El motivo para las divisiones internas que estaban asolando a la iglesia en Corinto

Damos gracias a Dios por la oportunidad de compartir este tiempo con usted. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando la primera epístola de Pablo a los Corintios en la serie que lleva por título: Un mensaje oportuno para una iglesia en crisis. En esta ocasión, David Logacho nos hablará del motivo para las divisiones internas que estaban asolando a la iglesia en Corinto.

Las divisiones internas en cualquier iglesia local suelen tener múltiples razones, pero todas estas razones tienen un origen común. Pablo va a hablar de este origen común en el pasaje bíblico de hoy. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en 1 Corintios capítulo 3 versículos 1-8. Este pasaje bíblico trata de un problema. El problema es justamente lo que desencadena varias conductas nada dignas, como las divisiones internas. Consideremos en primer lugar el problema enunciado. 1 Corintios 3:1-2 dice: «De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aun no erais capaces, ni sois capaces todavía» Justo antes del pasaje bíblico que tenemos para nuestro estudio, Pablo había dicho que el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Sin embargo, ahora, Pablo va a mostrar que aún el espiritual enfrenta un problema en su afán de entender la verdad profunda de Dios. El problema es enunciado cuando Pablo dice: Yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales. Detengámonos aquí por un momento para notar algo importante. Pablo está usando el término: espirituales, de un modo distinto al uso que lo dio poco antes. El término: espirituales, de aquí en adelante, se refiere a creyentes maduros, a creyentes que están controlados por el Espíritu Santo. Pablo dice por tanto que cuando habló a los creyentes corintios no pudo hablarles como a creyentes maduros o como a creyentes controlados por el Espíritu Santo. En lugar de eso, Pablo les habló como a carnales. El término, carnales, se refiere a creyentes tiernos o inmaduros, creyentes que están controlados por su carne, o por su naturaleza pecaminosa o por su vieja naturaleza. Un creyente carnal es aquel que todavía no ha alcanzado la madurez. Pablo afirma que son niños en Cristo. La figura del niño pasa a ser central en el razonamiento de Pablo en este momento. La palabra griega que se ha traducido como niño, significa literalmente, uno que no tiene el poder de hablar, digamos, un recién nacido. Por eso es que Pablo prosigue diciendo: Os di a beber leche y no vianda, porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía. Los recién nacidos no pueden comer alimento sólido o la vianda, porque no tienen dientes para masticar. Lo único que pueden hacer es tomar leche o algún alimento líquido. Una característica de todo recién nacido, es que no tiene control de sus facultades, no sabe hablar, no sabe caminar, no sabe leer, no sabe escribir y tantas otras cosas más. Pero sobre todo, no sabe todavía controlar sus esfínteres. Por eso es que ensucia pañales. Algo parecido sucede con los recién nacidos espiritualmente hablando. Todavía no saben aprovechar de todos sus privilegios como hijos de Dios, y ciertamente, todavía ensucian pañales, en un sentido espiritual. Por eso es que de vez en cuando se los ve en peleas, en mentiras, en engaños, en robos, en infidelidades y tantas otras cosas más. Cosas así son los pañales sucios de los creyentes carnales. Ahora, hasta cierto punto es explicable que un creyente de poco tiempo de nacido espiritualmente, ensucie los pañales, pero lo realmente triste es que creyentes después de mucho tiempo de haber nacido espiritualmente todavía siguen ensuciando pañales. ¿Qué pensaría de un hombre adulto, digamos de unos 40 años, que sin embargo todavía, por su propia negligencia no ha aprendido a controlar los esfínteres y tiene que andar con pañales? Sería muy extraño, ¿verdad? Pues igualmente extraño es el creyente que tiene años de conocer al Señor y sin embargo todavía sigue ensuciando los pañales, con sus prácticas totalmente contrarias a la Biblia. Pues, triste y lamentablemente, la mayoría de los creyentes a quienes Pablo escribe en la primera carta a los Corintios eran así, creyentes carnales que todavía estaban ensuciando pañales. ¿Cómo está su vida espiritual amable oyente? A pesar de los años que tiene como creyente, ¿todavía sigue ensuciando pañales? Quiera Dios que no, sino que haya crecido hacia la madurez, hacia ser un creyente maduro, un creyente espiritual. Pablo entonces ha enunciado el problema. En segundo lugar, consideremos el problema explicado. Pablo debe tener buenas razones para haber dicho que un buen número de creyentes en Corinto, eran creyentes carnales. Ciertamente sí. Veamos como llegó a esa conclusión. 1 Corintios 3:3-4 dice: «porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?» No había pasado mucho tiempo desde que Pablo salió de Corinto hasta que está escribiéndoles esta carta, pero Pablo esperaba que durante este poco tiempo, los creyentes de Corinto hubieran salido de ese estado de niñez espiritual y hubieran llegado a ser creyentes maduros espiritualmente hablando. Pero no había tal. Los creyentes corintios aún seguían siendo carnales, niños en Cristo. Todavía seguían ensuciando pañales. A lo mejor alguno de los creyentes corintios pudo haber hecho a Pablo esta pregunta: ¿Cómo sabe que somos carnales? Pablo responde a esta pregunta diciendo: Miren su conducta. Entre ustedes hay celos, andan peleándose y lo que es peor, se han hecho grupos dentro de la iglesia local. Esta es una de las muchas manifestaciones de los creyentes carnales. Al actuar de esta manera, los creyentes de Corinto estaban comportándose como meros hombres, no como creyentes en Cristo. Qué triste. A pesar de ser hijos de Dios, los creyentes de Corinto estaban actuando como hijos del diablo. A pesar de haber sido separados del mundo, los creyentes de Corinto estaban actuando como si fueran parte del mundo. La carnalidad de los corintios les condujo a idolatrar a los hombres. Había algunos que decían: Yo soy de Pablo. Había otros que decían: Yo soy de Apolos. Como si esto no fuera suficientemente malo, se peleaban entre ellos defendiendo a capa y espada a su ídolo. Lo mismo pasa en las iglesias hoy en día. Los creyentes carnales idolatran a su pastor y ay de aquellos que se atrevan a señalar alguna falta en él. Su pasión por el hombre les vuelve ciegos a las fallas del hombre. Esto es verdaderamente lamentable. Algún momento se les abrirán los ojos para ver que estaban adorando a un ídolo pero con pies de barro y quedarán desilusionados, frustrados y heridos para siempre. Mucho cuidado amable oyente con seguir al hombre y no a Dios. Pablo ha enunciado el problema y ha explicado el problema. Finalmente, Pablo va a enfrentar el problema. 1 Corintios 3:5-8 dice: «¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor.» Enfrentando la nociva práctica de idolatrar al hombre, Pablo hace una pregunta impactante: ¿Qué, pues es Pablo, y qué es Apolos? Es como decir: ¿Son ellos dignos de ser idolatrados? La respuesta es un: No, rotundo. Pablo y Apolos no son sino meros servidores que fueron utilizados por Dios para llevar el evangelio a los corintios. La palabra griega que se ha traducido como: servidores, es la palabra «diakonoi» de la cual viene nuestra palabra: diáconos. Pablo y Apolos no son sino eso, diáconos al servicio de Dios. Inclusive, la manera de servir, o la función como servidores, ha sido determinada por Dios mismo, según los dones de cada servidor. Para ilustrar esto, Pablo echa mano de una figura muy conocida para sus lectores. La figura de una planta. Alguien tiene que sembrar esa planta. Pablo fue el servidor escogido por el Señor para plantar. Pero después hacía falta que alguien riegue esa planta. Pues el Señor escogió a Apolos para regar esa planta. De esta manera la planta creció, pero no gracias a Pablo o gracias a Apolos sino gracias a Dios porque fue Dios quien dio el crecimiento. De esta manera sólo Dios, el Señor es el único digno de ser adorado. Por esto Pablo dice: ni el que planta es algo ni el que riega es algo, sino Dios que da el crecimiento. Por tanto, el que planta y el que riega, son una misma cosa. Todos apuntan a una misma cosa, una misma meta, y deben trabajar en total unidad y armonía. En algún momento, será el Señor quien evalúe la obra que hace cada uno de los servidores del Señor y conforme a esa evaluación, el Señor entregará recompensas a sus servidores. Así que, amable oyente, no tiene sentido promover la competencia entre los servidores del Señor. Todos somos una misma cosa. Dios el Señor es el único que merece ser exaltado.

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