Nos escribe una amiga Dice así: Soy creyente y estoy atravesando por una situación de mucho dolor a causa de una mala decisión que tomé hace poco. Mi corazón se ha hecho pedazos. Estoy tan lastimada emocionalmente y espiritualmente que me parece que esas heridas nunca van a sanar. ¿Puede ayudarme de alguna manera?
Con mucho gusto amiga. La ayuda que vamos a proponer parte de los principios que se hallan en las Sagradas Escrituras. Usted dice en su carta que ha tomado una mala decisión en el pasado. Seguramente cometió algún pecado, a pesar que sabía que no lo debía hacer. Recuerde lo que dice Proverbios 28:13 “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia.” No tiene sentido esconder los pecados cometidos, amiga oyente. El que encubre sus pecados no prosperará dice el texto. Después de cometer pecado con Betsabé, David encubrió su pecado por varios meses, quizá inclusive años. En estas condiciones, su vida fue un desastre total. Ponga atención a lo que estaba pasando con David mientras tenía pecado oculto en su vida. Salmo 32:3-4 dice: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano” Mientras David guardó su pecado, estaba padeciendo físicamente, emocionalmente y espiritualmente. Su cuerpo se iba consumiendo. Su alma no pensaba en otra cosa sino en derramar lágrimas todo el día. Su espíritu estaba en mortal angustia. Era como si la mano de Dios le estuviera aplastando. Lo que antes de caer en el pecado era un verde y fértil campo se había convertido en un árido desierto en pleno verano. Así es como se sentía David. Pero llegó un momento cuando David fue confrontado con su pecado y se vio obligado a confesarlo. Esto trajo el alivio que tanto necesitaba. Salmo 32:5 dice: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” Ahora David sabía que el dolor en su cuerpo, la angustia en su alma y la desolación de su espíritu era la forma de Dios para conducirle al punto de reconocer su pecado, confesarlo y apartarse del mismo. Cuando confesó su pecado David fue perdonado por la misericordia de Dios y esto trajo alivio a su cuerpo, a su alma y a su espíritu. ¿No será que Dios está haciendo lo mismo con Usted, amiga oyente? ¿No será que el dolor, la angustia y la soledad que Usted está experimentando es la mano de Dios sobre su vida para llevarle al punto de confesión de su pecado? Si todavía no lo ha hecho, yo le invito a que lo haga este mismo instante. No espere más. Se está haciendo tremendo daño a Usted misma al encubrir su pecado. No se justifique de ninguna manera. Simplemente hable con Dios y dígale con sus propios labios lo que hizo mal. Como consecuencia Dios le perdonará como lo hizo con David. Usted entonces habrá hallado misericordia según lo que leímos en Proverbios 28:13. La etapa de disciplina de Dios al pecador es realmente dolorosa, pero tiene un buen final. Tiene un buen propósito. Quisiera que ponga atención a lo que dice Hebreos 12:11 donde dice: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” La disciplina tiene un presente que está caracterizado por la tristeza, no por el gozo. Pero la disciplina tiene también un futuro. El futuro de la disciplina está caracterizado por fruto apacible de justicia. Esto es lo que persigue la disciplina de Dios. Pero es posible que Usted ya haya confesado su pecado y aún así se siente terriblemente mal. Si ese es el caso, su problema puede estar asociado con un sentimiento de culpa por el pecado que cometió. La manera de salir de este abismo de culpabilidad es por medio de la fe. Fe en lo que dice la palabra de Dios. Note lo que dice 1 Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Si Usted, amiga oyente, ya ha confesado a Dios su pecado con absoluta sinceridad y transparencia, entonces, como resultado, Dios ha perdonado ya su pecado. Pero no solamente eso. El texto leído dice además que Dios le ha limpiado de toda maldad. Usted ha sido lavada de cualquier cosa que haya hecho. Esa es la promesa de la palabra de Dios. Qué grandioso es lo que dice Isaías 1:18: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” Esta es la palabra de Dios para los que por medio de la confesión de pecado se han puesto a cuentas con Dios. Así que, mi amiga, asumiendo que Usted se ha puesto a cuentas con Dios en cuanto al pecado que cometió, entonces su maldad, siendo como la grana, como la nieve ya ha sido emblanquecida. Siendo roja como el carmesí, ha llegado a ser como blanca lana. Usted tiene que aceptar esta palabra por fe mi amiga. Cada vez que en su vida surjan esos pensamientos de sentirse sucia por lo que hizo, o de sentirse culpable por lo que hizo, o de sentirse como con una herida abierta por lo que hizo, Usted tiene que reconocer que eso que está sintiendo no viene de Dios, porque Dios ya ha dicho que Usted ha sido lavada de su pecado. Si esto no viene de Dios entonces debe venir de Usted mismo o del enemigo de nuestras almas. Confronte estos malos pensamientos con la palabra de Dios. Observe lo que dice Filipenses 4:8 “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” Cuando esté tentada a lamerse las heridas causadas por lo que hizo, no ceda a esa tentación. Piense más bien en lo que es verdadero, en algo que es honesto, en algo justo, en lo puro, en lo amable, en lo que es de buen nombre, en lo que tiene virtud, en lo que es digno de alabanza. Quizá Usted podría orar, o podría cantar, o podría leer la palabra de Dios o un buen libro. Ocupe la mente en cosas así. Le garantizo que poco a poco irá dejando atrás esos sentimientos tan terribles de culpabilidad. Le recomiendo también que procure rodearse de personas que necesiten de Usted, como una manera de ocupar su mente en ayudar a esas personas. Mientras menos piense en Usted misma y más piense en los demás, más pronto superará esa crisis de sentirse culpable. No olvide que Dios está en Usted, con Usted y por Usted. Que la gracia de Dios le ayude a superar su situación.