jesús como su Mesías.

  • Los muertos en el milenio

    ¿Habrá resurrección de los que murieron en la tribulación durante el milenio?

    Para beneficio de todos nosotros, permítame iniciar con una corta definición de algunos términos que vamos a manejar al responder esta consulta.

    Primero, la resurrección significa volver a la vida. La Biblia nos habla de dos tipos de resurrección. Una que es para vida eterna, para los que han recibido por fe la salvación que Dios ofrece al pecador y la otra que es para condenación eterna, para los que han rechazado la oferta de salvación que Dios ofrece al pecador.

    Segundo, la tribulación, se refiere a un tiempo de siete años en el cual Dios derramará su juicio sobre el mundo incrédulo, buscando el arrepentimiento en su pueblo escogido Israel.

    La tribulación comenzará tan pronto la iglesia de Cristo sea arrebatada y terminará tan pronto venga el Señor Jesucristo por segunda vez a la tierra. Durante la tribulación habrá predicación del Evangelio y habrá muchos que reciban a Cristo como Salvador, pero muchos de ellos tendrán que soportar el martirio a causa de su fe en Cristo.

    En otras palabras, durante la tribulación morirán muchos creyentes. Además, como resultado de los juicios de Dios sobre la tierra, durante la tribulación morirán también muchos incrédulos.

    Tercero, el milenio se refiere a un período literal de mil años que comenzará con la segunda venida de Cristo y en el cual Cristo será su rey. Será un tiempo de prosperidad en el cual Dios cumplirá todo lo que ha prometido a la nación de Israel en los diferentes pactos que él ha hecho con esa nación.

    Hecha esta aclaración necesaria, su consulta tiene que ver con la resurrección de los que morirán durante la tribulación.

    ¿Cuándo acontecerá? ¿Será acaso durante el milenio? Recuerde que la Biblia habla de dos tipos de resurrección. Una para vida eterna y otra para condenación eterna.

    Veamos cuando acontecerán. Apocalipsis 20:4-6 dice: «Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años»

    Un examen de la cronología de este pasaje bíblico demostrará que el evento relatado ocurre al final de la tribulación, justo cuando el Señor Jesucristo viene por segunda vez a la tierra.

    Según lo que dice este pasaje, los creyentes muertos durante la tribulación resucitarán al final de la tribulación y con cuerpos glorificados reinarán con Cristo mil años, en lo que nosotros conocemos como el reino milenial.

    En este reino serán sacerdotes de Dios y de Cristo. En cambio los incrédulos que mueran durante la tribulación no volverán a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esto significa que ellos resucitarán al final del milenio, y no para vida eterna sino para condenación eterna, porque la Biblia dice que una vez resucitados se presentarán ante el Gran Trono Blanco para escuchar el veredicto del Juez, quien les dirá: al lago de fuego.

    Tenemos entonces que durante el milenio no habrá resurrección de los que murieron durante la tribulación. Los creyentes que mueran durante la tribulación resucitarán justo cuando se inicia el milenio, para reinar con Cristo mil años y los incrédulos que mueran durante la tribulación resucitarán justo cuando termina el milenio, para ser arrojados al lago de fuego.

  • Los bebes en la tribulación

    ¿Es cierto que en el rapto, cuando el Señor venga a buscar a los que han creído en él, a las mujeres embarazadas que no son creyentes se les quitará los niños de sus vientres para ser llevados a la presencia de Dios porque esos niños no tienen por qué sufrir la tribulación por cuanto son inocentes?

    La Biblia guarda silencio en cuanto a lo que sucederá con las criaturas que estén en los vientres de sus madres embarazadas incrédulas el momento del rapto o arrebatamiento, por tanto, es muy aventurado afirmar que esas criaturas van a ser quitadas a sus madres incrédulas para que puedan ir al encuentro del Señor en las nubes, por cuanto son inocentes y no tienen por qué sufrir los horrores de la tribulación.

    En los asuntos en los cuales la Biblia guarda silencio es mejor no fabricar hipótesis. Lo correcto es dejar ese asunto en las manos del Señor, sabiendo que él es sabio, recto, justo, misericordioso, etc. y que por tanto él va a actuar como sea conveniente, de acuerdo con su soberanía.