El orgullo

Gracias por dispensarnos su sintonía. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando las características de la vida auténticamente cristiana, y hoy nos corresponde tratar el asunto del orgullo. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para tratar este tema.

El orgullo es en esencia el excesivo amor hacia uno mismo. Quizá no represente mucha dificultad entender este concepto. Lo que es realmente difícil es determinar si estamos adoleciendo de este mal. Es fácil detectar el orgullo en otros, pero es muy difícil detectar el orgullo en nosotros mismos. Saber cómo se manifiesta el orgullo nos ayudará a identificarlo en nuestras vidas. El orgullo se manifiesta en una jactancia de los logros personales. ¿Es Usted una persona que saca pecho por las cosas que ha hecho en la vida? Si la respuesta es positiva entonces Usted es una persona orgullosa. El orgullo se manifiesta también en un afán por lograr puestos de importancia. Si Usted es ese tipo de persona que usa a los otros como escalera para ascender lo más alto posible, entonces Usted es una persona orgullosa. El orgullo también se manifiesta en una tendencia a justificar todos los errores que cometemos. ¿Es Usted una persona que siempre tiene una buena razón para algo malo que hizo? ¿Echa a otros la culpa de sus errores? Si es así, entonces Usted es una persona orgullosa. El orgullo se manifiesta también en el rechazo a la disciplina. Por ejemplo, digamos que Usted es un trabajador en una determinada empresa. A pesar que sabe lo que debe hacer, Usted hace lo contrario y en consecuencia es digno de ser amonestado. Pero cuando viene la amonestación, Usted se enoja y cree que le están tratando injustamente, piensa que a otros no les han amonestado por cosas peores, y se pone mal. Es una evidencia de que Usted es una persona orgullosa. El orgullo se manifiesta también en una resistencia a recibir ayuda de otros cuando se está en necesidad. Existen personas que piensan que recibir ayuda de otros es una ofensa a su dignidad. Personas así son personas orgullosas. El orgullo además se manifiesta en envidia. La raíz de la envidia es el orgullo. La persona envidiosa cree que nadie más que ella debe recibir los mejores elogios, los mejores bienes, el mejor trato. Si Usted se incomoda por el éxito de los demás, entonces es una persona orgullosa. El orgullo también se manifiesta en la propensión a criticar en lugar de alabar a los demás. Cuando habla con alguien acerca de una tercera persona, ¿tiende a enfatizar las debilidades de esta persona, en lugar de enfatizar las virtudes de esta persona? Si es así, Usted es una persona orgullosa. El orgullo se manifiesta además en la burla de los demás, especialmente de aquellos que son considerados inferiores. Otra manifestación del orgullo es el rechazo a la autoridad. Las autoridades son puestas por Dios, no importa si se trata del hogar o la iglesia o el trabajo, o el país, pero si nos hallamos resistiendo a esas autoridades, en realidad tenemos un problema de orgullo en el corazón. El orgullo se manifiesta también en ostentación de la propia sabiduría. Es la persona que siempre se halla respondiendo a preguntas que nadie ha hecho. Solo quiere demostrar cuán sabio es. El orgullo se manifiesta además en una apatía hacia la palabra de Dios y la oración. El creyente que no estudia la palabra de Dios y nunca ora a Dios, está jactándose de que puede enfrentar la vida por sí solo. Es una manifestación de orgullo. También se puede manifestar en la indiferencia hacia las necesidades de los demás. La persona orgullosa piensa sólo en sí misma y no le importa lo que pase con los demás. Al revisar las manifestaciones del orgullo, es inevitable reconocer que cual más, cual menos, todos tenemos problema con el orgullo. Pero alguien podría estar diciendo: Bueno, soy orgulloso, ¿Y qué? ¿Qué problema hay con eso? Pues hay mucho problema amiga, amigo oyente. Mire lo que dice Levítico 26:19 “Y quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo, y haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce.” Dios realmente odia el orgullo. La caída de Satanás tuvo mucho que ver con el orgullo. Como consecuencia del orgullo, Dios hará que el cielo se torne duro como hierro. No habrá gota de lluvia que caiga de él. Por tanto, la tierra se volverá seca y árida como el bronce. Mucho de la falta de bendición en vidas de personas se origina en el orgullo. Lo mismo encontramos en Proverbios 16:18 donde dice: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu” De igual manera, Isaías 2:11 dice: “La altivez de los ojos el hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día.” Es muy peligroso atesorar orgullo en el corazón. Dios lo aborrece y lo castiga con firmeza. Cuenta una fábula que un hombre tenía un burro y un caballo de pura sangre. Abusaba del burro y mimaba al caballo fino. Cierto día, este hombre tenía que hacer un viaje a la ciudad llevando mercadería en un carro. Así que arregló la carga en el carro, amarró el carro al burro y acompañado del caballo salieron temprano a la mañana. Mientras el pobre burro caminaba con la lengua afuera por el cansancio, el caballo trotaba alegremente a su lado. En algún momento, el burro se animó a hablar al caballo y le dijo: ¿Por qué no me ayudas a llevar esta carga? Entre los dos podríamos dividir la carga y yo no estaría tan agotado. El caballo hizo una mueca de desaprobación y dijo: ¿Qué te has creído? Acaso no sabes que soy un caballo de pura sangre. Jamás ensuciaré mi lomo llevando esa inmunda carga. Así prosiguieron el camino. Llegó un momento cuando el burro no daba más y se desplomó sin vida. El hombre dijo: ¿Qué haré? Tengo que llegar a la ciudad. No puedo dejar un burro muerto en la mitad del camino. Así que acomodó la carga para hacer un espacio para el burro muerto, colocó el burro muerto en el carro, ató el carro al caballo y prosiguió su camino. Mientras avanzaba penosamente, el caballo se iba diciendo a sí mismo: Que necio que he sido, si hubiera ayudado al burro no tendría que tirar esta carga yo solo y encima de eso con un burro muerto. Ahora que sabemos cuán peligroso es el orgullo, es necesario buscar la manera de evitarlo. Permítame por tanto sugerir algunos pasos. Primero, reconociendo la presencia del orgullo en el corazón. Es el primer paso, si nuestro orgullo no nos permite reconocer que somos orgullosos, jamás lograremos dominar al gigante llamado orgullo. Segundo, confesando a Dios el orgullo como pecado. Si por acaso le queda alguna duda en cuanto a que el orgullo es pecado, considere lo que dice el texto en Proverbios 21:4 “Altivez de ojos, y orgullo de corazón, y pensamiento de impíos son pecado.” De modo que no justifique su pecado de orgullo. No lo llame debilidad o rasgo de carácter. Llámelo pecado, porque así es como Dios lo conoce. Tercero, reconozca que si algo hace de bueno es por la pura gracia de Dios. Así es como lo consideraba el apóstol Pablo. 1 Corintios 15:10 dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” En otras palabras, ninguno de nosotros tiene nada para jactarse cuando hace algo bueno para Dios. Esto me trae a la mente otra fábula que tiene que ver con burros. Esto sucedió en un establo en Jerusalén. Al caer la tarde mientras los animales buscaban un rincón para dormir en el establo, se oyó la voz de un pollino, quien muy excitado contaba a los demás burros lo que le había pasado durante el día. Ni saben, hoy iba entrando a la ciudad y de pronto, la gente se volvió loca por mí, tendían sus mantos en el camino para que yo pise sobre ellos. Otros cortaban ramas de árboles y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y atrás gritaban algo que no entendí muy bien. Algo como: Hosana, Hosana. Me sentí tan emocionado. Nunca antes me habían recibido así en una ciudad. Un burro viejo que le estaba oyendo se puso de pie y dijo: ¡Ay que burro tan burro! ¿Acaso no te diste cuenta que todo eso no era para ti sino para la persona que iba sobre ti? Nosotros somos como aquel pollino cuando nos jactamos de haber hecho algo de bueno para el Señor. No fuimos nosotros. Fue el Señor quien lo hizo y él se merece toda la honra y la gloria, no nosotros. Cuarto, cultive su comunión con Cristo. No hay persona más humilde que él. Hablando de su humildad, Filipenses 2:5-8 dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Esta cualidad de Cristo Jesús se contagia en la medida que cultivamos la comunión con él. 1 Corintios 3:18 dice: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” Dejemos que nuestra personalidad entera se transforme de gloria en gloria contemplando la gloria de nuestro amado Salvador. La vida auténticamente cristiana se caracteriza por la libertad del orgullo.

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