Jesucristo es superior a todos los profetas conocidos de Israel

Qué gozo es estar nuevamente junto a usted amable oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Hebreos, en la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. En instantes más, David Logacho nos guiará en el estudio de los primeros versículos del primer capítulo del libro de Hebreos, en los cuales se demuestra que Jesucristo es superior a todos los profetas conocidos de Israel.

El libro de Hebreos trata el tema de la preeminencia de Jesucristo. En este libro se nos presenta a Jesucristo como superior a todo y a todos. A lo largo del libro de Hebreos encontramos al autor haciendo comparaciones entre la persona de Jesucristo y varios personajes o elementos importantes de la tradición judía. El primero elemento de comparación son los profetas. En la mentalidad judía, como es natural, el profeta ocupaba un sitio de honor, prestigio y consideración. Para el judío, el profeta era la persona digna de confiar, a quien Dios entregaba un mensaje que debía ser comunicado al pueblo. Saber que había alguien superior a todos los profetas conocidos por los judíos, despertaba un alto grado de curiosidad por parte de los judíos. Al escuchar que Jesucristo era aquel personaje superior a todos los profetas, el judío se hacía una pregunta muy lógica y legítima: ¿Por qué Jesucristo es superior a todos los profetas? El estudio bíblico de hoy nos dará dos elementos de juicio que son suficientes para llegar a la conclusión que Jesucristo es superior a todos los profetas de la historia de Israel. Abramos nuestras Biblias en el libro de Hebreos capítulo 1, versículos 1 a 3. En este pasaje bíblico vamos a encontrar la comisión de Jesucristo como profeta y el carácter de Jesucristo como profeta. Analizando estos dos elementos vamos a concluir fácilmente que Jesucristo es superior a todos los profetas tan admirados y respetados por todos los judíos. Veamos entonces la comisión de Jesucristo como profeta. Hebreos 1:1 hasta la primera parte del versículo 2 dice: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” En la porción bíblica leída, encontramos dos verdades dignas de ser tomadas muy en cuenta. La primera verdad tiene que ver con la comisión anticipada. En esa parte que dice: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, lo primero que notamos es que Dios ha hablado. Esta es una declaración irrefutable en cuanto a la inspiración del Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento contiene una variedad de información. Contiene historia, poesía, profecía, ley, etc., y todo esto tuvo su origen en Dios. Por supuesto que Dios utiliza a seres humanos para escribir, y respetando la personalidad propia de los autores, Dios les guía para que ellos compongan con precisión absoluta lo que Dios quiso comunicar al hombre. 2 Timoteo 3:16 dice al respecto: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.” Notemos que este texto habla que “toda” la Escritura es inspirada o exhalada por Dios, no solamente ciertas porciones de la Escritura, como algunos críticos tratan de hacernos creer. Dios inspiró y los autores inspirados escribieron el mensaje de Dios. El resultado final es como si Dios mismo hubiese hablado, por eso el texto en Hebreos 1 dice: Dios, habiendo hablado. Incidentalmente, es necesario razonar que si Dios no hubiera hablado, hubiera sido imposible que el hombre pueda conocer a Dios. Todo esfuerzo humano para conocer a Dios, aparte de la revelación inspirada de Dios, es inútil. Sabiendo esto, Dios tomó la iniciativa para hablar al hombre. Es imperativo entonces que prestemos absoluta atención a lo que Dios ha comunicado. Así que, Dios ha hablado. ¿Cuántas veces ha hablado? El texto dice: Muchas veces. La revelación de Dios al hombre no fue algo que ocurrió una sola vez. No. Dios fue revelándose poco a poco, progresivamente. Moisés recibió algo, David otro poco, Isaías un poco más, Jeremías algo más y así hasta que se completó el Antiguo Testamento. Esto tomó alrededor de 1500 años y Dios utilizó a unos 40 escritores más o menos. Además de hablar muchas veces, Dios también habló de diversas maneras. A algunos habló audiblemente, a otros a través de sueños, a otros por medio de visiones, a otros mediante parábolas, a otros por medio de tipos, símbolos, etc. ¿A quiénes estaban dirigidos estos mensajes de Dios? Pues a los padres de Israel, o los antepasados de los judíos. Los mensajes no fueron solamente para los profetas. Los mensajes fueron para el pueblo. Los profetas fueron solamente los agentes para entregar al pueblo un mensaje de parte de Dios. De modo que, a lo largo del Antiguo Testamento, Dios estaba anticipando la venida de uno que revelaría a Dios de una manera completa y final. Luego de ver la comisión anticipada, consideremos la comisión acabada. El texto dice: En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo. Jesucristo es aquel que completó el mensaje de Dios. En el Antiguo Testamento la revelación fue progresiva, la verdad revelada estaba incompleta, pero cuando vino Cristo en la persona de Jesús, esa verdad se completó. En Juan 1:1 a Jesucristo se le llama el Verbo de Dios, porque así como el lenguaje nos sirve para comunicarnos entre nosotros, Dios se comunicó con nosotros a través de su Hijo. Jesucristo es entonces la revelación final, completa y perfecta de Dios. Esta revelación la encontramos en el Nuevo Testamento. Añadir cualquier cosa a la verdad ya revelada por Jesucristo es blasfemia por decir lo menos. Con razón que en Apocalipsis 22:18-19 se expresa una severa advertencia contra todo aquel que tenga la osadía de añadir o quitar cualquier cosa de la verdad revelada en el Nuevo Testamento. Dice así: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” De manera que, en la actualidad, Dios ya no está hablando al hombre mediante sueños, visiones o profetas con nuevas revelaciones. Dios se dio a conocer ya a través de Jesucristo y esta revelación es perfecta y final. Hemos visto así la comisión de Jesucristo como profeta. Veamos ahora el carácter de Jesucristo como profeta. Jesucristo no es un profeta cualquiera. Hebreos 1, desde la segunda parte del versículo 2 y el versículo 3 dice: “a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la majestad en las alturas” En este pasaje bíblico, podemos apreciar varios rasgos del carácter de Jesucristo. Dice el texto que él es el heredero de todo lo que existe en el universo, y no sólo eso, sino que además de ello, fue por medio de él, o a través de él, que Dios creó todo lo que existe en el universo. Luego el autor del libro de Hebreos, nos lleva a admirar aun más la magnífica persona de Jesucristo. Dice que siendo el resplandor de la gloria de Dios, es decir lo máximo de la perfección divina, siendo la exacta representación de la sustancia de Dios, y siendo el que mantiene todo en perfecto orden en el universo, un día se hizo carne, para como hombre ser clavado en una cruz y ofrecerse a sí mismo por nuestros pecados. De manera que, amigo oyente, aquí tenemos a Jesucristo como Sacerdote. Su altar fue una cruz, su sacrificio fue su propia vida, el resultado de su sacrificio fue la purificación de los pecados de todo aquel que en él cree. Su obra fue perfecta y completa, ya no falta nada más para alcanzar la salvación. Por esto el texto termina diciendo que Jesucristo se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. Solamente cuando alguien termina algo puede sentarse. Jesucristo terminó la obra de redención, por eso ahora está sentado, una figura de que todo ha sido terminado. Su sacrificio fue realizado una vez y para siempre. El estar sentado a la diestra de Dios nos habla también de honor y majestad. Jesucristo caminó por la senda de la humillación y por eso hoy ha sido exaltado a la más alta posición que podamos imaginar. Hemos visto la comisión de Jesucristo como profeta. Él vino para hacer completa la revelación de Dios al hombre. Hoy tenemos la perfecta y final revelación del Padre. Hemos visto el carácter de Jesucristo como profeta. Su persona es tan excelsa que no hay palabras para describirla con propiedad. Con todo esto en mente, hagámonos una pregunta importante. ¿Ha habido alguna vez algún profeta que se compare con Jesucristo? La respuesta es un no, rotundo. No hubo jamás alguien como él y no habrá jamás alguien como él, por eso él es único, él es superior a todo y a todos. Si usted es un hijo de Dios, agradezca por tener un Salvador tan excelso como Jesucristo. Si usted no ha recibido a Jesucristo como Salvador, hágalo lo antes posible. Recuerde que aunque no lo quiera, algún día estará ante él, no para verlo como Salvador sino como un implacable Juez. La palabra de Dios dice que hoy es el día de salvación. No deje pasar más tiempo. Reciba hoy mismo a Jesucristo como su Salvador personal.

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