La envidia

Es un placer saber que Usted nos está acompañando. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Continuando con la serie titulada: La Vida Auténticamente Cristiana, en esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca de la envidia.

La envidia es un huésped indeseable que intenta pasar desapercibido en nuestras vidas.

Según el diccionario, la envidia es simplemente el pesar que se siente por el bien ajeno.

La envidia es tan destructora que la Biblia la compara con el carcoma de los huesos. Proverbios 14:30 dice: “El corazón apacible es vida de la carne; mas la envidia es carcoma de los huesos”

La palabra hebrea que se ha traducido como carcoma, tiene su raíz en una palabra que significa algo que está podrido. Carcoma de los huesos denota por tanto un trastorno grave de la salud por el cual los huesos están en proceso de putrefacción. Así es como ve Dios a la envidia.

Proverbios 17:4 dice en cuanto a lo dañino de la envidia: “Cruel es la ira, e impetuoso el furor; mas ¿quién podrá sostenerse delante de la envidia?

Cuenta una fábula que en un día caminaban juntos un envidioso y un codicioso. En eso, divisan una vieja vasija toda cubierta de polvo, tirada a un costado del camino. El envidioso la toma, saca su pañuelo para limpiar el polvo y al frotarla con el pañuelo, ¡oh sorpresa! De la vieja vasija sale un geniecillo y dice: Gracias por haberme liberado de mi prisión. En gratitud por tan noble gesto, les quiero hacer un regalo a los dos. El regalo consistirá en cualquier cosa que Ustedes quieran, pero con una condición. Uno de los dos podrá elegir el regalo, mientras que el otro recibirá una doble porción. El envidioso sabía exactamente lo que más le gustaría tener, pero sabía también que no podría soportar la envidia de ver que el codicioso tenga el doble que él. Por eso esperaba que el codicioso elija el regalo. El codicioso por su parte, también tenía su preferencia en cuanto a lo que le gustaría recibir, pero su codicia le obligaba a tener el doble de lo del envidioso. Por tanto, él también estaba esperando que el envidioso elija el regalo. Así se miraban el uno al otro en silencio por un buen rato. Por fin el envidioso se abalanzó al cuello del codicioso y apretándolo con todas sus fuerzas le dijo: Elige el regalo o te mato. Apenas recuperado el aliento, todo asustado, el codicioso dijo: Está bien, está bien… yo elegiré el regalo. Quiero quedarme ciego de un ojo. Al instante perdió la vista en un ojo, mientras que el envidioso perdió la vista en ambos ojos. La moraleja de esta fábula es que la envidia nunca paga bien a los que la toleran en su corazón.

La Biblia muestra que los hijos de Jacob abrigaban envidia contra su hermano José. Génesis 37:11 dice: “Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto.”

Eventualmente, esta envidia degeneró en un intento de asesinato que sólo la providencial mano de Dios logró evitar. De todos modos, José terminó siendo vendido en calidad de esclavo por sus propios hermanos.

A cosas así puede conducir la envidia. Si yo le hiciera esta pregunta: ¿Es Usted envidioso? ¿Cuál sería su respuesta? Estoy seguro que algunos admitirían para sus adentros que son envidiosos, aunque quizá no se atrevan a admitirlo externamente.

Pero a lo mejor otros, honestamente no sabrían si son o no envidiosos. Si este es su caso, entonces a lo mejor le ayude el saber cuáles son los síntomas de una persona envidiosa.

¿Se siente incómodo cuando alguien que conoce logra éxito en el campo donde Usted también está tratando de conseguirlo?

Digamos que Usted es un futbolista y su mejor amigo, también futbolista es el que más goles ha marcado en el campeonato de fútbol, mientras que Usted no ha marcado ninguno. ¿Cómo se siente? ¿Hay en Usted esa sensación de: por qué él y por qué no yo? Pues eso es envidia.

Otro síntoma de la envidia es la tendencia a criticar a las personas que están tratando de alcanzar lo mismo que nosotros. ¿Es Usted ese tipo de persona que piensa que debe lanzar barro a los demás para que Usted luzca más limpio que ellos? Esto justamente es lo que hacen los que critican a otros.

Deteriorando la imagen de otros por medio de la crítica, piensan que van a mejorar su propia imagen. Lo que motiva esta conducta es la envidia. No nos sentimos cómodos con el hecho que a otros les vaya mejor que a nosotros y hacemos todo esfuerzo para reducirlo a la más mínima expresión. Eso es envidia.

Otro síntoma de la envidia es la tendencia a maximizar nuestros logros y minimizar los logros de los demás. ¿Es Usted ese tipo de persona que cuando se trata de hablar de lo que Usted hace lo describe como lo más maravilloso que puede haber, pero cuando se trata de hablar de lo que otro hace lo describe como algo insignificante? Si es así, Usted ha permitido que la envidia se aloje en su corazón.

Espero que al responder honestamente las preguntas realizadas, Usted haya podido identificar si hay o no envidia en su vida. Asumiendo que la envidia ya ha anidado en su corazón, ¿le gustaría saber como erradicarla? Pues es necesario dar varios pasos en oración y en el poder del Espíritu Santo.

El primer paso, es reconocer que la envidia es pecado. La envidia es un fruto de la carne. Gálatas 5:19-21 dice: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.”

Allí lo tiene amable oyente, la envidia es uno de los miembros de ese conjunto nada digno llamado: Obras de la carne. La envidia por tanto es pecado. Si desea erradicar de su corazón a la envidia es necesario que comience a ver a la envidia como Dios la ve, como pecado.

El paso número dos es confesar a Dios el pecado de la envidia. Cada vez que aflore este malestar por el bien de otro, reconózcalo como pecado y recurra a la presencia de Dios para confesarlo. 1ª Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”

No importa las veces que sean necesarias, cada vez que se manifieste la envidia, confiésela a Dios como pecado. Dios le perdonará y limpiará su corazón y Usted habrá dado un paso importante para librarse de la envidia.

El tercer paso requiere que Usted se haga un compromiso delante de Dios por buscar siempre el bienestar de los demás. Filipenses 2:4 dice: “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”

Para derrotar a la envida en su corazón es necesario que se grabe en la cabeza que una de sus metas es buscar el bien de los demás. Si este pensamiento es parte de su modo natural de pensar, entonces no habrá lugar para la envidia en su corazón.

Supongamos que uno de sus amigos acaba de comprarse un auto último modelo. Eso es muy bueno para él. Pero como una de sus metas era buscar el bien de los demás, el hecho que su amigo haya recibido este gran bien, no le incomodará en absoluto, sino más bien le hará sentir dichoso. La envidia no habrá tenido oportunidad para entrar a su corazón, porque de antemano Usted le había cerrado la puerta.

El cuarto paso es expresar de maneras prácticas el gozo por el bien de otro. La Biblia dice en Romanos 12:15 “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”

¿Qué es más fácil? Gozar con los que se gozan o llorar con los que lloran. Bueno, al menos para mí, más fácil me es llorar con los que lloran. Es sencillo arrimar el hombro y llorar junto a alguien que por ejemplo ha visto partir a la eternidad a un ser querido. Es fácil llorar con los que lloran. Las lágrimas brotan sin mayor esfuerzo. Pero lo que se me hace difícil es gozarme con los que se gozan.

¿Sabe por qué? Exactamente, por la envidia. La envidia es como la cizaña que se mete para echar a perder el gozo que debería experimentar cuando otros logran algún bien. Para derrotar esta tendencia de la carne a no gozarnos con los que se gozan, es necesario aprender a expresar de maneras prácticas el gozo por el bien de otros. Si algún hermano de la iglesia se ha comprado una hermosa casa, vaya y visítelo y dígale: Estoy muy contento por la casa tan linda que Dios te ha dado. Hágalo con sinceridad. Verá como esta práctica, poco a poco le ayudará a deshacerse de la envidia.

Por último, el quinto paso, dependa del poder de lo alto para evitar la envidia en su vida. La lucha es fuerte. La carne se solaza con la envidia, pero no olvide que los creyentes tenemos a nuestra disposición al Espíritu Santo, quien nos puede dar todo el poder que queramos para vencer a la envidia. No dependa de su propia fuerza para enfrentarse con la envidia, saldrá siempre derrotado, pero si echa mano del poder del Espíritu Santo logrará siempre la victoria sobre la envidia.

Dígale a Dios en oración que su deseo es vivir sin envidia en su corazón y dé los pasos sugeridos para derrotar a la envidia y muy pronto estará experimentando la dulce calma de no incomodarse por el bien del otro.

Otra de las características de la vida auténticamente cristiana es la ausencia de la envidia. Un creyente no debe ser envidioso. Que con la ayuda de Dios, Usted sea un hombre o una mujer sin envidia en su corazón.

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