La blasfemia contra el Espíritu Santo

Qué bendición es para mí, amable oyente, estar junto a Usted para darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Seguimos estudiando el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará de un tema que ha sido fuente de confusión para muchos creyentes. Me refiero a la blasfemia contra el Espíritu Santo.

Es motivo de mucho gozo para mí, saber que Usted me está escuchando. Estoy seguro que Dios utilizará su palabra para su crecimiento espiritual. En nuestro último estudio, dejamos a los fariseos llenos de odio y decididos a destruir a Jesús. Esto crea el marco para lo que vamos a estudiar en esta ocasión. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo capítulo 12 a partir del versículo 15. Lo primero que notamos es la acción que tomó Jesús a raíz de la decisión de los fariseos. Note lo que dice Mateo 12:15. La Biblia dice: Sabiendo esto Jesús, se apartó de allí; y le siguió mucha gente, y sanaba a todos,
Tan cauto y sabio, Jesús se aparta del lugar donde los fariseos se habían complotado para destruirlo. Esta decisión no obedece solamente al instinto humano de preservación, sino principalmente a que todavía no había llegado la hora para que Jesús muera. Jesús no iba a morir de la manera que los fariseos querían ni en el momento que los fariseos querían. El Padre en su soberanía estaba en control de eso. Jesús debía morir crucificado y en el momento escogido de antemano por el Padre. Interesante que mucha gente siguió a Jesús y según el relato de Mateo, Jesús sanaba a todos. Deben haber sido cientos o tal vez miles los milagros de sanidad que Jesús realizó. En toda la historia del Antiguo Testamento no existió jamás alguien con tal poder para realizar milagros de sanidad. A decir verdad, los milagros de sanidad en el Antiguo Testamento fueron muy esporádicos, pero Jesús escogió manifestar su deidad por medio de sanar enfermos, resucitar muertos y liberar a personas endemoniadas. Esto no solamente demuestra el poder de Jesús como Mesías de Israel en el mundo físico y espiritual, sino también la profunda compasión de Dios para los que sufrían los efectos catastróficos del pecado. Fue en estas circunstancias que Jesús dio las siguientes instrucciones a la gente que le seguía. Leo en Mateo 12:16. La Biblia dice: y les encargaba rigurosamente que no le descubriesen;
Esto parece a simple vista un tanto contradictorio. Las señales que Jesús estaba haciendo, claramente demostraban que él era el Cristo, el Mesías de Israel. Sin embargo, Jesús está instruyendo a la gente que no digan a nadie quien era. ¿Por qué? La razón se sustenta en lo que había ocurrido poco antes, cuando los fariseos de común acuerdo decidieron destruir a Jesús. De esta manera, tanto el Rey como el reino de los cielos habían sido rechazados por la nación de Israel y eso hizo que el reino de los cielos quede pospuesto. Esto tenía muchas repercusiones. Entre ellas, que en un futuro cercano el Rey, o el Mesías de Israel, tendría que ser humillado al punto de ser crucificado. Esto iba en contra de la idea comúnmente aceptada por los judíos que el Mesías de Israel estaría rodeado de esplendor y gloria y tan poderoso que derrocaría de inmediato al imperio romano. El silencio sobre él, que Jesús estaba pidiendo a la gente, era por otro lado el cumplimiento de una profecía de Isaías. Permítame leer en Mateo 12:17-21. La Biblia dice: para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: He aquí mi siervo, a quien he escogido;
Mi Amado, en quien se agrada mi alma;
Pondré mi Espíritu sobre él,
Y a los gentiles anunciará juicio. No contenderá, ni voceará,
Ni nadie oirá en las calles su voz. La caña cascada no quebrará,
Y el pábilo que humea no apagará,
Hasta que saque a victoria el juicio. Y en su nombre esperarán los gentiles.
Este es un hermoso pasaje profético tomado del libro de Isaías 42:1-4. Dios revela a Isaías verdades preciosas acerca del Cristo o el Mesías de Israel. Dios ve a Jesús, como su siervo, en el sentido que está en el mundo para cumplir con su voluntad. Dios ve a Jesús como alguien escogido. Dios ve a Jesús como el objeto de su amor supremo. Jesús es el Amado de Dios. Dios ve a Jesús, como aquel en quien se agrada su alma. Cuando Dios desde el cielo dejó oír su voz con ocasión del bautismo de Jesús, dijo: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. Dios ve a Jesús como alguien absolutamente controlado por el Espíritu Santo. Con un poder así, Jesús se ocupará de anunciar juicio o justicia a los gentiles, además de los judíos, por supuesto. Y aquí es cuando viene la parte relacionada con la decisión de Jesús de encargar rigurosamente a sus oyentes que no le descubriesen. Contrario a lo que los judíos esperaban en el sentido de un Mesías rodeado de poder y dispuesto a derrocar al imperio romano, Jesús como Mesías de Israel no contenderá, esto significa que no peleará para derrocar al imperio romano. Jesús no voceará, ni nadie oirá su voz en las calles. Jesús no iba a invitar a gritos a la gente en las calles para que se unan a él en una rebelión contra el imperio romano. La conducta de Jesús en el mundo estará rodeada de tanta humildad, que ni siquiera se quebrará la caña cascada, es decir que no acabará de romper la caña quebrada, ni siquiera apagará el pábilo que humea, es decir que ni siquiera apagará la mecha que apenas arde. Pero esto no es señal de debilidad, porque en su tiempo y a su manera, Jesús sacará a victoria el juicio, o hará triunfar la justicia. Esto hará que todas las naciones del mundo, es decir los gentiles, confíen en él. Todo esto sucederá cuando el Hijo de Dios, venga a este mundo por segunda vez. Lo que tenemos a continuación es lo que comúnmente se conoce como la blasfemia contra el Espíritu Santo. Lo primero que vamos a notar es lo que motivó la blasfemia contra el Espíritu Santo. Observe lo que dice Mateo 12:22. La Biblia dice: Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba.
Aquí tenemos a Jesús frente a frente ante el poder maligno. Le fue traído un hombre endemoniado. Los demonios habían sometido de tal manera a este hombre, que estaba ciego y mudo. Es muy probable que también estuviese sordo. Imagine lo que habrá sido intentar comunicarse con un hombre ciego, mudo y tal vez sordo. Sin embargo, Jesús sanó a este hombre de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. Esta obra portentosa de Jesús produjo reacciones diferentes en el común de la gente y en los fariseos. Veamos cómo reaccionó el común de la gente. Voy a leer el texto en Mateo 12:23. La Biblia dice: Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será éste aquel Hijo de David?
Al oír las palabras de Jesús y especialmente al ver las obras de Jesús, la gente común y corriente reaccionó con asombro. Mateo dice que la gente estaba atónita. Inmediatamente se hacían la pregunta: ¿Será éste aquel Hijo de David? La gente común y corriente simplemente tiene sus dudas en cuanto a quien era Jesús. Su mensaje y sus obras apuntaban a que probablemente Jesús era el descendiente de David del cual hablaron los profetas, y el cual se sentará en el trono de David para reinar sobre Israel para siempre, es decir el Cristo, el Mesías de Israel. Pero no podían estar seguros, porque tal vez les faltaba mayor conocimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento. Sus dudas eran legítimas. Sólo era cuestión de hallar las respuestas en las Escrituras. Pero cuan diferente fue la reacción de los fariseos, quienes conocían perfectamente las Escrituras del Antiguo Testamento. Ponga atención a lo que tenemos en Mateo 12:24. La Biblia dice: Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.
¿Ve la diferencia? Los fariseos en cambio, no tenían ninguna duda en cuanto a evaluar lo que acababan de ver que había hecho Jesús. Su evaluación era contundente, pero errada. Para los fariseos, Jesús echaba fuera los demonios por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios. Beelzebú era uno de los nombres que los judíos utilizaban para referirse a Satanás. El nombre tiene sus raíces en un dios pagano de la antigüedad entre los ecronitas. En otras palabras, los fariseos, maestros y conocedores del Antiguo Testamento estaban afirmando que Jesús echaba fuera demonios por el poder de Satanás, el jefe o el príncipe de todos los demonios. Con sólo mencionarlo se me revuelve el estómago. Qué ofensa tan terrible contra Jesús. Pero más terrible es la ofensa que estaba recibiendo el Espíritu Santo. ¿Por qué? Pues porque era el Espíritu Santo quien en último término, inspiró las Escrituras del Antiguo Testamento, en las cuales se afirma que el Cristo, o el Mesías de Israel, iba a hacer exactamente lo que Jesús estaba haciendo desde que comenzó su ministerio público en la tierra. Es el Espíritu Santo quien da testimonio a favor de Jesús en cuanto a que él es el Cristo, el Mesías de Israel. Cuando los fariseos concluyeron que Jesús echaba fuera demonios por el poder de Satanás, príncipe de los demonios, estaban diciendo que el Espíritu Santo era Satanás, el príncipe de los demonios. Por eso es que más adelante en el texto, Jesús afirma que lo que los fariseos estaban haciendo, era en realidad blasfemar contra el Espíritu Santo. El verbo blasfemar significa proferir palabras injuriosas contra Dios. No olvide que el Espíritu Santo es Dios. En lo que resta del pasaje bíblico, Jesús va a refutar la conclusión errada de los fariseos y va a determinar un terrible juicio sobre ellos. Esto será el tema de nuestro próximo estudio bíblico. En conclusión entonces, la blasfemia contra el Espíritu Santo, fue el pecado que cometieron los fariseos del tiempo de Jesús, cuando al mirar las obras milagrosas de Jesús, como por ejemplo, echar fuera demonios, llegaron a la conclusión que Jesús las hacía con el poder de Satanás, el príncipe o jefe de los demonios.

Dejar un comentario Cancelar la respuesta

Salir de la versión móvil