Las acciones que condujeron a un genuino avivamiento espiritual

Es grato estar junto a Usted mi amiga, mi amigo. Bienvenida, bienvenido a un nuevo estudio bíblico de La Biblia Dice…, en el libro de Nehemías. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca de las acciones que condujeron a un genuino avivamiento espiritual entre el pueblo de Jerusalén.

En nuestro estudio bíblico último, vimos que un avivamiento es un estado en el cual Dios obra de una manera especial a través de las personas. Para que haya un avivamiento deben existir algunos elementos indispensables. Tiene que haber un pueblo dispuesto, una persona dispuesta y la Palabra de Dios disponible. La Palabra de Dios juega un papel importantísimo en un avivamiento. Muchos ven a un avivamiento en términos de un retornar a la Palabra de Dios. Esto es interesante, alejarse de la Palabra de Dios trae adormecimiento, pero acercarse a la Palabra de Dios trae avivamiento. Un genuino avivamiento no es producto de las emociones descontroladas sino de un acto voluntario de conocer la Palabra de Dios y actuar conforme a lo que ella dice. En la época de Nehemías aparecieron estos elementos. El pueblo estaba dispuesto y como un solo hombre se congregó frente a la puerta de las Aguas. Una persona estaba dispuesta también, su nombre fue Esdras, un sacerdote escriba, conocedor a fondo de la Ley que Jehová dio a Moisés. Finalmente la Palabra de Dios estaba dispuesta, fue traída delante del pueblo, tanto de hombres, como de mujeres y de todos los que podían entender. Debe haber sido un espectáculo impresionante, no menos de 50000 personas todas juntas ávidas de recibir la Palabra de Dios. Es con este antecedente que llegamos a nuestro pasaje bíblico de hoy en el cual veremos las acciones que condujeron a un genuino avivamiento.
Le invito a abrir su Biblia, en el Libro de Nehemías, capítulo 8 versículos 3 a 8. En este pasaje veremos tres acciones que precedieron al avivamiento. En primer lugar, la lectura de la Palabra del Señor. Nehemías 8:3-4 dice: «Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley. Y el escriba Esdras estaba sobre un púlpito de madera que habían hecho para ello, y junto a él estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilcías y Maasías a su mano derecha; y a su mano izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam» Como señalamos anteriormente, un genuino avivamiento gira en torno a la Palabra de Dios. Nehemías sabía esto y por este motivo, pidió a Esdras que lea la Palabra de Dios al pueblo. La lectura comenzó temprano a la mañana, quizá a las 6 de la mañana y duró hasta el mediodía, quizá las 12 del día. Es decir, el pueblo recibió como 6 horas de lectura de la Palabra de Dios. Nadie se movió o se inquietó o continuamente miró su reloj de arena, porque según el texto, los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley. Bueno, yo no sé cuál será su experiencia en su propio entorno cristiano, pero a mí me incomoda por decir lo menos, cuando veo que en los cultos de las iglesias, los creyentes parecen como si estuvieran sentados sobre agujas cuando el predicador se pasa unos minutos de la hora fijada para que termine un mensaje. Se mueven de lado a lado, miran su reloj, levantan la una pierna sobre la otra, luego cambian de posición, finalmente dejan escapar un resoplido de alivio cuando el pobre predicador se baja del púlpito. No estoy abogando por que los predicadores alarguen el sermón hasta la media noche, pero es triste ver como nos incomoda tanto el escuchar la Palabra de Dios. Ojalá pudiéramos aprender de algunas tribus indígenas del Ecuador. En alguna ocasión tuve el privilegio de visitar una de ellas, la reunión comenzó a las 9 de la mañana, después de 30 minutos de enseñanza, pregunté si debíamos hacer una pausa para descansar, la respuesta fue: No. Siga adelante. A la hora de enseñanza, consulté nuevamente, la respuesta fue: No, siga adelante. A la hora y media consulté otra vez, esta ocasión más por mí que por ellos, porque mi garganta ya no daba más, la respuesta fue: No, siga adelante. Allí comprendí cuan dispuestos estaban estos creyentes a recibir la Palabra del Señor y olvidando los limitantes que impone la iglesia en la ciudad, proseguí sin parar por tres horas continuas de enseñanza. Nunca antes experimenté esto en la ciudad. Algo parecido debe haber experimentado Esdras, veía tanta sed por la Palabra de Dios que no paró de leer las sagradas Escrituras por 6 horas seguidas. Incidentalmente, en este pasaje se menciona por primera vez el uso de un púlpito para leer la Palabra de Dios, fue hecho de madera y debe haber sido muy resistente para que pueda soportar el peso de Esdras y doce acompañantes. La primera acción previa al avivamiento fue entonces la lectura de la Palabra del Señor. La segunda acción es adoración al Señor de la Palabra. Nehemías 8:5-6 dice: «Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento. Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra» Es muy bueno escuchar la Palabra del Señor, pero no hay que olvidar al Señor de la Palabra. Esto es lo que tenemos en los versículos leídos. Nehemías subió al púlpito con el libro, puso el libro sobre el púlpito, y los ojos de toda la gente estaban sobre el libro. Qué interesante, Esdras logró que la gente se fije en el libro, no sobre sí mismo. Oh cuantos problemas se ahorraría la iglesia si sus líderes hicieran que la gente mire la Palabra de Dios más no al mensajero. Cuantos creyentes tropiezan y caen cuando los líderes caen, porque su mirada no esta en el libro sino en el mensajero. Cuantas Iglesias se dividen porque la congregación sigue al pastor y quita su mirada del Señor. Esdras hizo lo correcto, abrió el libro a los ojos del pueblo, y todo el pueblo estuvo atento. Acto seguido, Esdras bendijo a Jehová, Dios grande. Tan pronto terminó de bendecir, el pueblo clamó en alta voz, alzando los brazos: Amén, Amén. Ahora notemos lo que hicieron, dice el texto que se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra. No se puede estar más abajo. Con este acto, el pueblo estaba demostrando en la práctica la abismal separación entre un Dios santo y un hombre pecador. Jamás habrá un verdadero avivamiento hasta que no estemos conscientes de la magnificencia de nuestro gran Dios y la bajeza de nosotros como seres humanos. Así que, antes del avivamiento, hubo lectura de la Palabra de Dios y Adoración al Dios de la Palabra. En tercer lugar, hubo comprensión del texto leído. Nehemías 8:7-8 dice: «Y los levitas, Jesúa, Bani, Serebías, Jamln, Acub, Sebetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar. Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura» Notemos que no era una lectura ligera. Había todo un grupo de 13 levitas quienes quizá por turno se encargaban de hacer comprender la Palabra de Dios al pueblo. Casi siempre, no es suficiente una lectura, existen cosas en la Biblia que son difíciles de entender, pero Dios ha puesto en su Iglesia maestros capacitados y dotados quienes nos ayudan a entender la Palabra de Dios. El Apóstol Pablo por ejemplo, tenía mucho deseo de visitar la iglesia en Roma para tener la oportunidad de utilizar sus dones en la confirmación de la Palabra de Dios. Romanos 1:11 dice: «Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados» Tenemos entonces que la Palabra de Dios fue leída, el Dios de la Palabra fue adorado y la Palabra de Dios fue comprendida. Esta combinación es la ideal para originar un avivamiento, como en realidad ocurrió en la época de Nehemías. ¿Cómo está su vida amable oyente? ¿Ha dejado de leer su Biblia? ¿Se ha humillado últimamente delante del Señor reconociendo su grandeza? ¿Ha tomado el tiempo suficiente para poner el sentido a lo que dice la Palabra de Dios? ¿Ha apreciado el trabajo de los maestros que nos ayudan a comprender la Palabra de Dios? Déjeme decirle que si la Palabra de Dios no es leída ni entendida, jamás habrá un avivamiento en su propia vida y peor en la iglesia local a la cual asiste. Ojalá que sigamos el ejemplo del pueblo de Israel, quien escuchó la Palabra de Dios, adoró al Dios de la Palabra y entendió la Palabra de Dios.

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