Las recompensas eternas

Es muy grato saludarle amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. El tema de estudio es acerca del dinero y las posesiones, en la serie que lleva por título: Dinero y Posesiones a la Luz de lo Eterno. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para hablarnos acerca de las recompensas eternas.

Gracias David, y gracias a Usted amable oyente por honrarnos con su sintonía. Así como la Biblia habla de vida eterna y condenación eterna, también habla de recompensas eternas. No reviste mayor dificultad aceptar el testimonio bíblico acerca de la vida eterna y la condenación eterna, pero por lo general, se hace difícil aceptar el testimonio bíblico en cuanto a las recompensas eternas. Pero Apocalipsis 11:18 habla de dar el galardón a los siervos de Dios, los profetas, a los santos y a los que temen el nombre de Dios. 1 Corintios 4:5 habla de que cada uno recibirá su alabanza de Dios. Mateo 12:19 habla de recibir cien veces más. Efesios 6:8 dice que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor. Mateo 24:27 habla de que se pagará a cada uno conforme a sus obras. Lucas 14:14 habla de que la compasión hacia los necesitados será recompensada en la resurrección de los justos. Lucas 6:35 habla de un gran galardón para los que aman a los enemigos. Mateo 19:21 habla de tener tesoro en el cielo. Apocalipsis 20:6 habla de que reinaremos con Cristo durante el milenio. 1 Corintios 6:3 habla de que los creyentes vamos a juzgar a los ángeles. Esta lista de recompensas no pretende ser completa pero muestra la importancia que da Dios a las recompensas eternas. De modo que, la Biblia es tan cierta cuando habla de la vida eterna y condenación eterna como cuando habla de recompensa eterna. Inclusive la Biblia habla de coronas como recompensas. El Nuevo Testamento habla de la corona de la vida, reservada para aquellos que sufren persecución al punto del martirio, según Apocalipsis 2:10. También habla de la corona incorruptible, reservada para los que ejercitan disciplina en la vida cristiana, según 1 Corintios 9:24-25. Habla también de la corona de gozo, reservada para los que entregan su vida a la evangelización y el discipulado de los demás, según 1 Tesalonicenses 2:19. También habla de la corona de gloria, reservada para los que sirven en el liderazgo como es digno de Cristo, según 1 Pedro 5:1-4. Está también la corona de justicia, reservada para los que se purifican a ellos mismos, ante la inminente venida del Señor Jesucristo, según 2 Timoteo 4:6-8. Esto es una muestra de las recompensas que el Señor Jesucristo dará a los creyentes fieles. Algo digno de notar es que estas coronas serán arrojadas a los pies del Señor Jesucristo, en un acto supremo de adoración a él. Apocalipsis 4:9-11 dice: Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.
De manera que, amable oyente, el estilo de vida que llevamos en el mundo nos hace acreedores a estas coronas o nos hace perdedores de esas coronas. Este es justamente el pensamiento que aparece en 2 Juan 8 donde dice: Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo.
Todo esto implica algo que con mucha frecuencia es pasado por alto. Me refiero al hecho de que habrá diferentes grados de honores en el cielo. No sólo es cuestión de simple lógica: Si las recompensas son dadas según lo que se haya hecho en vida, es de esperarse que no todos los creyentes hagan lo mismo en vida, en consecuencia unos recibirán más honores que otros, sino que, además eso es lo que específicamente dice la Biblia en textos como aquel que habla de que debemos hacernos tesoros en el cielo, no en la tierra. Los tesoros que los creyentes estamos haciendo en el cielo no son los mismos para todos. Unos están haciendo más tesoros en el cielo, otros están haciendo menos tesoros en el cielo. La forma de hacer tesoros en el cielo es mediante la inversión de los recursos materiales, dinero y posesiones, en algo que tiene que ver con la obra de Dios. Cada vez que un creyente da algo de valor material, a la iglesia o a un ministerio cristiano, o a un misionero, o a una persona necesitada, está haciendo un depósito en su cuenta personal en el cielo. Algún día se hará un balance de lo que se ha depositado. Unos habrán depositado más que otros. Los que tengan más tesoro tendrán más honores en el cielo. Por supuesto que en el cielo no habrá envidia ni celos ni rivalidad, pero de todas maneras, habrá diferencias en recompensas. La Biblia declara que la severidad del castigo en el pecado está dada por la gravedad de los pecados cometidos. Hablando de ciudades impías como Corazín y Betsaida, el Señor Jesús dijo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón que para esas dos ciudades. Esto denota que en el infierno habrá grados de castigo conforme a la maldad de las obras realizadas en vida. Es lógico por tanto pensar que en el cielo también debe haber grados de honor conforme a la bondad de las obras realizadas en vida. Mucha gente confunde salvación con recompensas. Pero la salvación es algo pasado. Las recompensas son algo futuro. La salvación es gratis, las recompensas se las gana. La salvación no se puede perder, las recompensas se pueden perder. La salvación es la misma para todo creyente. Las recompensas son diferentes para cada creyente. La salvación es para los que creen, las recompensas son para los que trabajan. La salvación no es por buenas obras, las recompensas son por buenas obras. La fe determina nuestro destino eterno, donde estaremos. La conducta, o la obediencia, determina nuestras recompensas, lo que tendremos allí. Así como existen consecuencias eternas de nuestra fe, existen consecuencias eternas de nuestras obras. Pero tal vez alguien podría razonar y decir: Ya soy creyente, ya sé que de todos modos terminaré en el cielo, así que, ¿Por qué tanto lío sobre el dinero y las posesiones? ¿Por qué no puedo tener lo mejor de los dos mundos? De este y del que me espera. Los creyentes que piensan así, realmente no entienden la importancia de las recompensas eternas. Carecen de la motivación necesaria para esforzarse para ganar las recompensas. Un zorro se jactaba de sus dotes de veloz corredor. Un día quiso demostrar sus habilidades a sus colegas zorros, persiguiendo a un pobre conejo por el campo. Por más que intentó, el conejo fue más veloz y escapó. Cuando los demás zorros le pidieron una explicación del fracaso, el zorro se encogió de hombros y dijo: El conejo corría por su vida, yo corría por mi comida. Allí está la diferencia. ¿Ve? Todo es cuestión de motivación. El apóstol Pablo es uno de los ejemplos más notables de entrega al Señor. ¿Qué es lo que le motivó a vivir de esa manera? Pues las recompensas eternas que le esperaban en el cielo. Observe lo que dice Colosenses 3:1-4 Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
Lo que motivaba a Pablo a vivir como vivió eran las cosas de arriba, donde está Cristo. Entre las cosas de arriba están las recompensas eternas. Todo lo que está en la tierra es transitorio, temporal, sujeto a deterioro o pérdida. Las cosas en la tierra se corrompen por acción de la polilla y el orín o desaparecen por acción de los ladrones. Pero las cosas de arriba son eternas. No corren ningún riesgo. No hay nada de malo en vivir una vida motivada por las recompensas que nos esperan en el cielo. Moisés escogió ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los Egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Ciertamente que existen otros motivos para vivir como a Dios le agrada, como el amor, la obediencia, inclusive el temor, pero también el ganar recompensas o galardones. De manera que, tan bíblico como la vida eterna y la condenación eterna, son las recompensas eternas. La pregunta sería la siguiente, amable oyente: ¿Qué es lo que está haciendo para obtener recompensas eternas? La Biblia nos exhorta a hacernos tesoros en el cielo. ¿Qué tan grande es su tesoro en el cielo en la actualidad? ¿Cuánto ha depositado por medio de ofrendar a su iglesia local, a ministerios como La Biblia Dice… a misioneros, a personas que están en necesidad? Quiera Dios que su corazón se sienta motivado a vivir de tal manera que cuando salga de este mundo, en el cielo le esperen caudalosas recompensas. Esto es lo único que podrá entregar a los pies del Señor en adoración.

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