Los enemigos y las limosnas

Qué bendición saludarle amable oyente. Mi nombre es David Araya y estoy aquí para darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio de Mateo en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta oportunidad, David Logacho nos guiará en el estudio de lo que Jesús enseñó en el Sermón del Monte acerca del trato a los enemigos y de las limosnas.

Doy gracias a Dios por el privilegio que es para mí saber que usted, amiga, amigo, me está escuchando. En nuestro estudio del Evangelio según Mateo, hemos llegado al Sermón del Monte, el majestuoso discurso que Jesús pronunció desde la cima de un monte. Hoy vamos a estudiar lo que Jesús enseñó en cuanto al trato que los creyentes debemos dar a nuestros enemigos y en cuanto a la limosna. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo capítulo 5. En primer lugar consideremos el asunto del trato que los creyentes debemos dar a nuestros enemigos. Mateo 5:43-48 dice: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Los escribas y fariseos del tiempo de Jesús, estaban en lo correcto al enseñar que se debe amar al prójimo. La ley establece este mandamiento con claridad. Observe lo que tenemos en Levítico 19:18. La Biblia dice: No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.
En lo que no estaban en lo correcto los escribas y fariseos del tiempo de Jesús, es asumir que se debe odiar o aborrecer al enemigo. El hecho que se debe amar al prójimo, no necesariamente implica que se debe odiar al enemigo, porque el enemigo también es el prójimo. Con eso concuerdan pasajes como Proverbios 25:21 donde leemos lo siguiente: La Biblia dice: Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, Y si tuviere sed, dale de beber agua;
Allí lo tiene. Los escribas y fariseos del tiempo de Jesús estaban muy equivocados al enseñar que se debe aborrecer al enemigo. Jesús por tanto va a corregir este error. De una manera muy clara y directa, Jesús va a mostrar el trato que los creyentes debemos dar a los enemigos. Básicamente los creyentes tenemos cuatro responsabilidades hacia nuestros enemigos. Primero, amarlos. Jesús dijo: Amad a vuestros enemigos. Amar no es algo que parte de las emociones sino de la voluntad. Por eso Jesús está ordenando a los creyentes a amar a los enemigos. Segundo, bendecirlos. Jesús dijo: Bendecid a los que os maldicen. Bendecir en este caso significa hablar bien de otro. Jesús está ordenando que hablemos bien de aquellos que hablan mal de nosotros, o nos maldicen. Tercero, hacer bien a los que nos aborrecen. Jesús dijo: Haced bien a los que os aborrecen. En esencia se trata de pagar con bien al que nos hace mal. Cuarto, orar. Jesús dijo: Orad por los que os ultrajan y os persiguen. Esto tiene que ver con interceder ante Dios a favor de los que son nuestros enemigos. Así es como debemos tratar a nuestros enemigos. Con un trato así, los creyentes logramos demostrar que somos parte de la familia de Dios como hijos de Dios. Tal el padre, tal el hijo, ¿verdad? Si nuestro Padre celestial ama tanto a los que son suyos como a los que son sus enemigos, al punto que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos, nosotros, sus hijos, también debemos amar a nuestros amigos tanto como a nuestros enemigos. Jesús no está insinuando que para ser hijos de Dios debemos amar a nuestros enemigos, lo que está estableciendo es que por cuanto ya somos hijos de Dios debemos demostrarlo por medio del amor a nuestros enemigos. De otra manera, el mundo no distinguirá ninguna diferencia en nosotros. No olvide que los incrédulos también aman, pero sólo a sus conocidos, sólo a los que les hacen favores. No hay nada de extraordinario en amar a los que nos aman. Jesús dijo: Porque si amáis a los que os aman, ¿Qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Para los judíos, los publicanos eran el prototipo de un incrédulo. Un publicano era un judío que estaba al servicio del imperio romano por un sueldo. Para los demás judíos, esto era equivalente a traición a la patria. La mala fama de publicanos era bien justificada porque, si no todos, una gran mayoría eran corruptos hasta la médula. Pero algo que hasta los publicanos practicaban era amar a los que les amaban. Hacían favores a los que a ellos les favorecían. De manera que, mostrarse amigable con los amigos no es ninguna hazaña. Jesús dijo: Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles, o los incrédulos? Jesús concluye este asunto mostrando la necesidad de que los hijos de Dios imitemos el carácter de Dios nuestro Padre. Jesús dijo: Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. El adjetivo perfecto no significa puro o sin pecado en este caso. Se lo debe entender a la luz del contexto. Un creyente perfecto es aquel que imita a su Padre por medio de amar a sus enemigos, por medio de bendecir a los que lo maldicen, por medio de hacer bien a los que lo aborrecen y por medio de orar por los que lo ultrajan y lo persiguen. Un vaquero cuáquero tenía un vecino de muy mal carácter, quien además dejaba a su vaca suelta, de modo que la vaca entraba a menudo al bien cuidado jardín del vecino cuáquero y lo dejaba hecho pedazos. Una mañana, el cuáquero llevó la vaca a la casa de su vecino y le dijo: Vecino, una vez más he tenido que traer la vaca a su casa. Quiero decirle que si encuentro su vaca otra vez en mi jardín… Pero antes de que pudiera acabar la frase, el vecino le interrumpió desafiantemente diciéndole: ¿Qué? ¿Qué haría? –Bueno- respondió el cuáquero pausadamente- tendría que traerle la vaca otra vez. El cuáquero no volvió a ver más la vaca en su jardín a partir de entonces. Esto es un ejemplo de cómo tratar al enemigo. Muy bien, ahora consideremos la enseñanza de Jesús con respecto a la limosna. Para eso tenemos que ir al capítulo 6 de Mateo, versículos 1 a 4. La Biblia dice: Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Antes de mirar más de cerca lo que está enseñando Jesús, debo señalar que cuando Jesús habló de: Hacer vuestra justicia, se está refiriendo a hacer buenas obras, o hacer el bien en general. Por otro lado, cuando Jesús habló de la limosna, usó una palabra que literalmente significa una obra de compasión a favor de los pobres. Es una palabra relacionada con la palabra misericordia. Limosna se debe entender concretamente como una obra de beneficencia. En esencia entonces, Jesús está advirtiendo a sus oyentes a no hacer el bien ante los hombres, asegurándose de que a los hombres les conste el bien que están haciendo, porque esto descubriría la verdadera motivación para hacer el bien. Lo malo no está en hacer el bien, sino en lo que motiva a la persona a hacer el bien. La alabanza que están buscando de parte de los hombres será la única recompensa que recibirán. Por esta razón jamás recibirán la recompensa del Padre que está en los cielos. Aplicando este principio al asunto de hacer una obra de beneficencia o dar limosna, Jesús muestra como no se debe hacer y después como se debe hacer. La manera errada es como lo hacían algunos escribas y fariseos del tiempo de Jesús. Antes de hacer la obra de beneficencia se aseguraban que haya mucha gente que mire el espectáculo. Por eso hacían sus obras benéficas en la sinagoga y en las calles. Inclusive se aseguraban que haya una orquesta para amenizar el evento y para que todos sepan lo que se estaba haciendo. Sólo así hacían su obra de beneficencia. Jesús califica a los escribas y fariseos que hacían esto, como hipócritas. La alabanza que recibían de los hombres era todo lo que iban a recibir. El Padre celestial jamás recompensaría a estos escribas y fariseos hipócritas. Esta es la manera equivocada de hacerlo. Luego viene la manera correcta de hacerlo. Jesús dijo: Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha. Jesús está usando esta llamativa figura retórica para mostrar que nuestras obras de beneficencia deben ser vistas sólo por el Padre. Las obras de beneficencia y las buenas obras en general jamás deben ser utilizadas para traer notoriedad o reconocimiento a quien las ejecuta. Por tanto, la obra de beneficencia se lo debe hacer en secreto, sin que nadie, aparte de Dios, lo sepa. Como Dios lo sabe, algún día Dios se encargará de recompensar y esa recompensa se hará en público. Así que, mi amiga mi amigo, cuando haga alguna buena obra, no sólo una obra de beneficencia, sino cualquier buena obra, tenga mucho cuidado con la motivación para hacer lo que está haciendo, no sea que los hombres le recompensen y por ese motivo pierda la recompensa que podría haber recibido del Padre que está en los cielos. Cuidado con hacer buenas obras con la única finalidad de agradar a los hombres. ¿Qué tiene que ver la recompensa de los hombres con la recompensa del Padre celestial?

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