La salvación no se puede perder jamás

Saludos cordiales amigo, amiga oyente. Qué gozo es para nosotros compartir con Ud. estos momentos. Bienvenido al estudio bíblico de hoy. El tema de esta serie tiene que ver con los 10 Primeros Pasos para el nuevo creyente. Un plan sencillo de discipulado para nuevos creyentes, escrito por el Dr. Woodrow Kroll, Director general de Back to the Bible Internacional. Hemos entrado ya al primer paso de este programa. Este paso se titula: Asegúrese de que es salvo. En nuestro estudio bíblico último vimos que la salvación no depende de las buenas obras que una persona pueda hacer sino de la fe en la persona y obra del Señor Jesucristo. Luego de un análisis profundo del asunto de la salvación, el apóstol Pablo llegó a una conclusión importante. Romanos 3:28 dice: «Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley». Si Ud. amigo oyente, ha creído a Dios y por tanto ha recibido a Cristo como Salvador, entonces Ud. es salvo. Pero por otro lado, si Ud. amigo oyente, no ha creído a Dios y por tanto no ha recibido a Cristo como Salvador, entonces Ud. está perdido y va camino a su condenación eterna. En el estudio bíblico de hoy, David Logacho nos hablará de que además de asegurarse de ser salvo es necesario asegurarse de que nunca se puede perder esa salvación.

Si un nuevo creyente desea sinceramente crecer en su vida cristiana, debe primeramente asegurarse de que es salvo. Esto es básico porque si no hay salvación, tampoco ha habido nuevo nacimiento y sin nuevo nacimiento mal se puede hablar de vida espiritual. Pero además de esto, amigo oyente, es necesario también que ese nuevo creyente que ya sabe que es salvo, sepa también que esa salvación no se puede perder jamás. Hoy en día existe una gran cantidad de creyentes que cual hábiles malabaristas, armados de una vara para mantener el equilibrio, se aferran precariamente a la cuerda floja de la salvación. Según ellos, mientras no pequen, siguen siendo salvos, siguen sobre la cuerda floja, pero si por desgracia llegan a pecar, pierden el equilibrio y caen de la cuerda floja de la salvación para quedar como eran antes de ser salvos. ¿Es Ud. también un malabarista espiritual sobre la cuerda floja de la salvación? Si es así, es dudable que Ud. pueda crecer normalmente en su vida cristiana porque siempre estará latente el temor a perder su salvación y eso será un serio obstáculo para progresar en la vida cristiana. Quitar este obstáculo es sencillo, simplemente se trata de confiar en lo que ha dicho Dios en su palabra. Así como la salvación es cuestión de fe en Cristo Jesús, también la seguridad de salvación es cuestión de fe en Cristo Jesús. A todos, a veces nos ataca la duda sobre si somos o no salvos. ¿Quién tiene que proveer la respuesta a esta pregunta? No son nuestras emociones o nuestros sentimientos o nuestro razonamiento. Todo esto es variable y más aún falible. Pero hay algo que no es variable ni falible, que nos puede dar la respuesta. Eso es la invariable e infalible palabra de Dios. Veamos pues qué es lo que dice sobre la seguridad de la salvación. Tomemos el testimonio de cuatro personajes que de una manera clara y enfática han afirmado la salvación eterna de los redimidos de Dios. Primero, el testimonio de Jesús. El Señor Jesucristo ha dicho mucho sobre la seguridad eterna del creyente. Entre sus muchas declaraciones sobre esto, permítame tomar aquella que se encuentra en Juan 10:27-30 dice: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos; y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos» Jesús se presenta como el buen pastor. Las ovejas somos aquellos que le hemos recibido como nuestro Salvador. Jesús comienza diciendo que sus ovejas oyen su voz y que él las conoce y que ellas le siguen. Esto nos habla de una relación muy estrecha e íntima entre Jesús y los que somos salvados por él. Conocer no se refiere a un conocimiento superficial, como por ejemplo cuando yo digo que conozco al presidente de mi país. Eso significa un conocimiento superficial. Yo sé quien es, cómo se llama, cuál ha sido su trayectoria política, etc. Pero hasta allí llega mi conocimiento de él. Pero si además de eso, yo fuera su íntimo amigo, entonces podría decir que le conozco personalmente, profundamente. Bueno este es el sentido cuando el texto que leímos dice que Jesús nos conoce. Jesús es nuestro íntimo allegado. Está tan cerca de nosotros que él está en nosotros y nosotros estamos en él. Más íntima no puede ser la relación. Por eso podemos seguirle a donde el vaya. Esto tiene varias implicaciones. Note amigo oyente. Por ser tan conocidos de él, Él nos da vida eterna, sin condiciones y sin limitaciones. Observe el tiempo presente de la declaración. Yo les doy vida eterna. No dice yo les daré siempre y cuando no pequen. No. Lo que dice es que en cualquier instante de tiempo, él nos da vida eterna. Por eso prosigue diciendo: y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Los creyentes estamos en la mano del eterno y soberano Dios el Señor Jesucristo. Nadie puede arrebatarnos o sacarnos a la fuerza de allí. Por eso tiene sentido lo que dijo Jesús: No perecerán jamás. Como si eso fuera poco, Jesús dice que los creyentes hemos sido dados por el Padre a Cristo. Si un creyente pudiera perder la salvación sería como si el Padre estuviera diciendo a su Hijo: Lo siento, he cambiado de opinión, este que te di, no lo puedes seguir teniendo, así que te lo voy a quitar. Dios el Padre no es como un niño que da algo y luego quita. Lo que ha sido dado por el Padre al Hijo está tan seguro como que está en la misma mano de Dios. Por eso Jesús dijo: nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Qué interesante, todo creyente está en la mano del Padre y en la mano del Hijo. Más seguro no se puede estar. Si tan solo creyésemos lo que este pasaje dice, inmediatamente se disiparían todas las dudas sobre nuestra seguridad de salvación. El segundo testimonio es de Juan el Bautista, aquel que preparó el camino del Señor. Note lo que él dijo, hablando de Jesús, según Juan 3:36: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida sino que la ira de Dios está sobre él» Según este texto, la única condición para obtener la vida eterna es cree en el Hijo de Dios, creer en Jesucristo. Ponga mucha atención a esta frase: El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Observe el uso del tiempo presente en el verbo tener. Eso indica que a partir del momento de creer en Cristo como Salvador, el creyente comienza a tener la vida eterna y esa condición nunca cambiará por la eternidad. Nuevamente aquí, el texto no dice: El que cree en el Hijo tendrá vida eterna si no peca, o tendrá vida eterna si ha hecho suficientes buenas obras. Nada de esto. El texto dice simplemente: Tiene vida eterna por siempre jamás. Además, mire el calificativo de la vida que otorga Dios a todos los que creen en Cristo. Dice que es eterna. Vida eterna. Eterno significa por siempre. De qué vida eterna estaríamos hablando si en algún momento Dios nos la quitara por cualquier causa por más razonable que fuera, humanamente hablando. Jesús y Juan el Bautista testifican a favor de la seguridad eterna del creyente. Pero no solo ellos, también el gran apóstol Pablo testificó a favor de ello. Romanos 8:38-39 dice: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro» Es obvio que no existe forma que un creyente sea separado del amor de Dios, y pierda su salvación. Ni aún el mismo creyente puede hacer que él mismo se separe del amor de Dios, porque el texto leído dice: ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios. El creyente es un ser creado y por tanto está imposibilitado de separarse del amor de Dios. Tanto Jesús como Juan el Bautista y Pablo testifican a favor de la seguridad de la salvación. Termino con el testimonio de otro apóstol. Se trata de Juan. Escuche lo que dijo en su primera carta capítulo 5 versículo 13: «Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios» Todo lo que Juan ha escrito en su primera carta, ha tenido un propósito específico para los creyentes. Ese propósito ha sido para que estos creyentes sepan a ciencia cierta que tienen vida eterna. Qué seguridad que comunican estas palabras. El creyente no tiene por qué andar dudando de su salvación. El creyente no tiene por qué andar temeroso de que algún momento va a caer de la gracia. La palabra de Dios dice que los creyentes debemos saber con total seguridad que tenemos vida eterna. Si Ud. amigo oyente, ha estado navegando en las encrespadas aguas de la duda sobre su seguridad eterna, ya es hora de arribar al puerto de la certeza de que la salvación no se pierde. No porque lo diga yo, sino porque así lo ha dicho Jesús, Juan el Bautista, Pablo, Juan y tantos otros que por falta de tiempo no los hemos considerado.

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