Para responder su pregunta, consideremos lo que dice la Biblia en cuanto a cómo se debe ofrendar en la iglesia. Existe mucho para decir, pero permítame tomar el texto bíblico que se encuentra en 2 Corintios 9:7 en donde leemos lo siguiente: Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
Ofrendar no es sólo para los ricos, ni sólo para los pobres, sino para todo genuino creyente. Cada uno dé, dice el texto leído. La forma de dar es: Como propuso en su corazón. El dar es un asunto premeditado, un asunto decidido de antemano entre Dios y el que da. Dentro de esto, está la cantidad o el porcentaje que se da y ciertamente como se distribuye aquello que se da. Además, el dar no debe ser con tristeza porque más beneficiado es el que da que el que recibe. El dar no debe ser por necesidad, esto es que no se debe dar porque alguien obliga a dar. No se debe dar por obligación. El dar debe ser con alegría, porque Dios ama al dador alegre. De modo que, su ofrenda es para el Señor, pero dentro de esto está la iglesia local donde se congrega, están los ministerios cristianos, están los misioneros, están personas necesitadas. Efectivamente, debemos dar al Señor, para sostener la obra del Señor, pero la obra del Señor no es sólo la iglesia local. Mi consejo por tanto, amable oyente es que bajo total dependencia del Señor, ponga aparte lo que va a ofrendar al Señor y de la misma manera, bajo total dependencia del Señor por medio del Espíritu Santo, determine como va a distribuir esa ofrenda. Tome en cuenta a la iglesia donde se congrega, a ministerios cristianos que están ocupados en diversos aspectos de la obra del Señor, tome en cuenta a los misioneros a quienes conoce o con quienes tiene contacto, tome en cuenta a hermanos o hermanas en la fe que están en necesidad. La idea es que su ofrenda sea utilizada por el Señor conforme a la voluntad soberana del Señor. Dios es quien mejor sabe dónde será más beneficiosa su ofrenda.
En todo caso, un extremo peligroso sería dar toda la ofrenda a la iglesia local y nada a nadie más. El otro extremo peligroso sería repartir la ofrenda entre muchos y no dejar nada para la iglesia local. Lo correcto es que bajo la guía del Señor, dé con generosidad a la iglesia local y también dé con generosidad a ministerios, misioneros y personas necesitadas. Todo esto es la obra del Señor.