Deseo compartir el evangelio pero no tengo tiempo

Estoy tan desesperada por no poder hacer lo que debería hacer o lo que quiero hacer. No me queda tiempo para nada. Trabajo muy duro. Ni siquiera puedo ir a las reuniones de la iglesia los domingos a la mañana porque me encuentro tan cansada. Un deseo muy grande que tengo es estudiar la Biblia en un seminario para aprender no solo sobre la Biblia, sino también la historia, las diferentes culturas del mundo. Tengo dificultades para guiar a otros a los pies de Cristo, porque me hacen preguntas y yo no sé como responder. Esto me hace sentir muy mal. Me preocupo mucho por mis familiares que todavía no conocen a Cristo como su Salvador, porque sé que al morir les espera el castigo eterno. Esto me hace sentir totalmente angustiada. Por esto y por muchas cosas más, ando triste. Trato de acercarme a Dios pero fracaso. He tratado de ayunar, pero casi no lo puedo hacer porque mi trabajo me impide. Si me pudiesen dar algún consejo se los agradecería mucho.

Con mucho gusto. Antes de nada, permítame felicitarle por la carga de compasión por los perdidos que Dios ha puesto en su corazón. Son pocos los creyentes que tienen este fuego en el corazón. Cuán diferente sería el mundo si todos los que somos creyentes experimentáramos una pasión como la suya por conducir a otros a la salvación en Cristo e hiciéramos algo al respecto. Creo entender el motivo para tanta preocupación y angustia en su corazón. Lo que pasa es que Usted no está haciendo lo que en realidad le gustaría hacer. Me explico. Su trabajo, cualquiera que sea, aunque necesario e importante, no le está dando la satisfacción o el sentido de realización que es indispensable en el ser humano. Puede ser que por medio de su trabajo, Usted tenga sus necesidades materiales satisfechas, pero es un hecho que su trabajo no está satisfaciendo sus necesidades emocionales y sobre todo espirituales. Dentro de Usted debe haber por tanto un conflicto, el cual se manifiesta en ese cansancio, esa tristeza, esa insatisfacción que está sintiendo. Además, su trabajo le demanda tanto tiempo y energía que no le queda nada de tiempo ni energía para el Señor. Inclusive los domingos a la mañana, cuando Usted debería estar en el culto dominical de su iglesia, Usted se encuentra tan agotada que se queda en su casa. Es muy obvio que en lugar de propiciar el acercamiento a Dios, su trabajo le está alejando de Dios. Cuando se llega a este punto, es necesario que Usted tome una decisión importante. Para ello, me gustaría leer lo que dice Mateo 6:33 “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” Este texto nos habla de prioridades. La prioridad número uno para todo creyente es Dios. Esto es, la relación personal con él, la oración, el estudio de la Biblia, el guiar a otros a los pies de Cristo, o su obra en general. Cuando esto está en el primer lugar de la vida de un creyente, Dios mismo se encargará de proveer a ese creyente de las otras cosas que son indispensables para el diario vivir. Me refiero básicamente al alimento, al vestido y a un lugar donde vivir. Con esto no estoy insinuando que todos los creyentes deben renunciar a sus trabajos para ocuparse por entero en la obra del Señor. Pero lo que sí es claro es que, como en su caso, si el trabajo le está alejando del Señor, será necesario buscar otro trabajo, dependiendo de la guía y dirección de Dios para todo, tanto para encontrar ese nuevo trabajo como para tener lo indispensable para vivir mientras encuentra ese nuevo trabajo. Usted puede estar segura que Dios bendecirá una decisión de esta naturaleza, por cuanto Usted está buscando la gloria de Dios por medio de obedecer a Dios. Nada saca desperdiciando su vida en un trabajo tan agotador como el que tiene, cuando podría invertirla en el reino de Dios. Recuerde que los hijos de Dios no debemos hacer tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, sino que debemos hacernos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen. Yo le sugiero que Usted considere esta posibilidad y busque la dirección del Señor en oración. Pero en su caso hay algo que merece especial atención. Por lo que Usted dice en su carta, me parece que Usted tiene un fuerte llamado a servir al Señor a tiempo completo. Deduzco eso por el gran interés que tiene por la gente que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador y por su deseo de conocer más de la Biblia y estar preparada para responder adecuadamente a la gente. Si ese es el caso, amiga oyente, no es bueno que Usted se haga de oídos sordos al llamado de Dios. Por tanto, me gustaría sugerirle que considere la posibilidad de dejar su trabajo y dedicarse a estudiar en algún seminario bíblico o instituto bíblico, para que una vez que termine su preparación esté en capacidad de servir al Señor de una buena manera. Estoy seguro que en Bolivia existirán algunos seminarios o institutos donde se imparte una sana doctrina. Dedique algo de tiempo, para averiguar donde están esos seminarios o institutos, cuáles son los requisitos para estudiar, cuánto cuesta el estudio, y cualquier otra información pertinente. Luego, ponga la posibilidad de estudiar, como un especial motivo de oración. Busque consejo de sus padres, de hermanos o hermanas maduros en la fe, de los pastores o ancianos de su iglesia local. Si la voluntad de Dios es que Usted vaya a un seminario o instituto bíblico, Dios mismo se encargará de proveer todo lo que Usted va a necesitar para poder estudiar. No tenga temor de dejarse guiar por el Señor. Lo mejor que puede hacer un creyente es poner su vida en las manos del Señor para hacer lo que el Señor quiera, no importa lo que sea. Seguro que una decisión así no será fácil. Pero eche mano de la fe. Confíe en Dios y Dios lo hará.

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