Evitar el chisme y eludir el explotar en ira

Reciba saludos cordiales amigo oyente. Bienvenida al estudio bíblico de hoy acerca de la santidad. Luego de haber señalado que la santidad de una persona se manifiesta en el hablar, en el estudio bíblico de hoy, David Logacho nos mostrara que la santidad de una persona se manifiesta en evitar el chisme y eludir el explotar en ira.

La santidad práctica, amigo oyente, tiene muchas facetas. Ya hemos visto que tiene que ver con una vida pura, una mente pura y un hablar puro. En esta ocasión veremos que tiene que ver también con evitar los chismes y eludir el explotar en ira. Esto de chismear y explotar en ira es como en la casa del jabonero. El que no cae, resbala. Con vergüenza debemos admitir que no pocas veces hemos caído en el chisme y en explotar en ira. Pero ataquemos estos dos hábitos de uno en uno. Primero, el chisme. Hace algunos años, apareció esta crónica en un diario de Atlanta. Decía así: Soy más peligroso que una esquirla de granada. Gano las guerras sin matar a nadie. Arraso hogares, rompo corazones, y destruyo vidas. Me movilizo sobre las alas del viento. La inocencia no me intimida. La pureza no me detiene. No temo a la verdad, no respeto a la justicia, no tengo misericordia del desvalido. Mis víctimas son tan numerosas como la arena del mar y a menudo inocentes. Nunca olvido y jamás perdono. Mi nombre es: Chisme. A lo mejor Santiago estaba pensando en algo similar cuando escribió esas palabras que aparecen en Santiago 3:2 donde dice: «Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo» Es tan fácil y natural caer en el chisme y tan difícil abandonar el hábito. Pero antes de proseguir, definamos lo que es el chisme, para que todos tengamos una clara idea de lo que estamos hablando. W. Marshall dice que chismear es el arte de no decir nada, pero en una forma que lo dice todo. W. Gothard dice que chismear es compartir información con alguien que no tiene parte ni en el problema ni en la solución. Chismear es hablar en una forma negativa de alguien que no está presente. Chismear es poner a la víctima en una situación desfavorable, es decir cosas que no son amables, edificantes o necesarias. Es hablar mal de alguien a sus espaldas. Es una forma de asesinar el carácter de una persona. Como podrá notar amigo oyente, el chisme no es algo ligero, sino algo muy serio. Por eso es que la Biblia lo condena desde Génesis hasta Apocalipsis. Por ejemplo, Levítico 19:16 en su primera parte dice: «No andarás chismeando entre tu pueblo». Proverbios 26:20 dice: «Sin leña se apaga el fuego, Y donde no hay chismoso, cesa la contienda» Efesios 4:29 dice: «Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes» El chisme no es propio del carácter cristiano, amigo oyente. Pero el chisme no siempre se presenta de frente, sino que muy a menudo se presenta en un disfraz de piedad. A veces por ejemplo, los creyentes caemos en el chisme pero pretendemos disfrazarlo diciendo que estamos compartiendo información para que podamos orar con inteligencia. Es necesario, por tanto, que desarrollemos un instinto para detectar chismes, con la finalidad de no caer en eso, no importa si pasamos un chisme o si oímos un chisme. Los chismes siempre tienen un formato particular que busca ocultar la fuente de la información. Por ejemplo: ¿Has oído que tal o cual iglesia está por dividirse? Revela el hecho, pero no la fuente de la información. Otro ejemplo: Hasta donde entiendo, fulana y zutano están por divorciarse, se dice que ella le ha sido infiel. Nuevamente aquí se revela el hecho, pero no la fuente. Otro ejemplo. Me han dicho que les obligaron a casarse. ¿Quién lo dijo? No se sabe. Esto es por tanto un chisme. Con frases como: Has oído, o según dicen, o me han dicho, o por ahí andan diciendo, o te digo un secreto, pero no lo cuentes a nadie, etc., se introducen los chismes y cuando las digamos o las escuchemos decir, debemos estar alerta ante la presencia de un chisme. Pero ¿qué hacer ante alguien que nos trae un chisme? Bueno, sabiendo que el chisme ofende a Dios, debemos buscar alguna manera de cortarlo. Una de las formas es pidiendo a la persona que trae el chisme que identifique la fuente de la información. El chismoso normalmente se resistirá a hacerlo, porque tendrá temor de ser confrontado y quedar ante otros como chismoso. También, además de lo dicho, podemos pedir permiso al chismoso para citarlo por nombre ante la víctima del chisme. Quizá podríamos decirle: ¿Te importaría que yo le diga a fulano de tal que tu me has dicho esto? El chismoso entonces dirá algo como: No, no por favor, porque eso significará el fin de mi amistad con él. La idea es de cortar con cortesía al chismoso. A lo mejor también podemos cambiar la conversación, etc. Bueno, hemos dicho lo más importante sobre el chisme. Hablemos ahora de esto de explotar en ira. Una vez en una reunión de negocios en una iglesia, un hermano no estaba logrando que se hiciera lo que él proponía. Por tanto, se puso pálido de la furia. Agitaba sus brazos como aspas de molino. De su boca salía una andanada de artillería pesada. Sus ojos despedían fuego. Los nudillos de sus manos estaban blancos. Finalmente, a voz en cuello dijo: ¡Me voy de aquí y el Señor se va conmigo! Pero nadie lo tomó en serio, porque este hermano ya tenía la fama de explotar en ira dondequiera y cuandoquiera y todos sabían que el Señor jamás acompañaría a un hombre en ese lamentable estado de ira descontrolada. Ahora la escena cambia. Es domingo a la mañana. La familia se está alistando para ir al templo. Los niños no quieren salir de la cama, el papá está gritando, la mamá no logra hacer funcionar la tostadora de pan. El papá increpa a la mamá porque se están haciendo tarde, la mamá responde con furia porque él no ayuda y mete leña al fuego reclamando su falta de presencia en el hogar durante la semana. El techo de la casa se levanta de la trifulca allí dentro. Pero no hay de que preocuparse, porque instantes después, toda la familia estará bien sentada en una sola banca en el templo, con sus caras de santos y sus sonrisas de angelitos. Solamente dos ejemplos que ilustran cuan propensos somos a explotar en ira ante diferentes circunstancias que la vida nos depara. Y a decir verdad, no existe una más pobre muestra de carácter cristiano, que el explotar en ira ante provocación, sea justificada o no. Todos hemos ofendido gravemente a nuestro Dios con acciones de este tipo. Pero por otro lado, nada habla más alto del carácter cristiano que cuando reaccionamos con calma ante las diferentes circunstancias adversas y provocativas que la vida nos depara. Con razón que la Biblia dice en Proverbios 16:32 que «Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad» Quizá en este punto sea necesario reconocer que no necesariamente es pecado esto de airarse. Efesios 4:26 dice por ejemplo: «Airaos pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo» Existe entonces una ira justificada si podemos usar el término. ¿Cuándo es la ira justificada? Pues cuando la persona de Dios, o la palabra de Dios o el pueblo de Dios son afrentados. Jesús por ejemplo, hizo un azote de cuerdas y echó fuera del templo a los que vendía bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas allí sentados y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas. El templo, donde en aquella época estaba la presencia de Dios, estaba siendo afrentado, y Jesús reaccionó con indignación, sin embargo, cuando a él le llevaron para ser crucificado no abrió su boca sino que fue llevado como cordero al matadero. Alguien ha dicho que debemos ser como leones por la causa de Dios y como ovejas por nuestra propia causa. Pero aún esta ira justificada, no puede instalarse en la vida del creyente para siempre, porque corre el riesgo de transformarse en enojo. El enojo es la ira descontrolada. Pablo dice por tanto que el sol no se ponga sobre nuestro enojo. No existe motivo válido para expresar el enojo en forma violenta amigo oyente. Proverbios 14:17 dice: «El que fácilmente se enoja hará locuras» y de lo mismo nos habla Proverbios 14:29 donde dice: «El que tarda en airarse es grande de entendimiento; Mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad» El que explota en ira, normalmente piensa que ha hecho bien porque le sobraba razón para ello, pero mire lo que dice Proverbios 29:11 «El necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega» La próxima vez que reconozca que la temperatura de la ira está subiendo dentro de Ud. recuerde que son los necios que explotan en ira. Los sabios en cambio hacen bajar el furor. Los biógrafos de Julio Cesar afirman que cuando estaba con ira, jamás decía nada hasta haber recitado el alfabeto totalmente. Un creyente estaba comentando con otro acerca de su propensión a explotar en ira. Levantando los hombros dijo: Pero, felizmente, la furia dura muy poco. El otro respondió: ¿Ah, sí? Un terremoto también dura muy poco, pero mira la destrucción que causa. Así es amigo oyente. No hay justificativo válido para explotar en ira. Hemos visto dos características más de una vida santa, evitar el chisme y eludir la explosión de la ira. Que por la gracia de Dios podamos tener victoria en estas áreas.

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