¿Qué creemos? Pt. 2

Hola amigo oyente, hemos empezado una nueva serie en la que evidenciamos la eminente necesidad de ver el evangelio en su totalidad, y es precisamente de eso, de lo que hablaremos en este programa, así que, te invito a que si tienes una Biblia a la mano la abras en Romanos 3 del 21 al 26, esto dice: “Pero ahora,  aparte de la ley,  se ha manifestado la justicia de Dios,  testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo,  para todos los que creen en él.  Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron,  y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia,  mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre,  para manifestar su justicia,  a causa de haber pasado por alto,  en su paciencia,  los pecados pasados,  con la mira de manifestar en este tiempo su justicia,  a fin de que él sea el justo,  y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia?  Queda excluida.  ¿Por cuál ley?  ¿Por la de las obras?  No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos?  ¿No es también Dios de los gentiles?  Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión. ¿Luego por la fe invalidamos la ley?  En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”.

Entonces, quiero analizar este pasaje que acabamos de leer, y quiero que veas en el núcleo del texto cinco elementos principales involucrados en el evangelio. Cuando leemos Romanos capítulo 3, versículo 21, puedes apreciar que la primera palabra nombrada es “pero”, Pablo está haciendo una transición en el versículo 21 a partir de un argumento que comenzó atrás en el capítulo 1, versículo 18, hasta el capítulo 3, versículo 20, en estos versos nos ha dado un retrato de la relación entre Dios y el hombre. De hecho, por favor, vuelve conmigo al capítulo 1. Romanos capítulo 1, versículo 16. Podríamos decir que este es un verso temático para el Libro de Romanos, allí Pablo dice: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación”, y luego al llegar al versículo 18 comienza a describir quién es Dios; describe su carácter y, curiosamente comienza con la ira de Dios. El versículo 18 dice: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”. Hay una imagen de Dios y quiero que veas tres atributos enfáticos.

El primer lugar, Dios es nuestro creador. Desde la creación del mundo, sus cualidades invisibles se han dado a conocer. Por favor, desciende un poco más hasta el versículo veinticuatro, este dice: “Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos”. Lo que Pablo está diciendo al inicio del capítulo 1 de Romanos es que Dios nos ha creado, Él se ha mostrado a nosotros revelándose a sí mismo como nuestro Creador. Entonces, nosotros le pertenecemos, Él nos posee y tiene todos los derechos sobre nosotros. Esta es la clave, Dios es creador.

Segundo, Dios es juez. Lo puedes descubrir a medida que lees el capítulo 2 desde el versículo 1 hasta el versículo 16. Puedes apreciar el juicio de Dios mencionado una y otra y otra vez. Mira lo que dice: “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios. Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio”.

Querido oyente, es una realidad, Dios te juzgará. Serás juzgado por Dios y su juicio es justo. ¡Esto es algo aterrador! Ahora, cuando llegas al capítulo 3, versículo 5 se explica que Dios es justo y trae su ira sobre nosotros, y es justamente aquí donde la ira de Dios está ligada a su justicia. Romanos 1:18 a 3:20 dice: “y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor, y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad”.

La realidad es que, nuestro Creador un día nos juzgará a cada uno de nosotros y no habrá nadie que esté más allá de su juicio. Afortunadamente, observemos lo que se nos dice en capítulo 3, versículo 21, Martin Lloyd Jones llamó a esto las dos palabras más grandiosas de toda la Biblia porque no nos quedamos únicamente con el juicio de Dios. Encontramos una verdad maravillosa en el versículo 24 esto dice: “siendo justificados gratuitamente por su gracia”. Es la gracia de Dios a través de la redención que vino por Cristo Jesús. Aquí está el tercer atributo. Dios es creador, Dios es juez y Dios es misericordioso. Él te da un favor inmerecido.

Estos son los retratos de Dios en Romanos 1 al 3, y quiero que los guardes porque después de llegar a esta nueva verdad sobre el hombre, vamos a ver cómo esto es un gran problema, que Dios es creador, Él es juez y Él es misericordioso. Así que comenzaremos a ajustarnos al Dios de gracia del universo, no digo que estos sean sus únicos atributos, pero cuando se trata del Evangelio estos son atributos que debemos entender, que Él nos creó, que nos juzga con un juicio justo y que es misericordioso. La segunda frase de nuestra oración es: “el justo y misericordioso Dios del universo miró a la gente irremediablemente pecadora” esta verdad se ve reflejada en Romanos 3, 23 que dice: por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”

Cada uno de nosotros, cada persona en toda la historia, estamos destituidos de la gloria de Dios. De hecho, si regresas al capítulo 3 versículos 9 y 10, ves una de las acusaciones de la humanidad más latentes en cualquier lugar de las Escrituras. Escucha lo que dice, Pablo comienza a citar el Antiguo Testamento en el versículo 10, cuando dice: “No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 8:10-18).

Permíteme hacer hincapié en algo importante, estos versos están hablando de ti y de mí, nuestras gargantas son tumbas abiertas, nuestras lenguas practican engaño, veneno de víboras hay en nuestros labios llenos de maldiciones y amargura, ruina y miseria van marcando nuestros caminos, sin temor a Dios ante nuestros ojos. Esta es una acusación espeluznante contra el hombre, gente irremediablemente pecaminosa.

Ahora, ¿qué significa eso? Creo que hay tres verdades principales implícitas aquí en Romanos capítulo 3. Número uno, significa que nos hemos rebelado contra Dios, somos seres irremediablemente pecaminosos. En el contexto completo de Romanos 3, 20 al 26 se está hablando de la ley de Dios y de cómo la hemos quebrantado o transgredido. Todos hemos ido en contra de esta ley. Es la imagen que se inauguró en Génesis capítulo 3, con Adán y Eva en el jardín. ¿A quién le importa si Dios dijo, no coman de ese árbol? ¿Quién es él? De todas formas, vamos a hacer lo que queramos. Rebelarse contra la ley de Dios, ahí es donde comenzó el pecado y está latente en nuestras vidas. Todos nos hemos rebelado contra la ley de Dios, hemos rechazado su señorío en nuestra vida y hemos dicho que vamos a hacer las cosas a nuestra manera.

Ahora, piensa por un momento esto, Dios le dice al viento y a la lluvia, sopla aquí y cae allí y lo hacen de inmediato. Dios llama a las nubes y le obedecen. Él llama a toda su creación y obedecen inmediatamente. Este Dios, a quien toda la creación responde en obediencia perfecta viene al hombre y le dice: haz esto, y el hombre lo mira a la cara y le dice, ¡no!, ¡no!, voy a hacer las cosas a mi manera. Qué audacia para rebelarse contra Dios y lamento decir que todos somos culpables, nos hemos rebelado contra Él.

En segundo lugar, estamos separados de Él, todos hemos pecado y no hemos alcanzado su gloria, basta con decir en este punto que la mayoría de las veces la gloria de Dios se equipara con su presencia. La imagen que hemos obtenido aquí en Romanos 3, 23 es que, debido a nuestro pecado, estamos aislados de la gloria de Dios. Estamos separados de la presencia de Dios, incluso al volver al capítulo 3 de Génesis, en un momento Adán y Eva en perfecta comunión con Dios y acto seguido un pecado entra en escena y se han separado de la comunión perfecta con Él. Este es el problema que plantea el pecado. Tenemos que darnos cuenta de esto cuando hablamos del Evangelio, cuando estamos explicándolo a la gente y decimos, bueno, si alguna vez mentiste, entonces has pecado, cuando formulamos la pregunta: ¿alguna vez has hecho cosas incorrectas? Bueno, eso es lo que es el pecado. Y permíteme decirte que ese no es significado del pecado.

Sí, es un efecto del pecado que hacemos cosas equivocadas, pero nuestro problema no es que hayamos hecho cosas incorrectas o que hayamos tomado malas decisiones, nuestro problema es que estamos aislados de la presencia de Dios. Estamos separados de Él porque nos hemos rebelado contra Él y esto nos lleva a nuestra tercera verdad, estamos muertos sin Dios. Esto es lo que Pablo dice en los versículos 19 y 20, dice, pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él”.

Estamos muertos sin Dios. Es por eso que el capítulo 2 de Efesios, el versículo 1 dice que tú estabas muerto en tus delitos y pecados. Cierto profesor solía llevar un día a sus alumnos al cementerio para que lo recorrieran y a cada estudiante desafiaba a hablar sobre las tumbas animando a los muertos a cobrar vida con sus palabras, por supuesto, uno por uno fallaban. Luego los miraba y les recordaba que cuando predican, cuando hablan a personas que no conocen a Cristo acerca de su separación con Dios debido a su pecado, no importa cuán elocuentes sean, ni cuán apasionada sea su invitación, no hay nada en sus palabras que pueda dar vida sino únicamente el Espíritu de Dios. Por lo tanto, la interrogante es: ¿qué puedes hacer para pasar de estar muerto a estar vivo? La respuesta es sencilla, no puedes hacer absolutamente nada. Es imposible que lo hagas, y ese es el punto que Pablo destaca aquí, somos personas irremediablemente pecaminosas y plenamente dependientes del Señor. Solamente Él, en su infinitamente misericordia nos perdona y nos reviste de su misericordia. Esperamos que puedas acompañarnos en nuestro próximo capítulo. Que Dios te bendiga.

 

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