El bautismo en agua no es esencial para la salvación. Una de las muchas pruebas de esta declaración es lo que aconteció con uno de los dos ladrones que fue crucificado junto a Jesús. El relato de este evento se encuentra en Lucas 23:39-43 donde dice: “Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aún temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” Allí lo tiene amigo oyente. Se trata de un hombre que en el filo mismo de su condenación eterna reconoció que Jesús, quien estaba siendo crucificado junto a él, tenía poder para perdonarle. En un arrebato de fe, este hombre dijo: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Con estas palabras estaba reconociendo a Jesús como su único y suficiente Salvador personal. En consecuencia, y sobre la base de la declaración de fe de este hombre, Jesús le dio lo que este hombre no merecía. Jesús le dio la salvación eterna. De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Qué palabras tan benditas y solemnes. El hombre merecía castigo eterno, pero por la sola fe en Cristo Jesús le otorgó vida eterna. Poco tiempo después, Jesús murió y pagó el precio completo por el pecado del hombre. Mas tarde, en cuestión de horas, murió también el ladrón arrepentido. En lugar de ir al lugar de tormento, donde van todos los muertos que no han recibido a Cristo como Salvador, el ladrón arrepentido fue al paraíso, conforme a la palabra de Jesús. Ahora detengámonos a pensar un momento. ¿Tuvo el ladrón arrepentido la oportunidad de bautizarse en agua? ¿Será que le bajaron de la cruz para que alguien le bautice y luego le pusieron otra vez en la cruz para que se muera? Por supuesto que no. El ladrón arrepentido no tuvo la más mínima oportunidad de hacer ni siquiera una obra buena, peor bautizarse en agua y sin embargo fue salvo. Para ser salvo se necesita de la sola fe. El bautismo en agua y cualquier otra obra no son esenciales para la salvación. Esto no significa que los creyentes no deben bautizarse en agua o que no deben procurar hacer buenas obras. Recuerde que la salvación viene por la sola fe, pero la fe que salva nunca viene sola. Siempre produce obediencia a la palabra del Señor. La palabra de Dios enseña que los creyentes deben bautizarse en agua, no para ser salvos sino porque ya son salvos. La palabra de Dios enseña que los creyentes deben hacer buenas obras, no para ser salvos sino porque ya son salvos.
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