El Señor Jesús alimentando a una multitud

Es un gozo para mí saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Lucas. En esta oportunidad veremos al Señor Jesús, alimentando a una multitud, partiendo de cinco panes y dos peces.

En nuestro estudio bíblico último, vimos al Señor Jesús enviando a los doce a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Los doce cumplieron a cabalidad con el mandato y una vez terminada su misión, retornaron al lugar desde donde habían sido enviados, lugar en el cual estaba el Señor Jesús. Este es el antecedente del pasaje bíblico que tenemos para nuestro estudio bíblico de hoy. Se encuentra en Lucas 9: 10-17. Lo primero que notamos es el viaje al lugar de los hechos. Lucas 9:10 dice: Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.
Como buenos mensajeros, al terminar su misión, los doce volvieron al Señor Jesús quien les envió, para informar todo lo que habían hecho. Al escuchar el informe de todo lo que los doce habían hecho, el Señor Jesús debe haber reconocido que los doce estaban cansados por el esfuerzo realizado. Los que servimos al Señor anunciando su palabra, nos podemos identificar con esto. No es tarea fácil. Los obstáculos son muchos. El enemigo hace todo lo posible para estorbar la obra. Sin embargo, la victoria es segura. Al mirar hacia atrás en su ministerio, el apóstol Pablo dijo lo que tenemos en 2 Timoteo 4:7  He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
Hacer la obra del Señor en la manera que el Señor quiere, implica pelear una batalla. El enemigo es poderoso, pero más poderoso es Aquel que está en nosotros. Al ver a los doce cansados, el Señor Jesús los tomó a todos y se retiró con ellos a un lugar desierto, cercano a la ciudad llamada Betsaida. Esta ciudad está en la costa noreste del mar de Galilea, contigua a la desembocadura del río Jordán. Me imagino que habrá sido un lugar apacible y acogedor. Admiro la compasión de mi Salvador. Quería que sus apóstoles descansen después de un trabajo agotador. Los siervos del Señor también necesitamos descansar. La sobreactividad no necesariamente es sinónimo de espiritualidad. Sin embargo, el propósito altruista del Señor Jesús para con sus discípulos se vio frustrado por un imprevisto. Lucas 9:11 dice: Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
El Señor Jesús estaba siempre en la mira de la gente que buscaba sus favores, no necesariamente su persona. Cuando la gente supo que el Señor Jesús se había trasladado a aquel lugar cerca de Betsaida, le siguió. En este punto vemos otra muestra de la compasión del Señor Jesús. En lugar de ignorar a la gente por obstaculizar su propósito de permitir que sus discípulos se tomen un descanso, el Señor Jesús los recibió, porque sabía que era una multitud necesitada de sanidad, no sólo en el plano físico, sino principalmente en el plano espiritual. Por eso Lucas dice que el Señor Jesús les hablaba del reino de Dios, lo más importante, y su mensaje era autenticado como proveniente de Dios, por medio de sanar a los que necesitaban ser curados. La necesidad de descanso de sus discípulos era importante, pero más importante era el alma de miles de personas que estaban ciegas a su condición espiritual y necesitadas de sanidad física. El descanso de los doce podía esperar, las almas perdidas no. En cualquier momento podrían salir de este mundo a una eternidad de condenación. El mensaje del Señor Jesús debe haber sido tan cautivante que las horas se pasaron como si fueran minutos. Los doce reconocieron entonces que se estaba originando un gran inconveniente. Lucas 9:12 dice: Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.
Los doce eran tan humanos como usted y yo amable oyente. Miraron la situación y diseñaron un plan humano, muy razonable, pero humano. Viendo que las sombras de la noche se aproximaban, los doce se acercaron al Señor Jesús, para pedirle que haga lo que el humano razonamiento aconseja. Dijeron al Señor Jesús: Despide a la gente. De esta manera la gente podría ir a algún lugar en los alrededores, para pasar la noche y comer, porque en el lugar donde estaban no había nada, era un lugar desierto. En esto vemos un contraste entre la compasión del Señor Jesús, al recibir a la gente y predicarles y sanarles, y la falta de compasión de los doce, cuando en el fondo estaban diciendo: Ahórranos un problema, despide a la gente. Allá ellos. Que cada cual se arregle como pueda. Aquí es donde entra en acción no sólo la compasión, sino el poder del Señor Jesucristo para satisfacer una necesidad que era imposible satisfacer humanamente. Se conoce como el milagro de la multiplicación. Lucas 9: 13-17 dice: El les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.
Luk 9:14  Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.
Luk 9:15  Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
Luk 9:16  Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.
Luk 9:17  Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.
Al mirar el problema, el Señor Jesús ordena a los doce diciéndoles: Dadles vosotros de comer. Al oír el mandato, me imagino que los doce se miraron entre ellos, y reconocieron que sus manos estaban vacías. Inclusive los cinco panes y los dos pescados que tenían, no eran de ellos, sino de un muchacho que generosamente puso a disposición de los doce todo lo que tenía. Ya que no tenían nada, aparte de los cinco panes y los dos pescados, una opción sería que alguien les dé suficiente dinero para buscar algún lugar donde comprar alimentos para toda la multitud. Pero aún esta opción era compleja, porque no tenían dinero, el Señor Jesús no tenía dinero, y aún si tuvieran el dinero, ¿dónde podrían encontrar alimento suficiente para una multitud tan grande? Sólo los hombres eran cinco mil. Contando mujeres y niños, quienes también comen, serían de quince a veinte mil. En otras palabras, humanamente hablando, era imposible alimentar a tanta gente en aquel paraje desierto. Pero lo que no estaban considerando los doce es que entre ellos estaba el Señor Jesús, y si Él les ordenó que den de comer a toda esa gente, es porque Él iba a hacer algo para que los doce tengan lo necesario para cumplir con esa orden. Que principio tan importante, amable oyente. Si Dios nos pide hacer algo en su obra, Dios no está esperando que lo hagamos en nuestra propia fuerza, sino con la fuerza de Dios. Los doce no podían dar de comer a veinte mil personas en medio de un desierto, pero si el Señor Jesús les ordenó eso, por tanto lo podían hacer en dependencia del poder sobrenatural del Señor Jesús. Fue así como el Señor Jesús dispuso que los doce hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta en cincuenta. Esto es algo que los doce podían cumplir sin problema alguno y efectivamente lo hicieron. En este punto aconteció el milagro. El Señor Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, los bendijo y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente. Maravilloso. El Señor Jesús puso su mirada en el cielo, y el cielo se abrió. Los cinco panes y los dos pescados se convirtieron en alimento suficiente para una multitud de quince a veinte mil personas. Los discípulos se encargaron de repartir la comida. Lucas dice que comieron todos, pero no sólo comieron todos, sino que todos se saciaron. Nadie quedó con hambre. Inclusive sobró comida. El texto dice que recogieron lo que sobró, doce cestas de pedazos. Grandioso es el milagro de la multiplicación. Partiendo de algo insignificante, como esos cinco panes y dos pescados, el Señor Jesús lo multiplicó para alimentar a una multitud. Tal vez el Señor esté poniendo en su corazón hacer algo en su obra, amable oyente, y usted se está resistiendo porque se ve a usted mismo y dice: Yo no estoy en capacidad. No olvide que si Dios le pide algo para hacer, Dios mismo se va a encargar de darle los recursos para hacerlo. Lo único que Dios está esperando es que usted se deposite totalmente en su mano, y cuando eso pase, Dios mismo hará el milagro de la multiplicación en su vida, para que cumpla con lo que Dios le ha pedido. Lo poco a los ojos de los hombres es todo lo que Dios necesita para hacer el milagro de la multiplicación. No lo dude. Sólo créalo.

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