Otra actitud importante sobre el dinero y los bienes materiales

Saludos cordiales amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. El tema de estudio es la mayordomía cristiana y dentro de ello, la mayordomía del dinero y los bienes materiales. Luego de mostrar algunos principios sobre como dar al Señor sabiamente, tocamos el tema de cómo administrar el dinero y los bienes materiales a la luz de que en algún momento tendremos que salir de este mundo, no importa si es pronto o después de un buen tiempo. La primera actitud que debemos desarrollar es lo que Pablo nos habla en 1 Timoteo 6:6 donde dice: Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento;
El ganador en la vida no es aquel que ha acumulado la mayor fortuna o el mayor poder o la mayor fama. El ganador en la vida puede ser una persona insignificante a los ojos del mundo, pero que ha llegado al fin de sus días con lo que dice este texto, con piedad acompañada de contentamiento. Esto es de gran ganancia a los ojos de Dios. El contentamiento es la satisfacción interna al mirar que las necesidades básicas de la vida están siendo atendidas por el Señor. En el estudio bíblico de hoy, vamos a hablar acerca de otra actitud importante sobre el dinero y los bienes materiales a la luz de que todos en algún momento tenemos que dejar este mundo.

Rico no quien tiene todo para rodearse de todo tipo de lujos y comodidades para sentirse bien. Rico es aquel que con lo mínimo indispensable se siente bien. Para sentirse bien no es necesario ser la persona más rica del mundo. Cuentan que una vez un rey cayó en profunda depresión. Nada de lo que hicieron logró levantar el ánimo del alicaído rey. Finalmente buscaron al más sabio del reino para pedirle consejo. El sabio dijo: Lo único que podría sacar al rey de su depresión es ponerse por un mes la camisa de la persona más feliz del reino. Inmediatamente salió una comisión con la consigna de buscar a la persona más feliz del reino para pedirle su camisa. Luego de varios días volvieron al rey, pero sin la camisa. Con enojo, el rey preguntó: ¿No pudieron encontrar a la persona más feliz de mi reino? La respuesta fue: Si lo encontramos. ¿Y por qué no me han traído su camisa? Preguntó el rey. La respuesta fue: La persona más feliz de tu reino, oh rey, no usa camisa. Cuanta razón tiene la Biblia cuando afirma que teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con eso, porque gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento. Esto fue lo que tratamos en nuestro último estudio bíblico. En esta ocasión me gustaría compartir otra actitud que es importante desarrollar, a la luz de que en algún momento tendremos que salir de este mundo. Tiene que ver con qué es lo que vamos a hacer con el dinero o los bienes materiales que el Señor nos ha confiado para que lo administremos una vez que nosotros ya no estemos aquí para administrarlos. Es impresionante ver la cantidad de creyentes que son muy buenos mayordomos para la vida, pero pésimos mayordomos para la muerte. Eso queda en evidencia cuando mientras viven ciertamente honran al Señor con sus bienes y con las primicias de sus frutos, pero ni de lejos piensan en el Señor a la hora de encargar a otros la administración de sus posesiones materiales. A lo mejor, la idea que surge en su mente es: Si he sido fiel dando al Señor lo que es justo mientras he tenido vida, ¿Por qué debo preocuparme de darle lo que es de Él cuando terminen mis días en este mundo? Pero ¿No le parece amable oyente, que si mientras vivimos fuimos fieles en nuestras dádivas al Señor, cuánto más en nuestra muerte? Sabiendo que la muerte es simplemente el callejón que nos conduce a encontrarnos con aquel que nos tomará cuentas de cuan bien o cuan mal administramos los bienes que son de Él. Esto demanda adoptar una estrategia para pasar a otros las cosas materiales que por ahora las estamos administrando nosotros. Dentro de esto, por ejemplo, es importante hacer un testamento, en el cual se especifiquen claramente los beneficiarios de los bienes que actualmente disponemos. Entre estos beneficiarios estarán los familiares cercanos e inclusive los no tan cercanos y de pronto, hasta los amigos. Quizá le suene extraño que estamos hablando de esto, hasta le parecerá macabro, pero al reflexionar sobre lo que dice la palabra de Dios, cuando afirma que la vida es como una neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece, es necesario hacerlo. Dejar una herencia es bíblico amable oyente. Proverbios 13:22 dice: El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos;
Pero la riqueza del pecador está guardada para el justo.
Si Dios le ha confiado dinero y bienes materiales en forma generosa no estaría mal que se ponga pensar en quienes van a administrar estas cosas cuando usted ya no esté en este mundo. Pero aquí es donde me gustaría hacer un llamado a la reflexión. Si no nos ofende la idea de incluir en nuestro testamento a nuestros hijos, nietos o hermanos y aún amigos, ¿Por qué es que nunca hemos pensado en el Señor a la hora de distribuir nuestros bienes? Especialmente si los herederos han alcanzado una buena posición económica, cuán deseaba y justificable sería pensar en dejar algo para beneficio de la obra del Señor en este mundo. Ciertamente amamos a nuestros hijos y deseamos lo mejor para ellos aun después de que hayamos muerto, pero ¿debemos acaso pensar menos en cuanto al Señor? Es muy importante que incluyamos al Señor en nuestros planes de pasar las cosas materiales a los que van a quedar en este mundo una vez que nosotros partamos. Finalmente, concluyendo ya esta sección de la mayordomía del dinero y los bienes materiales, permítame recordar que el Señor nos ha encomendado dinero y bienes materiales y algún día nos tomará cuentas de ello. Este es justamente el énfasis de la parábola de los talentos que fue relatada por Jesús en Mateo 25. Según ella, necesitamos invertir lo que hoy hemos recibido del Señor para que hoy rindan fruto para el Señor. Solamente así lograremos un sano equilibrio entre lo que gastamos para nosotros mismos y lo que invertimos para el Señor. En el Antiguo Testamento encontramos una historia muy interesante a este respecto. En el reinado de Acab en Israel, el profeta Elías anunció a este rey que desde ese instante hasta que él mismo dé una orden no iba a haber lluvia ni rocío sobre la tierra. Como consecuencia de la sequía había hambre en toda la tierra. Veamos qué es lo que sucedió con este profeta luego que los cuervos dejaron de alimentarlo y el arroyo de Querit se secó. 1 Reyes 17:8-16 dice: Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo:
1Ki 17:9 Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente.
1Ki 17:10 Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba.
1Ki 17:11 Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano.
1Ki 17:12 Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.
1Ki 17:13 Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.
1Ki 17:14 Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.
1Ki 17:15 Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días.
1Ki 17:16 Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías.
Hermoso, ¿no le parece? La viuda no tenía sino lo suficiente para preparar una torta para ella y su hijo antes de morir. Sin embargo, el profeta Elías le desafió a que primero se ocupara de las necesidades de Dios y después de las de ella. La viuda lo hizo y como consecuencia, tanto las necesidades de Dios como las de ella fueron satisfechas. La tinaja contenía siempre harina y la vasija contenía siempre aceite. Y esto duró por tres años y medio, porque eso fue lo que duró la sequía según el libro de Santiago. Gran lección en cuanto a que si nos ocupamos de las necesidades de Dios, Dios se ocupa de las necesidades nuestras.

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