Dos debilidades que manifestaron los discípulos del Señor Jesús

Cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Lucas. En esta oportunidad vamos a examinar dos debilidades que manifestaron los discípulos del Señor Jesús, que tristemente también se manifiestan en nosotros hoy en día.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 9:46-56. Para entender a cabalidad este pasaje bíblico es necesario considerar lo último que vimos en nuestro último estudio bíblico. El Señor Jesús había ordenado a sus discípulos que permitan que penetre bien en sus mentes sus palabras relacionadas con el hecho inevitable que el Señor Jesús, el Hijo del Hombre, será entregado en manos de hombres. El Señor Jesús se refería a su inminente sacrificio en la cruz del Calvario. Lucas hace un comentario acertado de la actitud de los discípulos cuando oyeron lo que el Señor Jesús les dijo. Se encuentra en Lucas 9:45. La Biblia dice: Mas ellos no entendían estas palabras pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre estas palabras. Al igual que muchas personas, los discípulos también, esperaban que de un momento a otro, el Señor Jesús, se levante como un poderoso Rey, que destrone al emperador Romano y obtenga libertad para el pueblo de Israel. Con esto en mente, los discípulos sacaron algo que lo tenían muy dentro, debilidades de carácter, como falta de humildad, deseos de exclusividad y falta de amor. En cuanto a la falta de humildad, como los discípulos eran los más cercanos al Señor Jesús, ellos esperaban ocupar los lugares de honor en el reino de Dios, con los consiguientes privilegios. Los discípulos eran tan humanos como nosotros. Muy dentro de todos nosotros, está ese deseo por ocupar los lugares más importantes con todos los privilegios. Absorbidos por esta forma de pensar, los discípulos del Señor Jesús, no entendían, o mejor, no querían entender el mensaje del Señor Jesús en cuanto a que iba a ser entregado en manos de hombres, esto es, que iba a morir. ¿Cómo pensar que aquel en quien habían puesto todos sus anhelos de grandeza podría morir? Por eso temían tanto preguntar al Señor Jesús sobre lo que había dicho. Esto explica lo que dice Lucas 9:46 dice: Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor. Irónico, ¿No le parece? Mientras el Señor Jesús tenía su mente en su inminente sacrificio, sus discípulos discutían en cuanto a quien de ellos sería el mayor, o el más importante. El Señor Jesús confronta esta horrenda falta de humildad por medio de lo que hizo, según Lucas 9:47-48. La Biblia dice: Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí,
Luk 9:48  y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió;(K) porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande.
Usando su omnisciencia, como Dios en forma humana, el Señor Jesús sabía lo que había en el corazón de sus discípulos y se dispuso a confrontarlo. Para ello, tomó a un niño y lo colocó a su lado. Mirando a sus discípulos y al niño, el Señor Jesús les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió. La lección es obvia. La verdadera grandeza se manifiesta en el amoroso cuidado de los pequeños, de los desvalidos, de aquellos a quienes la mayoría de este mundo los ignora. De manera que aquel que se humilla a sí mismo, al punto de sentirse cómodo codeándose con lo que el mundo desprecia, es el más grande a los ojos de Dios, porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande. Grandiosa lección sobre la humildad para los discípulos. La segunda debilidad de carácter que manifestaron los discípulos, tenía que ver con ese humano deseo de sentirse los únicos, los exclusivos, los que hacen cosas que nadie puede hacer sino ellos solos. Note lo que sucedió. Se encuentra en Lucas 9: 49-50. La Biblia dice: Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
Luk 9:50  Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Interesante que fue Juan, el discípulo amado, quien trajo esta inquietud al Señor Jesús. Obviamente, todavía estaba en proceso de crecer hacia la madurez. Más adelante, después que el Señor Jesús murió y resucitó, el apóstol Juan jamás haría lo mismo. En esencia, trajo al Señor Jesús una queja. ¿Cómo es posible que alguien esté echando fuera demonios, sin nuestro conocimiento y más todavía sin nuestro consentimiento? Como si esto fuera poco, a quien vimos echando fuera demonios, lo hacía en tu nombre. ¿Cómo así? ¿Qué derecho tiene para usar tu nombre cuando echaba fuera demonios? Pero además de quejarse, Juan informó al Señor Jesús lo que él y los demás apóstoles habían hecho. Dice que al ver a ese hombre que echaba fuera demonios en el nombre del Señor Jesús, se lo prohibieron. Cuando terminó de hablar, seguramente Juan esperaba algunas palabras de felicitación de parte del Señor Jesús. Después de todo, a lo mejor pensaba Juan, sacamos la cara por el Señor Jesús, protegiendo su buen nombre. Pero el Señor Jesús tenía una manera muy distinta de pensar. Mirando a sus discípulos les ordenó que no prohíban a tal hombre. ¿La razón? Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. De esta manera, el Señor Jesús confrontó el espíritu sectario de sus discípulos. En lugar de sentirse celosos al ver a un hombre que expulsaba demonios en el nombre del Señor Jesús, debían sentirse gozosos de que alguien estaba siendo librado del poder del demonio. Igual debe ser con nosotros hoy en día, amable oyente, porque seguramente usted al igual que yo, ha oído a creyentes que tienen el mismo espíritu sectario que estos discípulos. Según ellos, la iglesia local donde ellos se congregan es la única que tiene la verdad y todas las demás están equivocadas. No sólo piensan así, sino que, si por ellos fuera, estarían dispuestos a prohibir de alguna manera el funcionamiento de otras iglesias. Pero no hay razón para pensar así, amable oyente. Por supuesto que necesitamos ser celosos por la sana doctrina, pero si la iglesia local donde nos congregamos proclama sana doctrina, no es la única que lo hace. No son muchas, pero existen otras iglesias que también proclaman sana doctrina, de modo que no debemos pensar que la iglesia donde nos congregamos es la única. La tercera debilidad de carácter de los discípulos es la falta de amor. Note lo que sucedió. Se encuentra en Lucas 9:51-56. La Biblia dice: Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
Luk 9:52  Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.
Luk 9:53  Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
Luk 9:54  Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?(L)
Luk 9:55  Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
Luk 9:56  porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
La vida del Señor Jesús fue cuidadosamente planificada por su Padre celestial. Cuando llegó el momento para que sucedan las cosas decididas de antemano por el Padre, esto es su muerte, resurrección y ascensión a la gloria de su Padre, el Señor Jesús afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Esto significa que con decisión firme, sabiendo lo que iba a pasar allí dentro de poco, se encaminó a Jerusalén. La costumbre en aquella época, era que cuando un Rey se disponía ir a algún lugar, enviaba primeramente una delegación para hacer los preparativos necesarios. Conforme a esto, algunos de los discípulos se adelantaron hacia la próxima aldea para preparar la llegada del Señor Jesús. Esta aldea estaba habitada por Samaritanos. Los Samaritanos eran una mezcla de sangre judía, con sangre no judía, por lo cual eran despreciados por los judíos y en reciprocidad, los Samaritanos también despreciaban a los judíos. Esto tal vez fue el motivo para que los Samaritanos dejen en claro que no querían que el Señor Jesús entre en su aldea. Por este motivo, Jacobo y Juan, los hijos del trueno, dos de los tres más cercanos al Señor Jesús, le consultaron diciendo: ¿Quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? ¡Vaya! Jacobo y Juan buscaban la revancha o la venganza. No tenían nada de amor hacia esos obstinados e incrédulos Samaritanos. Para Jacobo y Juan, la acción lógica ante el desprecio de los Samaritanos era consumirlos con fuego. ¿Cuál fue la reacción del Señor Jesús? Pues reprendió a Jacobo y Juan, diciéndoles: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois. En otras palabras, todo lo que ustedes están pensando está mal. Luego les dijo: Porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. El Señor vino para manifestar su amor inclusive a los que le rechazan, y murió por ellos en la cruz. Los creyentes tenemos que imitar a nuestro Salvador, no en el sentido de morir por los que lo rechazan, Cristo ya murió por ellos, sino en el sentido de amarlos como Cristo los ama y en consecuencia, haciendo todo lo posible para compartirles el Evangelio de modo que tengan la oportunidad de ser salvos.

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