El Señor Jesús concluye su mensaje con un poderoso llamado a la obediencia

Es muy grato para mí saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. En esta oportunidad concluiremos con el mensaje del Señor Jesús que muchos lo conocen como es sermón del llano, un mensaje con un gran parecido al sermón del monte que recoge Mateo en su evangelio.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 6:46-49. Esta es la última parte del sermón que predicó el Señor Jesús en un llano de la región de Galilea. El contenido de este sermón se parece mucho al sermón del monte que aparece en el evangelio según Mateo. De hecho, muchos piensan que se trata del mismo sermón, pero en forma resumida. El Señor Jesús concluye su mensaje con un poderoso llamado a la obediencia. Esta sección consta de dos partes, en la primera el Señor Jesús hace un mandato a obedecer en forma de pregunta y en la segunda parte ilustra el mandato a obedecer mediante una parábola. En cuanto al mandato a obedecer, Lucas 6:46 dice: ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
Mucha de la gente que oía el mensaje del Señor Jesús, se admiraba de su doctrina, porque les hablaba con autoridad, no como los escribas y fariseos, y llegaban a la conclusión que Jesús, es realmente el Señor. Este es un título de deidad. Significa que Jesús es el Amo, el Soberano, el Dueño de todo lo que existe en el universo. El título Señor significa que Él tiene absoluta y total autoridad sobre nuestras vidas. Significa por tanto que estamos en obligación de obedecer cualquier cosa que nos pida. El problema de muchos de los que oían el mensaje de Jesús es que le llamaban Señor, el Amo, el Soberano, el Dueño, pero hasta allí llegaban. Se resistían a obedecer lo que Jesús decía. Por eso Jesús les hace un mandato expresado en forma de pregunta: ¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? Nadie debe llamar a Jesús Señor si no está dispuesto a obedecer todo lo que Jesús diga. Deje que este pensamiento se grabe con letras indelebles en su mente, amable oyente. Si decimos que Jesús es Señor, no podemos decir no a algo que nos ordene. Si decimos no a algo que nos ordena, no podemos decir que Jesús es Señor. Así de sencillo. ¿Reconoce que Jesús es Señor, amable oyente? Si su respuesta es afirmativa, como debería ser, entonces necesita demostrarlo por medio de su obediencia a Jesús. Si está obedeciendo, entonces usted es sincero en llamar Señor a Jesús, pero si no está obedeciendo, entonces usted no es sincero en llamara Señor a Jesús. Sus acciones dicen lo contrario de lo que dice su boca y no olvide que las acciones siempre hablan más alto de las palabras. Para ilustrar el mandato a obedecer, el Señor utiliza una genial parábola. Es la segunda parte del pasaje bíblico que estamos estudiando y la última parte del mensaje. Se encuentra en Lucas 6:47-49. La Biblia dice: Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
Luk 6:48  Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.
Luk 6:49  Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
La parábola tiene que ver con dos hombres, dos edificaciones, dos fundamentos y dos resultados. El primer hombre ilustra a aquel que habiendo oído al Señor Jesús, hace lo que el Señor Jesús dice. Es un hombre obediente. El otro hombre ilustra a aquel que habiendo oído al Señor Jesús, no hace lo que el Señor Jesús dice. Es un hombre desobediente. Como mencioné anteriormente, ambos hombres llamaban a Jesús Señor, pero sólo el primer hombre era sincero en su declaración por cuanto obedecía todo lo que Jesús decía. Por contraste, el otro hombre no era sincero en su declaración por cuanto no obedecía lo que Jesús decía. Este hombre llamaba a Jesús Señor, pero sólo de labios para afuera. Con esto en mente, el Señor Jesús se enfoca sobre el primer hombre. Como cualquier persona sensata, este hombre anhelaba construir su casa. Pero antes de iniciar los trabajos de construcción, hizo una planificación minuciosa, reconoció los potenciales peligros y tomando en cuenta esto, comenzó por poner un buen fundamento. Cavó tan profundo como sea necesario hasta encontrar la roca. Cuando halló la roca, colocó sobre esa roca el fundamento para su casa. Una vez colocado el fundamento estuvo listo para edificar su casa. Cuando terminó de construir, la casa quedó lista para albergar a su familia. Como supuso cuando estaba planificando su casa, ocurrió lo que podría pasar. Sobrevino una gran tempestad. Llovió tanto que el agua corría como ríos y golpeaba con furia contra aquella casa. Pero como la casa estaba fundada sobre la roca, la casa no se movió a pesar de la tormenta. Este hombre ilustra a aquel que oye la palabra de Jesús y hace lo que Jesús dice, esto es obediencia. La clave para una vida de victoria a pesar de cualquier adversidad que podamos enfrentar está en obedecer los principios que el Señor Jesús nos ha dejado en su palabra. No es fácil, así como no fue fácil para el hombre de la parábola esto de cavar profundo en la tierra hasta encontrar la roca firme, pero los beneficios son cuantiosos, no solamente en este mundo al otro lado del cielo, sino en el cielo mismo. Pero dejemos por ahora a este hombre obediente, disfrutando de la seguridad de su casa fundada sobre la roca y pongamos atención al otro hombre. Él también tenía el anhelo de construir su casa. No hay ningún problema con esto. Él también debe haberlo planificado bien. Él también debió haber estado consciente de los peligros que tendría que enfrentar su futura casa, pero a diferencia del hombre anterior, este hombre buscó el camino más fácil. El camino más fácil era comenzar la construcción de la casa sobre la tierra, sin ningún fundamento. De esta manera se ahorró, según él, el trabajo de cavar profundo en la tierra hasta encontrar la roca para poner el fundamento en la roca. Cuando terminó de construir su casa, probablemente comparó su recientemente terminada obra con la casa del otro hombre de la parábola y llegó a la conclusión que las dos casas eran idénticas. Tal vez muy dentro de sí pensó que era astuto por haberse evitado el trabajo de poner un fundamento sobre la roca. Todo parecía bien hasta que sobrevino la tormenta. Llovió tanto que corrían ríos de agua que golpearon con fuerza sobre esta casa. No pasó mucho tiempo hasta que esta casa se caiga y fue grande su ruina. Triste final. Este hombre ilustra a aquel que oye la palabra del Señor Jesús, tal vez lo entiende, pero no hace lo que el Señor Jesús dice. Es la desobediencia. La parábola se aplica tanto a incrédulos como a creyentes. En el caso de los incrédulos, el primer hombre simboliza a un incrédulo que al escuchar el evangelio reconoce su trágica condición espiritual y reconoce lo que Dios le ama y por ese amor ha enviado a su Hijo al mundo para recibir el castigo que todo pecador merece, y en un acto de fe recibe al Señor Jesucristo como su único y personal Salvador. Este hombre ha edificado su casa sobre la roca. El Señor Jesús es la roca firme. Puede ser que este hombre enfrente cualquier tipo de adversidad, pero no será derrotado, sino que siempre estará firme no importa si es en este mundo o cuando salga de este mundo. Pero en el caso de los incrédulos, el segundo hombre simboliza a un incrédulo que al escuchar el evangelio, lo desecha pensando que la vida consiste en obtener lo más que se pueda de lo que este mundo puede ofrecer, ya sea riqueza, conocimiento, fama, placer, poder y todo lo demás. No pasará mucho tiempo hasta que sobrevenga alguna adversidad y cuando eso pase, será tarde para reconocer que todo lo que el mundo ofrece no puede satisfacer la necesidad más profunda del alma. Lo único que resta será recibir castigo eterno en el infierno una vez que salga de este mundo. Pero en el caso de los creyentes, el primer hombre simboliza al creyente que reconociendo el señorío de Cristo se somete totalmente a él. La recompensa es enorme no solamente en este mundo sino una vez que salga de este mundo y esté en la gloria de Dios. A los ojos del mundo, un hombre así, habrá perdido su vida, pero a los ojos de Dios, un hombre así, ganará la vida. En el caso de los creyentes, el segundo hombre simboliza a un creyente que a pesar de ser creyente, vive en desobediencia al Señor. Es el típico creyente que vive como si fuera incrédulo. Un creyente así está jugando con fuego, porque cuando venga la adversidad, no encontrará nada a lo cual aferrarse y será grande su ruina. No es que perderá su salvación, pero mientras esté en este mundo perderá el gozo de ser salvo y cuando salga de este mundo perderá sus recompensas en el tribunal de Cristo. Si usted es creyente, ¿Con cuál de los dos hombres se identifica?

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