Las circunstancias que acompañaron a Pablo

Que privilegio es para todos los que hacemos La Biblia Dice… Contar con su compañía en esta oportunidad. Si esta es la primera vez que nos sintoniza le contamos que estamos desarrollando un interesante estudio que se titula: “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo”. Quédese con nosotros y conozca que es lo que dios quiere que aprenda en esta oportunidad con respecto a este tema.

I. Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio del libro de Hechos en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada mediante el Espíritu Santo. En nuestro último estudio bíblico asistimos a una sentida despedida entre Pablo y los ancianos de Efeso, la cual tuvo lugar en Mileto. Pablo prosiguió su camino hacia Jerusalén, mientras los ancianos de Efeso retornaron a su ciudad. En el estudio bíblico de hoy, veremos el trayecto que siguió Pablo en su viaje hacia Jerusalén y las circunstancias que le acompañaron. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 21 a partir del primer capítulo.

II. Lo primero que vamos a notar es el viaje hacia Tiro. Hechos 21:1-3 dice: Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara. Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos. Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí.

La separación de los ancianos de Efeso en Mileto había sido penosa para todos, pero les fue preciso seguir adelante. El barco se hizo a la vela con rumbo a Cos en primer término, al siguiente día pasaron por Rodas antes de llegar al puerto de Pátara en Licia. Cos y Rodas son islas cuajadas de historia en la punta sud este de Asia menor, mientras que Pátara, con el puerto vecino de Mira, era un puerto apto para los enlaces marítimos entre Asia, Siria, Fenicia y Egipto. En Pátara dejaron el barco que les había traído desde Troas para tomar otro que iba directo a Tiro, lo que nos hace suponer que sería de tamaño considerable ya que las embarcaciones más pequeñas no solían alejarse mucho de la costa. Los vientos de primavera eran favorables y todo parece indicar un viaje rápido a Tiro. Sin incidentes dejaron a la isla de Chipre a la izquierda y tocaron puerto en Tiro luego de unos cinco días de viaje. El barco tenía que estar en el puerto por un tiempo porque debía descargar allí, antes de proseguir su viaje. En segundo lugar encontramos la estadía de Pablo en Tiro. Hechos 21:4 dice: Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén.

Tiro y Sidón eran dos célebres puertos que daban fama al pequeño país costero de Fenicia, hoy Líbano, durante los siglos que precedieron las conquistas de Alejandro Magno. En la época que Pablo llegó a Tiro, esta ciudad no era más que la sombra de la soberbia ciudad de los siglos 11 y 4 AC, pero retenía aún una importancia limitada como puerto para Fenicia y el sur de Siria. No olvidemos que algunos de los esparcidos a causa de la persecución que comenzó con el martirio de Esteban llegaron a Fenicia, predicando el evangelio sólo a los judíos en la primera época, según Hechos 11:19. Sin duda la obra fue extendiéndose luego a los gentiles y Pablo ya había tenido oportunidad de conocer las iglesias de esta costa al subir desde Antioquía de Siria a Jerusalén para el llamado al concilio, según Hechos 15:3. Es probable pues, que tuviera amigos en la iglesia de Tiro, y como el barco había de permanecer allí siete días a causa de las operaciones de descarga, el apóstol y sus compañeros tuvieron tiempo suficiente para unirse con los suyos. Algunos de los discípulos de Tiro, volvieron a anunciar a Pablo en cuanto a los peligros que le esperaban en Jerusalén, y al parecer los mensajes se distinguían por su claridad y solemnidad. No se trataba de una orden del Espíritu Santo prohibiendo a Pablo a ir a Jerusalén, sino de un anuncio, una vez más, sobre los peligros que Pablo iba a enfrentar en Jerusalén. Es comprensible que los discípulos de Tiro, así como algunos más, intentaran disuadir a Pablo de su viaje a Jerusalén, pero Pablo estaba ligado en espíritu a ir a Jerusalén, según lo que tenemos en Hechos 20:22. En tercer lugar tenemos la partida de Tiro. Hechos 21:5-6 dice: Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos. Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas.

Después de siete días de comunión cristiana, llegó el momento de partir para Pablo. Era tal el aprecio que tenían hacia él los hermanos de Tiro que le acompañaron con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad. Al llegar a la playa, todos se arrodillaron y elevaron a Dios una oración. Luego de orar, se abrazaron unos a otros para despedirse. Pablo y los suyos subieron al barco y los discípulos de Tiro juntamente con sus esposas e hijos volvieron a sus casas. En cuarto lugar encontramos la llegada de Pablo a Tolemaida. Hechos 21:7 dice: Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.

Si entendemos la frase: “Y nosotros completamos la navegación” en el sentido que ese fue el punto final al que llegaron por barco, debemos entender que desde Tolemaida se dirigieron por tierra a su siguiente destino. En todo caso, allí en Tolemaida, Pablo y los suyos tuvieron oportunidad de quedarse un día disfrutando de la hospitalidad de los hermanos en la fe. En quinto lugar, tenemos la llegada de Pablo a Cesarea y los eventos que acontecieron allí. Hechos 21:8-14 dice: Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban. Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles. Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.

El grupo llegó a Cesarea y se hospedó en la casa de Felipe, quien fue uno de los diáconos que se nombran en Hechos 6:1-6, y quien además era evangelista. Habían pasado como 20 años desde que Felipe llegó a Cesarea luego de testificar al eunuco, según Hechos 8:40. Por el hecho que Felipe conocía a Esteban y Pablo tuvo que ver con la muerte de Esteban, debe haber sido muy interesante el encuentro de Pablo con Felipe. En todo caso, mientras Pablo estuvo en Cesarea, hizo su arribo a esa ciudad el profeta Agabo, para una vez más advertir a Pablo sobre los peligros que le esperaban en Jerusalén. Como quince años atrás, Pablo y Agabo colaboraron juntos en aliviar una hambruna que se abatió sobre Judea, según Hechos 11:27-30. Agabo entregó su profecía de una manera muy dramática al atarse los pies y las manos con el cinto de Pablo, y decir: Así atarán los judíos al varón a quien pertenece este cinto y lo entregarán a los gentiles. Agabo dijo que ese mensaje provenía directamente del Espíritu Santo. Al igual que los creyentes de Tiro, los creyentes de Cesarea rogaron a Pablo que no vaya a Jerusalén. Después de todo los que acompañaban a Pablo podía perfectamente llevar la ofrenda de amor a la iglesia de Jerusalén. No sería indispensable que fuera Pablo personalmente. Pero Pablo no accedió a los ruegos de sus acompañantes, diciendo que estaba listo o preparado no solo para ser atado y entregado a los gentiles, sino para morir si fuera necesario por el nombre del Señor Jesucristo. Ante esto, los acompañantes de Pablo, simplemente dijeron: Si es así, que se haga la voluntad del Señor. En este punto es conveniente tratar el asunto de si Pablo desobedeció o no algo que el Espíritu Santo había ordenado. Como antecedente, en otras ocasiones, el Espíritu Santo ordenó algo a Pablo y Pablo sumisamente obedeció. ¿Por qué no lo hizo esta vez en el asunto de ir a Jerusalén? Al respecto se debe anotar que en ningún momento, el Espíritu Santo ordenó a Pablo que no vaya a Jerusalén. Lo que hizo el Espíritu Santo con el mismo Pablo en todas las ciudades donde estuvo, luego con los discípulos de Tiro, más tarde por medio de Agabo en Cesarea, no fue ordenar que Pablo no vaya a Jerusalén, sino simplemente informar que a Pablo le esperaban serios peligros en Jerusalén, incluyendo ser apresado y entregado a los gentiles. Quienes insistían que Pablo no vaya a Jerusalén eran hombres, los acompañantes de Pablo y algunos otros discípulos. Pero los hombres no son el Espíritu Santo, y por eso Pablo no hizo caso a los ruegos de ellos para que no vaya a Jerusalén. Además, cierto que Pablo estuvo en serio peligro de perder la vida cuando llegó a Jerusalén y se dieron los eventos posteriores, pero Dios estuvo atento a todo para que se cumpla su voluntad de que Pablo, aunque sea en cadenas, llegue a Roma para predicar el evangelio. Hechos 23:11 dice al respecto: A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.

De modo que amable oyente, de ninguna manera Pablo desobedeció al Espíritu Santo al proseguir su viaje a Jerusalén. En nuestro próximo estudio bíblico vamos a ver que pasó con Pablo y los suyos al partir de Cesarea. Espero que me acompañe.

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