La muerte de Cristo

Es motivo de mucho gozo para mí, compartir este tiempo junto a usted amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy en el libro de Colosenses. Este estudio bíblico es parte de la serie titulada: La supremacía de Cristo. Por no saber lo que poseemos no nos es posible sacar provecho de ello. Una anciana tenía en su bodega un viejo violín que había heredado de su abuela. Un día, tocó la puerta de su casa un agente de un almacén de antigüedades y preguntó si tal vez tendría alguna antigüedad para vender. Inmediatamente, la anciana pensó en aquel viejo violín en la bodega. Mientras acompañaba al hombre a la bodega a examinar el violín, iba pensando que esa sería una buena oportunidad para obtener algo de dinero por ese vetusto violín que estaba tirado, recogiendo polvo en la bodega. Sin pensarlo mucho aceptó de buena gana lo que le ofreció el agente del almacén de antigüedades. Cuando el viejo violín fue traído al almacén de antigüedades, el propietario, quien era experto en antigüedades, no podía creer lo que miraban sus ojos. Era nada más y nada menos un auténtico violín Antonius Stradivarius, que de alguna manera había llegado a las manos de la abuela de esa mujer anciana. ¡Qué ironía! Esta mujer anciana poseía un objeto de incalculable valor, pero lo ignoraba y lo vendió por casi nada, cuando pudo haber obtenido mucho dinero por él. Algo parecido pasa a muchos creyentes en el campo espiritual. Poseemos tesoros espirituales, pero ignoramos su verdadero valor, y por tanto no podemos aprovechar de ellos. En el estudio bíblico de hoy, apreciaremos algo del valor de un bien espiritual tan especial, la muerte de Cristo.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Colosenses capítulo 2 versículos 14 a 17. La muerte de Cristo representa para los creyentes una gran fortuna espiritual. En el estudio bíblico anterior vimos que nos trajo libertad de la esclavitud a la cual nos tenía sometidos nuestra vieja naturaleza, nos trajo la sepultura a un estilo de vida corrupto. Nos trajo resurrección a un nuevo estilo de vida, y nos trajo perdón de pecados. Hoy veremos tres beneficios más de la muerte de Cristo. Primero: Anuló una ley que nos era contraria. Colosenses 2:14 dice: anulando el acta de los decretos que había contra nosotros,  que nos era contraria,  quitándola de en medio y clavándola en la cruz,
Pablo está hablando de un acta de los decretos que nos era contraria. Esto se refiere a la ley de Moisés en su forma más general, tanto los diez mandamientos como todo lo demás que comprende la ley de Moisés. ¿En qué forma nos era contraria la ley de Moisés? Pues en el sentido que ella revela el carácter santo de Dios y a la vez, nos hace ver cuan alejados estamos nosotros pecadores de lo que Dios demanda para acercarnos a Él. Quizá algunos dirán: Pero la ley de Moisés no fue dada a los gentiles sino a los judíos. En realidad es así, pero no olvidemos que las justas demandas de la ley manifiestan el carácter santo de Dios, lo cual es lo que Él demanda de todo aquel que se acerca a Él. Cuando Cristo derramó su sangre en la cruz por los pecadores, estaba cancelando la gran deuda que nosotros pecadores teníamos que pagar por no cumplir con las demandas de Dios. En los días del Nuevo Testamento, las deudas contraídas se escribían con tinta sobre pieles. Cuando se cancelaba la deuda, se lavaba la piel, y a esto se refiere la palabra: anular. Además de cancelar la deuda, Jesucristo tomó la ley que nos condenaba y la quitó de en medio para que no tenga ningún efecto sobre nosotros los creyentes. Por esto encontramos textos como Romanos 7:6 donde dice: Pero ahora estamos libres de la ley,  por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos,  de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
Esto no significa que el creyente vive sin ley. Recordemos que la justicia de la ley se cumple en nosotros mientras andamos conforme al Espíritu Santo. Romanos 8:4 dice: para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros,  que no andamos conforme a la carne,  sino conforme al Espíritu.
El segundo beneficio de la muerte de Cristo es que abatió a Satanás y sus huestes. Colosenses 2:15 dice:  y despojando a los principados y a las potestades,  los exhibió públicamente,  triunfando sobre ellos en la cruz.
Esto concuerda con las palabras de Jesús, cuando según Juan 12:31 dijo: Ahora es el juicio de este mundo;  ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.
Pareciera que la muerte de Cristo en la cruz representó una gran victoria para Satanás y sus huestes, pero todo lo contrario, Satanás fue herido de muerte en la cruz y sólo es cuestión de tiempo para que sea lanzado al lago de fuego. Este versículo nos habla de tres acciones que parten de la victoria de Cristo en la cruz. Primero, Satanás y su ejército fueron despojados. Esto significa ser privado de su armamento. Esta es la razón por la cual se ha dicho que Satanás es un león, pero sin dientes. Hace mucho ruido pero es incapaz de hacer daño a un verdadero creyente. Segundo, Satanás y su ejército fueron expuestos públicamente, esto significa que todos fueron testigos de su humillante derrota. Cuando Cristo resucitó y fue recibido después en gloria, pasó por en medio de la esfera de gobierno del príncipe de la potestad del aire, como un vencedor poderoso. Satanás no tuvo más remedio que agachar su cabeza y morder el polvo de la derrota. Tercero, Satanás y su ejército fueron derrotados. A esto se refiere la frase: Triunfando sobre ellos. Esta frase pinta un cuadro en el cual Jesucristo marcha como un conquistador victorioso llevando cautivos a aquellos que fueron derrotados. El tercer beneficio de la muerte de Cristo, es que abolió los ritos judaicos. Colosenses 2:16-17 dice: Por tanto,  nadie os juzgue en comida o en bebida,  o en cuanto a días de fiesta,  luna nueva o días de reposo,
Col 2:17  todo lo cual es sombra de lo que ha de venir;  pero el cuerpo es de Cristo.
El por tanto con el que comienza el versículo 16, hace referencia a todos los beneficios de la muerte de Cristo anteriormente expuestos. Es decir, por cuanto la muerte de Cristo anuló la ley de Moisés, y la muerte de Cristo abatió a Satanás, entonces con la muerte de Cristo se abolió también los ritos del judaísmo. Nadie puede por tanto juzgar a un creyente por no cumplir con la ley de Moisés. Los falsos maestros en Colosas estaban proclamando que para ser aceptados por Dios se necesitaba a Cristo más el cumplimiento de algunos de los ritos judaicos. Pablo les dice: No señor. Nadie puede juzgar a un creyente por no cumplir con los requisitos de la ley de Moisés. Todas las religiones humanas siempre tratan de llevar a sus adeptos a un estricto cumplimiento de ordenanzas y leyes sin sentido. Que si no guarda el séptimo día como día de reposo, no es de Dios. Que si toma café o té, no es de Dios, que si come carne de cerdo no es de Dios, y así por el estilo, una serie de preceptos que lo único que hacen es afirmar que el sacrificio de Cristo no es completo y perfecto para acercar al hombre pecador a Dios. La muerte de Cristo, amable oyente, es todo lo que usted y yo necesitamos para ser aceptados por Dios. Pablo toca el asunto de la comida y la bebida. En la ley de Moisés, ciertos alimentos eran considerados limpios y ciertos otros eran considerados inmundos, pero Jesús dijo que los alimentos son neutros en sí mismo. Pablo en su primera carta a los Corintios capítulo 8 versículo 8 dijo: Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios;  pues ni porque comamos,  seremos más,  ni porque no comamos,  seremos menos.
Pablo también toca el asunto de los días de fiesta, luna nueva o días de reposo. El Antiguo Testamento ordenaba a los judíos guardar ciertos días del calendario como días de fiesta o días de reposo y todo esto con un propósito válido para aquel tiempo y para ese pueblo específicamente, pero esto jamás fue ordenado como algo permanente y algo para que lo practique toda la humanidad. La ley era como un tutor que ayudó a educar y disciplinar a la nación de Israel en su niñez, preparándola para la venida de su Mesías. Una vez que el Mesías vino, ya no se necesita del tutor o del ayo, por tanto el creyente no está atado a la ley de Moisés. La ley de Moisés ha sido calificada como una sombra en el versículo 17 del capítulo 2 de Colosenses. Cristo es el cuerpo que proyecta esa sombra. Teniendo el cuerpo, ya no hace falta ocuparnos con la sombra. Es como si una pareja de novios estuviera bajo un sol radiante, pero de pronto, el novio deja de atender a su novia y fija su mirada en la sombra que ella proyecta sobre el piso. Tal vez se inclina al piso y comienza a hablar a la sombra, diciéndole: Qué hermosa eres, como te amo. La novia se quedaría petrificada. Pensaría que su novio se volvió loco. Cómo va a ocuparse con la sombra cuando ella, quien proyecta la sombra, está allí en persona. Pues en un sentido espiritual, algo parecido están haciendo los creyentes que se empeñan por seguir practicando cosas que son propias de la ley de Moisés. Están prefiriendo la sombra y desechando la persona que proyecta esa sombra. De modo que, la muerte de Cristo anuló la ley que nos era contraria, abatió a Satanás y sus huestes y abolió los ritos de la ley de Moisés. Si usted ya ha recibido a Cristo como Salvador, aproveche de su riqueza espiritual en Cristo. Si todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, hágalo hoy mismo para que se pueda beneficiar de lo mucho que ofrece Dios por medio de la muerte de su Hijo, el Señor Jesucristo.

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