Necesidad de pureza

Saludos mi amiga, mi amigo. Soy David Araya y quiero darle cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Siguiendo con el estudio del Evangelio según Mateo, en la serie titulada: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores, en esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca de la necesidad de pureza para la buena marcha de las relaciones entre creyentes.

Que bendición es para mí saludarle amable oyente. Continuamos estudiando el Evangelio según Mateo. Ya hemos llegado al capítulo 18. En este capítulo se nos habla de tres ingredientes indispensables para la buena marcha de las relaciones entre creyentes. Humildad, pureza y perdón. En nuestro estudio bíblico último tratamos el tema de la humildad. Una de las manifestaciones de la humildad entre los creyentes es el sincero deseo de buscar al creyente que por alguna causa se ha desviado del camino, así como un pastor de ovejas que tiene cien ovejas, deja a las noventa y nueve y sale a buscar a una que se ha descarriado. La forma de buscar la oveja descarriada es yendo por los montes, pero en el pasaje bíblico que tenemos para nuestro estudio de hoy, encontramos la forma de buscar al creyente descarriado. Si tiene una Biblia cerca, ábrala en Mateo 18:15-20. Cuando un creyente nos ofende de alguna manera, o cuando llegamos a saber que algún creyente ha cometido algo que es contrario a lo que Dios dice en su palabra, en lugar de andar murmurando o chismeando sobre lo que ha sucedido, debemos poner en práctica lo que nos ordena Jesús en este pasaje bíblico. Es la manera de mantener la pureza en las relaciones entre creyentes. Veamos de qué se trata. Permítame leer el texto en Mateo 18:15-17. La Biblia dice: Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
Este pasaje bíblico se debe entender a la luz de su contexto. Comienza con esa frase: Por tanto. Por tanto, ¿qué? Pues por cuanto no es la voluntad del Padre celestial que está en los cielos que se pierda uno de esos pequeños, es necesario que los creyentes hagamos todo lo posible para mantener la pureza en las relaciones entre creyentes. Dentro de esto se inscribe el trato que debemos dar a un creyente que ha pecado contra nosotros o que alguna manera nosotros hemos sabido que ha pecado, aunque no haya sido contra nosotros. El trato contempla pasos definidos. El primer paso es una reprensión privada. Ve y repréndele estando tú y él solos, dijo Jesús. Esto es tan contrario a la práctica común de primero hablar con otros sobre el pecado que ha sido cometido. No debe ser así. Quién lo hace también está pecando. Si como resultado de la reprensión privada el creyente que cometió la falta reconoce su error, lo confiesa a Dios, se arrepiente y se aparta del pecado, se ha ganado al hermano. El asunto debe quedar allí. No se debe hacer nada más. No se debe hacer público lo que sucedió. Pero si no hay resultado se debe avanzar al segundo paso. El segundo paso es una reprensión ante testigos. Jesús dijo: Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Esto tiene su raíz en la práctica determinada por la ley de Moisés para acusar a alguien. Deuteronomio 19:15 dice textualmente: Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación. Si el creyente que cometió la falta rehúsa reconocer su pecado al ser reprendido en privado, entonces estamos en libertad de compartir el asunto con dos o tres creyentes maduros. Lo que debemos hacer es informar los hechos y solicitar su consejo. Si estos creyentes determinan que la causa es válida, entonces contando con la presencia de estos dos o tres testigos se debe confrontar al creyente que cometió el pecado. Si en esta instancia se manifiesta reconocimiento de pecado, confesión de pecado, arrepentimiento del mismo y separación del pecado, se ha ganado al hermano y todo debe quedar allí, pero si ese no es el caso, se debe proseguir al tercer paso. Se trata de una reprensión en público ante la iglesia. Dilo a la iglesia, dijo Jesús. La intención de este paso no es avergonzar en público, en la iglesia, al hermano que pecó, sino ganarlo, en el sentido de restaurarlo espiritualmente. El apoyo espiritual, en oración de la iglesia puede ser un elemento importante para quebrantar el corazón de un creyente que se resiste a reconocer y apartarse de algún pecado. Si se lo logra, amén, se ha ganado al hermano y todo debe quedar allí, pero si no se lo logra, se debe ir al último paso, el cual es lo que se conoce como excomunión. Jesús dijo: Si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. Esto significa poner al creyente en pecado fuera de la comunión de la iglesia. Se trata de un genuino creyente que sin embargo, ha escogido vivir como si no lo fuera, y por tanto la iglesia debe tratarlo como si no fuera creyente, como un gentil y publicano. Esta es la medida más severa de disciplina y es la iglesia quien debe ejercitarla. Según el apóstol Pablo, esta medida de disciplina significa entregar al creyente en pecado a Satanás, el amo y señor de este mundo, para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. Pero inclusive esta medida extrema de disciplina tiene la intención de restaurar al creyente en pecado. Es algo que se hace, no para dañar, sino para buscar la restauración. Cuando el creyente excomulgado reconoce su pecado, lo confiesa, se arrepiente y se aparta del pecado, debe ser admitido nuevamente a la comunión de la iglesia. El asunto es que en las relaciones entre creyentes debe haber pureza y cuando se producen ofensas o pecados deben ser tratados de la manera que Jesús nos instruye. Qué triste que en no pocas iglesias ni siquiera se habla de este asunto, peor ponerlo en práctica, y en consecuencia el pecado reina en esas iglesias tanto en los líderes como en la congregación. El dar los pasos necesarios para tratar el pecado en la iglesia, cuenta con el decidido apoyo, o el aval de Dios mismo. Esto es lo que encontramos en Mateo 18:18-19. La Biblia dice: De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
Una vez más nos topamos con este asunto de atar y desatar. En este caso, el atar y desatar está relacionado con la medida de disciplina que ejerce la iglesia. Cuando una iglesia, en dependencia del Espíritu Santo, en oración y sobre todo en obediencia a la palabra de Dios, determina disciplinar a un creyente en pecado por medio de la excomunión se dice que se ha atado esta medida de disciplina a ese creyente. Esta acción es aprobada por Dios. Se dice entonces que el asunto se ha atado también el cielo. Pero cuando, como resultado de esta medida de disciplina, el creyente en pecado reconoce su pecado, lo confiesa, se arrepiente y se aparta del pecado, y en consecuencia la iglesia admite nuevamente a este creyente a la comunión se dice que se ha desatado la medida de disciplina que se impuso a este creyente. Esta acción es aprobada por Dios. Se dice entonces que el asunto también ha sido desatado en el cielo. Esto concuerda lo que Jesús dijo a continuación: Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Esto tiene que ver directamente con el asunto de disciplinar a un creyente en pecado con la excomunión. Si una iglesia local fuera tan pequeña, que no son sino dos los que la forman, aún así, Dios oye y honra la decisión en cuanto a la disciplina con la excomunión. Pero también se puede aplicar este versículo para el caso de la oración en la iglesia por cualquier asunto. Hay poder en la oración grupal en la iglesia. Cuando la iglesia toda en unidad de espíritu pide a Dios en oración alguna cosa, Dios responde. Esto asume que lo que se está pidiendo es conforme a la voluntad revelada de Dios, que los que piden lo están haciendo con fe y que lo que se pide parte de una motivación correcta, es decir que no se trata de algo para satisfacer nuestro egoísmo. Jesús concluye esta sección garantizando su presencia en medio de la iglesia. Observe lo que tenemos en Mateo 18:20. La Biblia dice: Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Estas palabras de Jesús se deben entender en el contexto que aparecen. No olvide que el contexto tiene que ver con la más severa medida de disciplina ejercitada por la iglesia, la excomunión. La iglesia, por más pequeña que sea, tiene autoridad para ejercitar esta medida extrema de disciplina por cuanto está reunida en el nombre del Señor Jesucristo, y eso es equivalente a que el mismo Señor Jesucristo esté en medio de ella. La iglesia local no es cualquier cosa. Aunque sea la más insignificante en el lugar más remoto del planeta, merece todo el respeto, toda la consideración, todo el apoyo, por el solo hecho de que Jesús está en medio de ella. Cuidado con criticarla, con atacarla, con lastimarla por medio del mal testimonio. Que Dios bendiga su palabra.

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