Ella es creyente pero su esposo no. Cuando él está sobrio, es tranquilo y cariñoso con ella y con los hijos, pero cuando se emborracha, lo cual sucede muy a menudo, se transforma totalmente. Enloquecido por el alcohol, varias veces ha agredido físicamente a su esposa y a sus hijos, no sin antes pasar por la agresión emocional. Ella tiene temor de que algo más grave pueda ocurrir en el futuro. Por el miedo a que él tome represalias contra ella, no ha hablado con nadie sobre la conducta de su esposo. Nos pide un consejo.
Primeramente me gustaría solidarizarme con Usted ante la difícil prueba que está experimentando. La conducta de su esposo no se justifica bajo ningún punto de vista. Aun si Usted fuera la peor esposa del mundo, su esposo no tiene el más mínimo derecho a maltratarla emocionalmente, peor físicamente. Me imagino que por guardar las apariencias, o por el temor a que su esposo la abandone, o como Usted mismo dice, por el temor a que su esposo le golpee con más violencia, Usted ha ocultado esta situación, pero eso no es correcto amiga oyente. Usted no puede seguir viviendo de esta manera con su esposo. No solo está en peligro su vida sino también la de sus hijos. Nuestro consejo es que lo antes posible acuda a los pastores o ancianos de la iglesia donde Usted se congrega y denuncie ante ellos la conducta agresiva de su esposo. Seguramente ellos hablarán con su esposo para compartir con él el evangelio, para instruirle en cuanto a la gravedad de su conducta agresiva, para mostrarle cómo debe tratar a su esposa y a sus hijos, y para advertirle sobre futuras agresiones. Además, le sugiero que ore mucho al Señor por su esposo para que llegue a conocer a Cristo como su Salvador. Apoye su oración con la buena conducta que toda esposa creyente debe manifestar en su hogar. Quiera Dios que estas acciones constituyan un remedio para su situación, al menos en lo que a la conducta agresiva de su esposo se refiere. Si esto no da ningún resultado, me temo que va a tener que recurrir a las autoridades civiles que velan por el bienestar de las esposas. En nuestro país el Ecuador, existe lo que se llama la Comisaría de la Mujer, la cual, entre otras cosas se encarga de proteger a esposas del maltrato de sus esposos. No tenga temor de recurrir a esta instancia, si todo lo anterior no ha dado el resultado que busca. No estará quebrantando ningún principio bíblico al buscar protección de las autoridades civiles puestas por Dios para ese propósito. Si aún esta medida no logra los cambios que Usted busca en su esposo, me temo que no le quedará otra alternativa sino una separación de su esposo. No es una decisión fácil y por tanto no se puede tomarla a la ligera. Busque consejo de personas maduras espiritualmente hablando, quienes conozcan de cerca la situación que está viviendo y los pasos que ha dado para arreglar el problema. La separación tendría un doble propósito. Por un lado, proteger la integridad física de Usted y de sus hijos. Quizá Usted no ha tomado conciencia todavía de que la vida suya y de sus hijos se pone en serio peligro cuanto están al frente de un hombre embrutecido por el alcohol. Para casos como estos, es que la Biblia habla de la posibilidad de la separación. 1Corintios 7:10-11 dice: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese; y que el marido no abandone a su mujer.” La voluntad de Dios es que los casados no se separen. Eso es obvio. Pero hay casos, como por ejemplo cuando la vida de la esposa o de los hijos está en peligro por la agresividad del esposo, en los cuales la separación es la alternativa para proteger la integridad física de la esposa y de los hijos. Por otro lado, una separación puede hacer reflexionar a su esposo a reconocer lo que está poniendo en juego con su violencia cuando está borracho, y eventualmente su esposo podría motivarse a un cambio en su conducta. En el estado de separada, Usted tiene solo dos alternativas: Número uno, quedarse sin casar, o número dos, reconciliarse con su marido. En todo caso, amiga oyente, insisto en que no puede seguir viviendo en las condiciones en que está, y callarse no va a arreglar el problema. Es hora de orar con fervor, depender de Dios y dar los pasos necesarios para arreglar la situación. No pierda la esperanza. Dios es experto en imposibles, pero Usted también tiene que hacer su parte.