Gracias por su consulta. Para ubicarnos bien en el significado de los términos, quisiera compartir con Usted que discipulado es la acción de discipular, lo cual, a su vez, significa un creyente maduro en la fe guiando a un creyente tierno en la fe, para que alcance la madurez espiritual. El discipulado tiene que ver con el cumplimiento del mandato de Cristo Jesús, en lo que se conoce como la gran comisión. Mateo 28:19-10 dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” El mandato del Señor apunta a hacer discípulos. Para que alguien sea un discípulo de Cristo, en primer lugar es necesario que haya nacido de nuevo por medio de recibir a Cristo como Salvador. El instante que una persona nace de nuevo por recibir a Cristo como Salvador, es un bebé espiritualmente hablando. En tales condiciones, necesita de alguien que esté en capacidad de guiarle en el proceso de crecimiento hacia la madurez. Es lo mismo que sucede en el plano biológico. Cuando nace un bebé, necesita del cuidado de su madre y también de su padre. Imagine lo que sería de un bebé recién nacido sin el cuidado de sus progenitores. No tendría la más mínima probabilidad de sobrevivir. No habría quien le alimente, no habría quien le limpie, no habría quien le vista, no habría quien le proteja. Un bebé recién nacido en estas condiciones, estaría condenado a una muerte inexorable. Algo similar a lo que ocurre en el plano biológico, ocurre también en el plano espiritual, guardando las distancias. Un bebé recién nacido espiritualmente, tiene mínimas probabilidades de crecer, si alguien no se ocupa de guiarle hacia la madurez espiritual. Obviamente, un bebé recién nacido espiritualmente no llegará a morir espiritualmente si no es discipulado, pero con toda seguridad, no llegará jamás a la madurez espiritual. Siempre será un bebé espiritual mientras esté en este mundo. Qué triste es constatar esto en la práctica en todas las iglesias evangélicas. No son pocos los creyentes que tienen años de haber conocido a Cristo como Salvador, sin embargo, en el sentido espiritual, todavía usan pañales y toman leche en biberón o la mamadera o en la botella, o como quiera que se lo llame en los diferentes países. Lo que ha pasado es que no ha habido nadie que se ocupe personalmente de ellos. No han sido jamás discipulados. Sobre esto habló el autor del libro de Hebreos cuando en clara reprensión a sus lectores dijo lo siguiente en Hebreos 5:12-14 “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” La voluntad de Dios no es que sus hijos vivan en una permanente infancia espiritual, la voluntad de Dios es que sus hijos crezcan hacia la madurez espiritual. Esto se logra por medio del discipulado. Su inquietud, amigo oyente, tiene que ver con cómo hacer un discipulado efectivo. Permítame por tanto las siguientes sugerencias. En oración pida a Dios que levante alguien en la iglesia, quien sea maduro en la fe. Alguien quien previamente haya sido discipulado. Cuando lo encuentre, motívele a que esta persona se ocupe en discipular a algún creyente recién nacido espiritualmente o a alguien quien aunque tenga tiempos en la fe, sin embargo todavía sea un niño espiritualmente hablando. Un varón debe discipular a un varón, una mujer debe discipular a una mujer. ¿Por qué? Pues porque el discipulado debe hacerse de persona a persona, uno con uno. No es prudente que un varón esté a solas con una mujer, para no dar ocasión al diablo. Las reuniones deben ser en privado, al menos una vez por semana, en algún lugar que sea conveniente tanto para el que está discipulando como para el que está siendo discipulado. La duración de estas reuniones dependerá de cada caso en particular. Alrededor de una hora es lo que normalmente se estila. ¿Qué hacer durante este tiempo? Son varias cosas que se pueden hacer. Primero orar con el discípulo. Esta es la manera como el discípulo aprenderá a dirigir sus plegarias al Señor. Segundo, compartir asuntos propios del convivir como hijos de Dios. Entre el discipulador y el discípulo se debe formar una relación de confianza mutua para crear la atmósfera apropiada para tocar asuntos muy personales en los cuales el discípulo necesita el consejo bíblico. Si esto no ocurre, será como un diálogo entre extraños, lo cual de ninguna manera logrará lo que se está buscando. Luego de orar y compartir es necesario enseñar. El discípulo necesita aprender al menos lo más básico de la vida cristiana. Entre lo más importante que el discípulo necesita aprender está lo que la Biblia enseña acerca de la salvación, lo que la Biblia enseña acerca de la seguridad de salvación, lo que la Biblia enseña acerca del bautismo en agua, lo que la Biblia enseña sobre la asistencia a las reuniones de la iglesia local, lo que la Biblia enseña acerca de ofrendar, lo que la Biblia enseña acerca de cómo enfrentar las tentaciones, lo que la Biblia enseña acerca de la oración, lo que la Biblia enseña acerca de cómo escoger nuestras amistades, lo que la Biblia enseña acerca de cómo tener un tiempo devocional diario, lo que la Biblia enseña acerca de testificar de Cristo a los incrédulos. Dependiendo de los casos se puede añadir a esta lista, lo que la Biblia enseña acerca del noviazgo, lo que la Biblia enseña acerca de la pureza sexual, lo que la Biblia enseña acerca de la función de los esposos y las esposas, etc. Todo esto deberá ser debidamente sustanciado por principios extraídos de la Biblia. En la actualidad existe abundante material de discipulado en forma impresa, de modo que no es imprescindible desarrollar este material. Recomiendo visitar las librerías cristianas de su localidad para investigar la disponibilidad de material sobre este asunto. ¿Cuánto dura el proceso de discipulado? Pues, depende de cada caso en particular. Hay ocasiones cuando un año de discipulado es suficiente. En otros casos puede ser más. En un sentido muy real, sin embargo, el proceso de discipulado prosigue mientras dura la vida en este mundo. Quizá no de una manera formal con reuniones semanales, pero sí, de una manera informal. Todos necesitamos aprender cada día nuevas cosas sobre cómo vivir la vida cristiana y es bueno aprovechar la sabiduría y la experiencia de hombres y mujeres de Dios.
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