Celebración de la fiesta de la Pascua

Saludos cordiales, amiga, amigo oyente. Muchas gracias por su sintonía. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. En nuestro último estudio bíblico, examinamos los dos últimos eventos que ocurrieron mientras el Señor Jesús y sus discípulos estaban en el aposento alto en Jerusalén, celebrando la fiesta de la Pascua. Debe haber sido bastante tarde en la noche cuando ocurrió lo que vamos a estudiar en esta oportunidad.

Si tiene una Biblia, ábrala en Lucas 22:39-53. Este pasaje bíblico tiene que ver con los eventos que culminaron con el arresto del Señor Jesús. Lo primero que tenemos es lo que se da por llamar la agonía en Getsemaní. Lucas 22:39-46 dice: Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
Luk 22:40  Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.
Luk 22:41  Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
Luk 22:42  diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Luk 22:43  Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
Luk 22:44  Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Luk 22:45  Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza;
Luk 22:46  y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
Una vez que el Señor Jesús y sus discípulos terminaron de cenar, Lucas registra que el Señor Jesús saliendo se fue, como solía al monte de los Olivos. Los otros evangelistas nos informan que llegó a la ladera occidental del monte de los Olivos cruzando el torrente de Cedrón, donde había un huerto que se llamaba Getsemaní. Este nombre significa prensa de aceitunas. Seguramente en este huerto debe haber habido muchos olivos, cuyo fruto, las aceitunas, se utilizaban para extraer el aceite de oliva. Para esto, se sometía a enorme presión a las aceitunas previamente molidas. No es casualidad que el Señor Jesús haya estado en este lugar donde fue arrestado. Dentro de poco él también iba a ser molido y prensado por nuestros pecados. Lucas también registra que los once apóstoles, porque Judas Iscariote había salido antes, siguieron al Señor Jesús. Una vez que llegaron al huerto de Getsemaní, Mateo y Marcos relatan que ocho de los apóstoles se quedaron a la entrada del huerto de Getsemaní y el Señor Jesús llevó consigo a los otros tres, a Pedro, Jacobo y Juan. El encargo a los discípulos fue que oren para que no entren en tentación. Seguramente se estaba refiriendo a la tentación de huir abandonando al Señor Jesús. Una vez dicho esto, el Señor Jesús se apartó de ellos a distancia de un tiro de piedra, esto significa hasta donde podía ser oído, y en ese lugar, el Señor Jesús se puso de rodillas para orar. La oración a su Padre celestial decía: Padre, si quieres, pasa de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya. Cuando el Señor Jesús hizo referencia a la copa, se estaba refiriendo a todo lo que tendría que soportar a partir del momento de su arresto, incluyendo su muerte por crucifixión. La oración del Señor Jesús en el huerto de Getsemaní, no debe entenderse en el sentido de que el Señor Jesús estaba resistiendo la voluntad del Padre. El Señor Jesús está manifestando su perfecta humanidad. Pero aunque esta copa era horrenda para él, en todo sentido, no sólo desde el punto de vista de su humanidad, sino más desde el punto de vista de su divinidad, porque implicaba que iba a ser hecho pecado por nosotros, sin embargo, estaba dispuesto a tomarla porque era la voluntad del Padre. En su oración estaba sometiendo de manera consciente, deliberada y voluntaria, todos sus deseos humanos a la voluntad perfecta de su Padre. Algo interesante en este punto es reconocer que al orar a su Padre, el Señor Jesús dijo que no quería que se haga su voluntad sino la voluntad de su Padre. Esto va en contra de aquellos que hoy en día tratan de imponer su voluntad sobre la voluntad del Padre, cuando decretan lo que ellos quieren, o declaran lo que ellos quieren, pensando que el Padre está obligado a cumplir con lo que ellos han decretado o han declarado. La presión espiritual y física sobre el Señor Jesús en estos momentos fue de tal magnitud que fue necesaria la presencia de un ángel del cielo para fortalecerle. Lucas registra que el Señor Jesús estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Esto podría interpretarse en forma literal o en un sentido figurado. Según los entendidos en medicina, cuando una persona está en gran angustia es posible que brote sangre mezclada con sudor por los poros de su piel. Se llama hematohidrosis o hematidrosis que significa sudar sangre. Pero puede ser también que a lo que Lucas se refiere es que las gotas de sudor eran tan grandes que parecían gotas de sangre cayendo a tierra. Cuando el Señor Jesús se levantó de orar, vino hacia donde estaban sus discípulos, y los encontró durmiendo. Según los otros evangelios, esto aconteció por tres ocasiones. La razón para dormir en lugar de orar como les pidió el Señor Jesús fue por la tristeza. No debemos ser prontos para condenar a estos entristecidos discípulos, porque tantas veces nosotros hacemos exactamente lo mismo. Nos dormimos en la autocompasión, en lugar de velar en oración. Ante esto, el Señor insistió en su pedido a sus discípulos y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación. La oración del Señor Jesús en el huerto de Getsemaní fue contestada por el Padre, porque los eventos siguieron su curso tal cual como el Padre lo decidió de antemano. Se estaba haciendo la voluntad del Padre, tal cual como el Señor Jesús pidió en oración. Con esto en mente, vayamos a la segunda parte de nuestro pasaje bíblico. Tiene que ver con el arresto al Señor Jesús. Lucas 22:47-53 dice: Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle.
Luk 22:48  Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
Luk 22:49  Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
Luk 22:50  Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
Luk 22:51  Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó.
Luk 22:52  Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra él: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos?
Luk 22:53  Habiendo estado con vosotros cada día en el templo,(L) no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.
Llegó el momento de la traición. De pronto apareció una turba armada con espadas y palos. La integraban los principales sacerdotes, los jefes de la guardia del templo, y los ancianos, el sanedrín. Al frente de todos estaba Judas Iscariote, listo para su obra más tenebrosa. La turba esperaba la señal de Judas Iscariote para entrar en acción y arrestar al Señor Jesús. La señal era el beso de la traición. Judas Iscariote se acercó entonces hasta el Señor Jesús para besarle. El Señor Jesús no opuso ninguna resistencia. Simplemente hizo patente lo horrendo de la acción de Judas Iscariote, cuando le hizo la pregunta: Judas, ¿Con un beso entregas al Hijos del Hombre? Percibiendo lo que sucedía, los discípulos del Señor Jesús hicieron la pregunta: Señor, ¿heriremos a espada? En otras palabras: ¿Nos autorizas a defendernos utilizando las espadas que tenemos con nosotros? Antes que el Señor Jesús articule la respuesta a la pregunta, entró en acción uno de los discípulos. Los otros evangelios nos informan que se trató de Pedro, el siempre impulsivo Pedro. Confiando en su propio razonamiento, no esperó la respuesta del Señor Jesús, desenvainó su espada y debe haber hecho el movimiento típico para cercenar la cabeza de quien tenía más cerca. Se trataba de un siervo del sumo sacerdote, quien, según otro de los evangelios, se llamaba Malco. Como Malco debe haber hecho el movimiento típico para evitar ser alcanzado por la espada, logró evitar que la espada le corte el cuello, pero no pudo evitar que la espada le corte la oreja derecha. En este punto, el Señor Jesús reprendió a Pedro y a los demás diciéndoles: Basta ya; dejad. Esto significa. Vuelvan sus espadas a su lugar. Este no es el momento para usar armas físicas para atacar o para defendernos. Lo que tiene que pasar va a pasar porque así lo ha determinado mi Padre. Al mismo tiempo, el Señor Jesús tocó la oreja de Malco y quedó como si nada hubiera pasado. Fue un milagro que benefició al enemigo. Luego, el Señor Jesús se dirigió a la turba y les reprendió por haber venido preparados como si fueran a atrapar a un ladrón. Nada de eso era necesario. Ellos pudieron haberlo arrestado cuando el Señor Jesús enseñaba en el templo, pero no pudieron hacerlo, porque todavía no había llegado la hora determinada por el Padre. En ese momento, allí en el huerto de Getsemaní, sin embargo había llegado la hora determinada por su Padre para que sea arrestado. No hacía falta una turba armada para ello, porque el Señor Jesús sabía perfectamente que eso iba a pasar y estaba dispuesto a no oponer resistencia porque era el momento en el cual la potestad de las tinieblas hará lo que el Padre determinó que hiciera. En nuestro próximo estudio bíblico examinaremos lo que sucedió después. Es imposible describir con palabras lo que el bendito Hijo de Dios tuvo que padecer, aún antes de hacer su sacrificio en la cruz, a favor de personas pecadoras como yo. El corazón no cabe de gratitud a mi amado Salvador por su incomparable amor hacia mí.

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