Brotes violentos de persecución contra la iglesia de Cristo

Gracias por estar nuevamente con nosotros, es un privilegio contar con su sintonía, hoy continuaremos con el interesante tema que está desarrollando nuestro hermano David Logacho, “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo”, tenga su Biblia a mano y acompáñenos a conocer que es lo que dios nos quiere decir acerca de esto.

I. Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio de Hechos en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada en el poder del Espíritu Santo. A la par del maravilloso crecimiento de la iglesia tanto en Jerusalén, como en Judea, Samaria y Antioquía de Siria, también hacían aparición de brotes violentos de persecución contra la iglesia de Cristo. Sobre esto trata el tema de nuestro estudio bíblico de hoy. Si es posible busque su Biblia y ábrala en Hechos capítulo 12.

II. Lo primero que vamos a notar es la muerte de Jacobo. Hechos 12:1-2 dice: En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.
La persecución contra la iglesia de Cristo ha tenido varios orígenes. En este caso es el poder político el que se levanta en contra de la iglesia de Cristo. Satanás va a usar a un personaje que llevaba en su sangre la violencia y la impiedad. Se trata de Herodes, quien en aquel tiempo era rey de Judea, nombrado por el emperador romano Claudio. Herodes Gobernó Judea desde al año 37 hasta el año 44 después de Cristo. Se trataba en realidad de Herodes Agripa I, nieto de Herodes el grande, quien ordenó la matanza de los niños menores de 2 años en Belén, cuando nació Jesús. También era sobrino de Herodes Antipas, quien hizo decapitar a Juan el Bautista. Por eso dijimos que Herodes llevaba en su sangre la violencia y la impiedad. La familia de los Herodes en general era despreciada por los judíos por cuanto eran descendientes de Esaú, es decir eran edomitas. Herodes sabía que los judíos le odiaban y por eso trató de congraciarse con ellos por medio de atacar a la iglesia de Cristo, algo que los judíos también odiaban. Ahora que los gentiles eran abiertamente parte de la iglesia de Cristo, el plan de Herodes se volvía más atractivo a los celosos judíos, por cuanto ellos no aceptaban para nada a los que ellos llamaban paganos. El plan siniestro de Herodes comenzó a ponerse en práctica cuando echó mano a algunos hermanos de la iglesia para maltratarlos. Uno de los hermanos que fue apresado por Herodes fue el apóstol Jacobo, el hermano del apóstol Juan. Enceguecido por el odio, Herodes hizo matar a espada a Jacobo. Jacobo tuvo que pagar con su vida el precio de seguir al Señor Jesús. Tal vez poco antes de morir Jacobo se habrá acordado de que cuando él y su hermano Juan pidieron al Señor Jesús que en su reino se sienten el uno a su derecha y el otro a su izquierda, el Señor Jesús les hizo una pregunta: ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Esto tenía que ver con el hecho que antes de la exaltación siempre debe estar la humillación. La respuesta de Jacobo y Juan fue: Podemos. Pues bien, llegó el momento de cumplir la promesa. Jacobo murió como el primer mártir de los apóstoles. Tiempo más tarde, Juan su hermano fue desterrado a la desierta isla de Patmos. Se cumplió lo que prometieron. Pero sigamos con la persecución de Herodes a la iglesia de Cristo. En segundo lugar tenemos el arresto de Pedro. Hechos 12: 3-5 dice: Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Eran entonces los días de los panes sin levadura. Y habiéndole tomado preso, le puso en la cárcel, entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para que le custodiasen; y se proponía sacarle al pueblo después de la pascua. Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.
Herodes se manejaba sobre la base de su propia conveniencia. No le importaba si para eso tenía que matar a personas inocentes. Mató a espada al apóstol Jacobo y eso resultó en aplausos de los judíos. ¡Cuántos más aplausos tendría si también mataba al apóstol Pedro, sabiendo lo mucho que le odiaban los judíos! Así que, sin pensarlo dos veces procedió a prender también a Pedro. Lamentablemente para Herodes, el momento no era ideal para matar a Pedro inmediatamente porque los judíos estaban por celebrar la fiesta judía de la pascua, luego de la cual se celebraba por siete días seguidos la fiesta judía de los panes sin levadura. Durante estos días los judíos estaban dedicados totalmente a lo suyo y no se hubieran dado tiempo para celebrar la muerte de Pedro. Así que, habiéndolo tomado preso, Herodes puso a Pedro en la cárcel, entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para que le custodiasen, esperando que tan pronto pase la fiesta de la pascua, pueda sacarlo de la prisión para entregarlo al pueblo para matarle. Parece muy excesiva la protección a Pedro, ¿verdad? Como si Pedro fuera un peligroso criminal. Pero lo que pasa es que Herodes sabía que en ocasiones anteriores, Pedro había sido librado de la prisión de una manera inexplicable. Herodes estaba determinado a evitar que Pedro se fugue de la cárcel una vez más. Cuando la iglesia supo que Pedro estaba en la cárcel esperando su ejecución, no ideó un plan para liberarlo, no buscó a algún oficial romano para que interceda ante Herodes a favor de él, nada de esto. La iglesia se puso de rodillas para orar a favor de Pedro. Dice el texto que la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por Pedro. Maravilloso, ¿no le parece? Las batallas espirituales se ganan con armas espirituales y la oración es la mejor de ellas. Satanás tiembla cuando ve a una iglesia orando unánime. En tercer lugar tenemos la milagrosa liberación de Pedro. Hechos 12: 6-11 dice: Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel. Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos. Le dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme. Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión. Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él. Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba.
La iglesia hacía sin cesar oración a Dios por Pedro. Es natural que Dios esté respondiendo a esta oración. Debe haber sido la noche anterior al día que Herodes iba a sacar a Pedro de la prisión para ejecutarlo. Esa misma noche, Pedro se encontraba durmiendo en la cárcel entre dos soldados, sujeto a ellos con dos cadenas y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel. ¿Cómo estaría Usted en una cárcel, en esas condiciones, sabiendo que al rayar el alba le van a matar? Yo, ni siquiera quiero pensarlo. Pero Pedro estaba durmiendo plácidamente, como si estuviera en una suave cama. ¿Por qué? Pues porque sabía que su vida estaba no en la mano de Herodes sino en la mano de Dios. Pedro descansaba en la promesa que le hizo Jesús en cuanto a que cuando sea viejo, extenderá sus manos y le ceñirá otro, y le llevará a donde no quiera. Como todavía no estaba viejo, Pedro sabía que todavía no le había llegado la hora de salir de este mundo, así que de alguna manera que por lo pronto no sabía, Dios le iba a librar de morir. Mientras Pedro dormía, se presentó en la celda de la prisión un ángel del Señor, y de pronto la celda se iluminó. Pedro estaba tan dormido que no se despertó cuando entró el ángel a la celda. El ángel tuvo que tocarle en un costado para que se despierte. Luego el ángel le dio instrucciones diciéndole: Levántate pronto. Pedro obedeció y ese instante las cadenas que le sujetaban a los dos soldados se soltaron y quedó libre. Después el ángel le ordenó vestirse y calzarse. El ángel inclusive le ordenó que se envuelva en un manto, me imagino para que no se resfríe al salir al frío de la noche. El ángel entonces sirvió de guía para Pedro. Pedro estaba tan confundido que no sabía si estaba soñando o estaba teniendo una visión. El ángel pasó la primera y la segunda guardia y era como si los guardias estuvieran ciegos. No veían nada. Luego llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle y sin necesidad de que nadie haga nada, la puerta de hierro se abrió sola. Una vez fuera de la cárcel, el ángel acompañó a Pedro a pasar una calle y finalmente el ángel desapareció de la vista de Pedro. Tal vez Pedro se pellizcó a sí mismo para saber que todo eso era real. El texto dice que volviendo en sí, se dijo a sí mismo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba. ¿Qué hará Pedro a continuación? Pues eso será tema de nuestro próximo estudio. Mientras tanto, no se rompa la cabeza pensando qué hacer en ese terrible problema que tiene. Haga como la iglesia en Jerusalén. Ore sin cesar. Estoy seguro que Dios hará algo maravilloso también para Usted.

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