Las finanzas en la familia cristiana

Es motivo de mucho gozo compartir este tiempo con Usted, amiga, amigo oyente. Bievenida, bienvenido a un nuevo estudio bíblico dentro de la serie titulada: La Familia Auténticamente Cristiana. En instantes más, David Logacho nos hablará acerca de las finanzas en la familia cristiana.

Una vez un hombre muy acaudalado, dueño de varias importantes empresas de construcción, decidió dar el paso de bautismo en agua. El día de la ceremonia, se presentó ante el pastor, y justo antes de bajar las gradas hacia la pileta bautismal, se dio cuenta que había olvidado sacar su billetera del bolsillo de atrás de su pantalón. Preocupado, dijo al pastor en voz baja: Pastor… mi billetera está en mi bolsillo… Esperaba que el pastor le dijera que la saque antes de ser sumergido en el agua. Pero el pastor no lo entendió así. Mas bien, hizo este anuncio a la congregación: Aquí tenemos un claro ejemplo de generosidad sin medida. El hermano acaba de indicarme que va a bautizar también a su billetera. Que Dios le bendiga hermano por su disposición a contribuir generosamente con la obra del Señor en esta iglesia. Sin más, procedió a bautizar al hombre con billetera y todo. ¿Qué le parece? Se dice que lo último que se convierte de una persona es justamente su billetera. Qué bueno sería si hubiera más billeteras bautizadas, entre comillas, en nuestras iglesias. Si fuera así, le garantizo que la obra del Señor no pasaría por la lacerante etapa de las vacas flacas. Pero no solo en la iglesia existen problemas con las finanzas. También en la familia. La fuente de conflicto no es siempre la falta de dinero o el exceso del dinero sino la mala administración del poco o mucho dinero que dispone la familia. Por eso es importante dar atención a lo que se llama la mayordomía del dinero en la familia. Cuando se piensa en la mayordomía del dinero en la familia, casi siempre viene a la mente la idea de dividir los ingresos de la familia entre lo que le corresponde al Señor y lo que corresponde a la familia. Pensamos que si damos cierto porcentaje al Señor, el Señor se quedará tranquilo y la familia podrá hacer lo que le venga en gana con el dinero distante. Pero, ¿es en realidad así? ¿Puedo dar yo mi ofrenda al Señor y luego hacer lo que yo quiera con la diferencia? Me parece que no. Veamos lo que dice la Biblia. Para comenzar, el concepto de mayordomía de todas las cosas, no solo del dinero, parte del principio bíblico de que nada de lo que tenemos es realmente nuestro, sino de Dios. Aún lo que consideramos como nuestras propias vidas, viéndolo bien no son en realidad nuestras, sino de Dios. Dios puede disponer de ellas como quiera y cuando quiera. 1 Corintios 6:19-20 dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” Todo creyente es por tanto un administrador de los bienes de otro, es decir, tiene que ser un mayordomo en el amplio sentido de su significado. Olvidémonos por tanto de la idea tan prevaleciente de que al ofrendar estamos dando a Dios algo que es nuestro. No, en realidad estamos devolviendo algo que le pertenece a él. Nuestra responsabilidad como mayordomos es utilizar de la mejor manera los recursos que Dios nos ha dado, no para nuestro propio beneficio personal, sino para beneficio del dueño de esos bienes, es decir para beneficio de la persona de Dios. Para conseguir esto, es necesario que primeramente nos demos personalmente a Dios. Esto fue exactamente lo que hicieron los creyentes de Macedonia. 2 Corintios 8:5 dice: “Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios” Está bien por tanto ofrendar una parte de los ingresos económicos que nos da el Señor, pero además, tenemos que buscar su guía en la manera de usar el resto. Mucho de los conflictos, temores y ansiedades en la familia, a causa de las finanzas, se eliminarían si todos entendiéramos que como mayordomos estamos simplemente administrando los bienes del Señor. Cuánto temor debería causarnos administrar mal esos bienes. Con esta idea en mente, permítame sugerir algunos principios que serán útiles para administrar correctamente los recursos económicos que Dios ha puesto a nuestra disposición. Número uno, jamás olvide dar a Dios lo que a él le pertenece. En cuánto a la cantidad, ésta ha sido establecida en el Nuevo Testamento con las palabras de 1 Corintios 16:2 “según haya prosperado” y 2 Corintios 9:7 “como propuso en su corazón” Para algunos esto significa un 10% de sus ingresos. Esto estaría bien, siempre y cuando el 10% sea solamente un punto de partida para paulatinamente ir aumentando este porcentaje a medida que Dios va prosperando más y más. La experiencia de muchos creyentes ha sido que comenzaron dando al Señor un 10% y terminaron dando al Señor un 90% de los ingresos. Esto es lo que está implicado en la declaración: según haya prosperado. No seamos tacaños en lo que ofrendamos al Señor. 2 Corintios 9:6 dice: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente;  y el que siembra generosamente, generosamente también segará” Número dos. Jamás use el dinero como una arma para atacar al otro cónyuge. El dinero es un bien material de Dios puesto a nuestra disposición para edificar la familia, no para destruir la familia. Una vez un esposo llegó feliz a su casa porque se había comprado el rifle de cacería que tanto había deseado. Claro que al comprarlo, puso en peligro la provisión para las necesidades básicas del hogar y esto afectó a la esposa en particular. Al siguiente día de esto, la esposa salió de compras y compró la máquina de coser que tanto había deseado, entre comillas. Esto echó por tierra el presupuesto de la familia y como consecuencia se armó la grande entre la pareja. Es necesario evitar el uso del dinero para atacarse mutuamente dentro de la pareja. Número tres. Jamás gaste el dinero en bienes considerados superfluos. Evite ir al compás de la sociedad materializada en la cual vivimos. Conozco familias en las cuales hay dos o más automóviles, un televisor a color en cada dormitorio, un artefacto para cada tarea del hogar, y aire acondicionado hasta para la casa del perro. Mucho de esto se podría eliminar y la vida continuaría igual. Pero no, lo importante es mostrar a los demás cuan opulentos somos, cuanta comodidad tenemos a disposición. Número cuatro, jamás piense solo en Usted mismo. Busque maneras de ayudar a otros con sus bienes. 1 Juan 3: 16-17 dice: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿Cómo mora el amor de Dios en él? Si Dios le ha bendecido con bienes materiales, el propósito de Dios para eso no es solamente para que Usted tenga comodidad, sino también para que Usted sea un canal por el cual Dios pueda derramar sus bendiciones sobre otras personas necesitadas. En la actualidad existen tantos misioneros y ministerios bíblicos necesitados de ayuda económica, Usted podría ser uno de los medios a disposición de Dios para satisfacer estas necesidades. Número cinco, jamás ponga su esperanza en las riquezas. Confiar solamente en los bienes materiales es como estar en medio del océano en un barco que hace agua. Es cuestión de tiempo para que se hunda. 1 Timoteo 6:17-19 dice: “ A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.” Número seis, jamás se endeude más allá de su capacidad de pago. Si voluntariamente ha decidido que debe solicitar un crédito, lo cual de ninguna manera es condenado en la Biblia, evite endeudarse más allá de su capacidad normal de pago. Debe mirar al dinero como un siervo dócil, pero no como un amo despiadado. Si se ha endeudado, pague a tiempo sus deudas. Romanos 13:8 dice: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley” Un creyente moroso, un creyente que busca todo tipo de excusas para no pagar sus deudas es un mal ejemplo de creyente en la iglesia y en el mundo. Así que, amable oyente, Dios nos ha llamado a ser mayordomos de los bienes que le pertenecen en su totalidad. Que Dios mismo nos ayude a ser, sobre todas las cosas, mayordomos o administradores fieles. 1 Corintios 4:2 dice: “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” ¿Es Usted un fiel mayordomo en las cosas que pertenecen al Señor? ¿Es fiel con el dinero que Dios le permite llevar a casa? ¿Es fiel con las 24 horas que tiene al día para hacer la voluntad de Dios? ¿Es fiel con las 52 semanas al año que el Señor nos da a cada uno? ¿Es fiel con los dones y talentos que Dios le ha dado? ¿Es fiel criando a los hijos que Dios le ha dado? Quiera Dios que en su gracia Usted pueda presentarse delante de Dios como un mayordomo fiel.

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