El enfriamiento del amor a Dios

Bienvenida, bienvenido, amiga, amigo oyente a un nuevo estudio bíblico. Estamos estudiando el libro de Malaquías, en la serie titulada: Llamado a vivir piadosamente en medio de un mundo de impiedad. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca del enfriamiento del amor a Dios.

Hudson Taylor estaba entrevistando a algunos jóvenes que se habían ofrecido voluntariamente a servir al Señor en el campo misionero. Les hizo varias preguntas prácticas para saber cuan bien preparados estaban para la vida que tendrían por delante.

Una de las preguntas era: ¿Y por qué le gustaría ir como misionero al extranjero? Uno de ellos respondió: Yo quiero ir a lejanas tierras para alcanzar a otros para Cristo, porque Cristo mismo nos ha ordenado ir por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. Otro respondió diciendo: Yo quiero ir porque millones están muriendo sin haber tenido la oportunidad de saber que Jesús es el único que puede salvarlos. Los demás tenían respuestas similares.

Hudson Taylor les miró en silencio por unos momentos y luego dijo con voz calmada: Todos sus motivos son buenos, pero me temo que no serán de mucha ayuda en tiempos de severa prueba y tribulación, especialmente cuando se vean confrontados ante la posibilidad de perder la vida por el testimonio de Cristo.

La única motivación que les permitirá permanecer fieles es la que aparece en 2ª Corintios 5:14. “Porque el amor de Cristo nos constriñe” El amor de Cristo constriñéndoles les mantendrá fieles en cualquier situación.

Así es amigo oyente. El amor es lo que da sentido a cualquier cosa que hagamos para Dios. En el primer siglo había una iglesia local que tenía mucho para ser alabada por el Señor. Me refiero a la iglesia de Efeso. El Señor por medio del ángel dijo a esta iglesia lo que aparece en Apocalipsis 2:2-3 donde leemos: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.”

Qué maravilla. Una iglesia local emprendedora. Había logrado mucho en tan poco tiempo, pero no estaba conforme con eso y procuraba hacer más. Trabajaba arduamente y con paciencia. Tenía un celo profundo por la santidad y eso hacía que no tolere a los malos. Nadie podía decir que la Iglesia de Efeso se hacía de la vista gorda cuando alguno de los que allí se congregaba andaba desordenadamente comprometiendo su testimonio delante de Dios.

Me imagino yo que al creyente que persistía en pecar, lo echaban de la comunión, no sin antes dar los pasos necesarios de disciplina, por supuesto. Era una iglesia que tampoco toleraba falsa doctrina. De vez en cuando aparecían por esa iglesia algunos que se hacían llamar a sí mismos: apóstoles.

Esta iglesia los recibía, y oía lo que decían. Pero si lo que decían no estaba conforme a la enseñanza de los verdaderos apóstoles inmediatamente los echaban. Era una iglesia que no tenía contemplaciones con los falsos maestros. Era una iglesia que tuvo que sufrir por la causa de Cristo, pero eso no impidió que continúe con su arduo trabajo para el Señor. La paciencia era una característica que no se podía ignorar en la iglesia de Efeso.

Hasta aquí era un ejemplo de iglesia. Pero había algo que como un cáncer estaba carcomiendo las fibras íntimas de esta iglesia. Veamos cuál era este cáncer. Lo tenemos en Apocalipsis 2:4 donde dice: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”

Allí lo tiene. Ahora no me malentienda. No estoy diciendo que esta iglesia no tenía amor por el Señor. De hecho, entre las cosas dignas de alabanza en esta iglesia, el mismo Señor dijo que habían trabajado arduamente por amor del Señor.

El problema era que el Señor notó un descenso en el amor de esta iglesia hacia él. El Señor notó que el amor de esta iglesia hacia su nombre se estaba enfriando. Ya no era la iglesia que hacía todo lo que hacía con verdadera pasión por el Señor. Estaba entrando a una enfermiza actitud de hacer las mismas cosas de antes y aún más, pero por mera costumbre, de una manera rutinaria, desprovista de fervor hacia el Señor.

El amor se estaba enfriando. Habían abandonado el primer amor. El Señor confrontó esta actitud con severidad. Apocalipsis 2:5 dice: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.”

Dios no está conforme con un amor tibio hacia él por parte de los que son suyos. Antes del servicio está la devoción. Amor sin servicio es falsedad. Servicio sin amor es hipocresía. Pues, en la época de Malaquías, unos cuatro siglos antes de Cristo, estaba también presente esta falta de amor a Dios. Los sacerdotes seguían cumpliendo con los ritos establecidos en la ley de Moisés, el pueblo judío también seguía cumpliendo con lo que demandaba la ley de Moisés, pero no de corazón, todo era pura hipocresía por cuanto lo estaban haciendo sin amor.

Por tanto, Dios por medio de Malaquías hace un ferviente llamado a rectificar este error. Dicho esto, vayamos a Malaquías 1:1 donde dice: “Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías.”

Varias cosas son dignas de notar en esta declaración. Se trata de una profecía. La profecía bíblica no siempre implica revelar cosas que van a suceder en el futuro. La profecía bíblica principalmente tiene que ver con hacer conocer algo que Dios quiere comunicar.

A veces lo que Dios quiere comunicar tiene que ver con algo que va a suceder en el futuro y el libro de Malaquías contiene cosas que van a suceder en el futuro, pero a veces lo que Dios quiere comunicar tiene que ver con algo ya pasado, o con algo que está sucediendo en el presente. En el libro de Malaquías, mucho de lo que Dios quería comunicar tiene que ver con algo que estaba sucediendo en el presente.

Además note que el texto dice que la profecía es de la palabra de Jehová. Esto significa que Jehová es el autor intelectual de esta profecía. Bien vale aquí una pregunta: ¿Cómo hace conocer Dios sus profecías o sus pensamientos al hombre? Pues es un proceso que parte con algún pensamiento que Dios quiere dar a conocer al hombre. La meta de este proceso es poner este pensamiento en la mente del hombre.

Para esto, Dios tiene que revelar este pensamiento a la mente de un hombre, llámese profeta. La revelación es una obra sobrenatural de Dios por medio de la cual un pensamiento en su mente es trasladado a la mente de un ser humano, un profeta, en este caso Malaquías. Lo que viene a continuación es que ese profeta ponga en forma escrita ese pensamiento que ya está en su mente.

Esto se logra por medio de otra obra sobrenatural de Dios conocida como “inspiración”. Por medio de esta obra, lo que Dios quiere comunicar al hombre queda registrado en forma escrita, en el idioma que maneja el profeta, en el caso de Malaquías, en el idioma Hebreo.

Pero todavía falta que ese mensaje o ese pensamiento ahora en forma escrita, llegue a la mente de la gente que lo lee. Esto se logra por medio de otra obra sobrenatural de Dios conocida como “iluminación” por medio de la cual, un pensamiento de Dios en forma escrita es impregnado en la mente de quien lo lee.

Por supuesto que en el caso que el lector hable un idioma diferente al idioma en que se escribió un texto original, es necesario primero un trabajo humano de traducción.

Volviendo al texto en Malaquías 1:1 notamos que la profecía de la palabra de Jehová, es contra Israel. Esto significa que es un mensaje duro, de exhortación, de advertencia, dirigido al pueblo escogido de Dios, Israel. Sin embargo, los creyentes podemos hacer aplicaciones indirectas a nuestra vida.

El versículo leído termina identificando al profeta. Es Malaquías, nombre que significa: Mi mensajero. Muy bien. Luego de esta introducción, la profecía va directamente a confrontar los problemas que se estaban manifestando en el pueblo de Israel.

El primer problema es el enfriamiento del amor hacia Jehová. Malaquías 1:2 dice: “Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? Dice Jehová. Y amé a Jacob.”

Dios es amor y por ese motivo, amó al pueblo de Israel. La Biblia contiene abundante información para ratificar esta declaración de Jehová. Deuteronomio 10:15 dice: “Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día.”

Pero además note la conjugación del verbo amar en Malaquías 1:2. Está en tiempo pasado. 1ª Reyes 10:9 dice “Jehová ha amado siempre a Israel”

Hablando de su pueblo, Jehová dice lo siguiente en Jeremías 31:3 “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”

A decir verdad, Dios amó a Israel desde la eternidad pasada y le seguirá amando por la eternidad futura. Sin embargo, el pueblo de Israel despreció este amor eterno de Jehová y con un dejo de desprecio hace una pregunta punzante a Jehová: ¿En qué nos amaste? Esto es como si diéramos una bofetada a quien acaba de salvarnos la vida.

Algo inaudito, algo inadmisible. Refleja el nivel deplorable al cual había llegado el pueblo de Dios en su amor a Dios. ¿En qué nos amaste?, es desconocer todo lo que Dios había hecho por ellos desde la eternidad pasada. Dios por tanto se verá obligado a ilustrar la manera como Dios los amó, para desnudar la falacia de este pueblo cuando dijo: ¿En qué nos amaste?

Esto será el tema de nuestro próximo estudio bíblico. Quizá Usted también amable oyente, se ha enfriado tanto en su relación con Dios que se le hace difícil reconocer que Dios le ama. Si ese es su caso, deje que Dios le haga ver cuanto le ha amado. Acompáñenos en nuestro próximo estudio bíblico en esta serie.

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