Soportarnos los unos a los otros

Es grato estar nuevamente con Usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, o bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando las características de la vida auténticamente cristiana. Hoy nos corresponde tratar el asunto de soportarnos los unos a los otros.

Cuán fácil es formarnos opiniones equivocadas de los demás.

Tenemos muchas limitaciones para formar una correcta opinión de los demás, porque solamente vemos lo físico, lo externo, no podemos ver más allá de lo que perciben nuestros ojos.

El obispo Potter palpó de cerca esta realidad en una experiencia muy personal. Esto ocurrió hace mucho años atrás. Estaba por hacer un viaje hacia Europa en uno de los grandes trasatlánticos de la época. Cuando subió a bordo, encontró que su camarote era para dos personas. Después de saludar brevemente a su compañero de viaje y reconocer el lugar, se dirigió inmediatamente al encargado de custodiar las cosas de valor de los pasajeros para ver la posibilidad de guardar en la caja fuerte su reloj de oro y algunas otras pertenencias de valor. Dijo al encargado que normalmente no hacía eso cuando viajaba, pero que había observado a su compañero de camarote, y por lo que había visto, le parecía que no era una persona digna de confiar. El encargado de la caja fuerte registró y recibió las pertenencias de valor del obispo Potter y luego hizo un comentario: Muy bien, obispo, le dijo, sus cosas de valor estarán seguras en la caja fuerte. A propósito, su compañero de camarote acaba de irse. Él también estuvo por aquí haciendo guardar sus cosas de valor en la caja fuerte, y ¿sabe una cosa? Él también me dijo que su compañero de camarote no le inspiraba ninguna confianza.

¡Qué bochorno! Es tan fácil arribar a conclusiones equivocadas cuando juzgamos por lo que vemos. Con razón que la palabra de Dios nos muestra que otra de las características de la vida auténticamente cristiana es la capacidad de soportarnos los unos a los otros.

Cuando hablamos de soportarnos los unos a los otros, me estoy refiriendo a no reaccionar mal por las cosas que hacen otros creyentes en uso de la libertad que tienen en Cristo.

No estamos hablando de cosas expresamente condenadas en la Biblia. Estamos hablando de esas cosas que sin haber sido condenadas en la Biblia, pueden llegar a ser motivo de discordia entre los creyentes.

Por ejemplo, ¿Se puede comer carne? ¿Se puede tomar café? ¿Puede una mujer vestir pantalón? ¿Puede una mujer cortarse el cabello? Es a este tipo de acciones a las que nos estamos refiriendo.

Sobre esto, la Biblia da su veredicto y se encuentra en Romanos 14: 1-12. En este pasaje bíblico encontramos la manera bíblica de manejar este asunto de soportarnos los unos a los otros. Romanos 14: 1-2 dice: “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres.”

Aquí tenemos dos principios importantes.

El primer principio es: Recibir al débil en la fe. La idea detrás de recibir tiene que ver con aceptar, contrario a rechazar. La tendencia natural de la carne es rechazar a todo aquel que no piense y actúe como nosotros.

Pensamos que lo que nosotros creemos y hacemos es una especie de norma universal que todos deben aceptar y excluimos de nuestro círculo a los que piensan diferente.

La Biblia confronta este error diciendo: Recibid al débil en la fe. El débil en la fe es aquel que tiene escrúpulos acerca de algo que no está específicamente legislado en la Biblia. Si un creyente por ejemplo, cree que no se debe comer carne, este creyente es débil en la fe, porque simplemente no ha llegado a tener pleno conocimiento de la libertad que tiene en Cristo como hijo de Dios.

Creyentes así no deben ser objeto de rechazo en las iglesias cristianas. Pablo dice: Recibid al débil en la fe. Es el primer principio para aprender a soportarnos los unos a los otros.

El segundo principio es: No contender sobre opiniones. Además de rechazar a todos los que no piensan como nosotros, la carne es experta en contender o discutir o pelear sobre nuestras diferencias. Por eso, Pablo aconseja diciendo: No contienda o no discuta o no pelee sobre opiniones.

Observe bien que Pablo no está hablando de cosas acerca de las cuales la Biblia ya se ha pronunciado con fuerza de ley. Siempre será malo robar, mentir, matar, adulterar, etc. Sobre cosas como éstas debemos tener una opinión unánime. Son cosas impropias para un creyente.

Pero existen acciones en las cuales es perfectamente posible tener más de una opinión. Yo podría creer que no se debe comer carne y Usted podría creer que no hay nada de malo en comer carne. Los dos tenemos opiniones diferentes.

Pablo dice: No haga de esto un motivo de pelea. La pelea se origina cuando tratamos de mostrar que nuestra opinión es la única que vale y todas las demás están equivocadas y cuando defendemos a capa y espada esa opinión.

Si se da el trabajo de investigar un poco los orígenes de sus últimas discusiones con su cónyuge, o con sus colegas de trabajo, o con sus familiares o con los hermanos de la iglesia, va a ver que muchas de esas discusiones fueron por opiniones. El tema en cuestión no fue si matar, por ejemplo, es bueno o malo, sino porque en algún asunto no legislado en la Biblia, Usted pensó de una manera y la otra parte pensó diferente.

El segundo principio para aprender a soportarnos los unos a los otros es no contender sobre opiniones

Pero en Romanos 14:3 encontramos dos principios más acerca de aprender a soportarnos los unos a los otros. Dice así este versículo: “El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.”

El tercer principio para aprender a soportarnos los unos a los otros es que el fuerte en la fe no menosprecie al que es débil en la fe. El fuerte en la fe es aquel que no tiene escrúpulos en cosas que la Biblia no ha legislado con fuerza de ley.

Si un creyente, por ejemplo, cree que se puede comer de todo, es fuerte en la fe. La debilidad del fuerte en la fe es la tendencia a menospreciar al débil en la fe.

Ah… aquel es un legalista, por eso no cree que se puede comer de todo. Pablo confronta esta conducta diciendo: No menosprecie al débil en la fe.

El verbo menospreciar significa hacer de ningún valor. Esto es lo que el fuerte en la fe normalmente piensa del débil en la fe. Se rodea de un aire de superioridad y piensa que todos los que no piensan como él, no valen nada. Cuidado con esta actitud amigo oyente.

El cuarto principio para aprender a soportarnos los unos a los otros es que el débil en la fe no juzgue al fuerte en la fe. La debilidad del débil en la fe es la tendencia a juzgar al fuerte en la fe. Ah… aquel es un libertino, por las cosas que hace.

Pablo confronta esta conducta diciendo: El débil en la fe, no juzgue al fuerte en la fe. El verbo juzgar denota primariamente, separar, seleccionar y elegir, de ahí, pronunciar juicio. Es la acción que ejecuta un juez.

Puede indicar también el hecho de pasar por un juicio, o pronunciar sentencia o condenar o estar involucrado en un litigio legal, o gobernar, o formarse una opinión o tomar una resolución.

En todo caso, tiene que ver con erigirse como juez. Esto es justamente lo que hace un creyente débil en la fe al juzgar a un creyente fuerte en la fe. Está usurpando la posición de juez. Esto es algo muy serio. Tan serio que Pablo llama a la reflexión a sus lectores con las palabras de Romanos 14:4 donde dice: “¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme”

Juzgar a otros, es equivalente a meterse en la casa que no es de uno para dar órdenes a la servidumbre de esa casa. Algo inadmisible, como inadmisible debe ser el juzgar a otros.

Prosiguiendo con los principios para aprender a soportarnos los unos a los otros, llegamos al quinto y último. Aparece en Romanos 14:5 donde dice: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.”

El creyente débil hace diferencia entre día y día. Probablemente cree que el séptimo día es un día de reposo, al estilo de lo que ordenaba la ley de Moisés. El creyente fuerte juzga iguales todos los días. Para él, el séptimo día es igual a los demás días de la semana.

El consejo de Pablo es: Cada uno, esté plenamente convencido en su propia mente. Esto significa: Cada uno siga los dictámenes de su propia conciencia en los asuntos no condenados ni ordenados en la Biblia. Hacer algo en contra de los dictámenes de la conciencia, en estos asuntos no legislados específicamente en la Biblia, es pecado.

Romanos 14:23 dice: “Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.”

En esencia diríamos entonces: Si Usted está convencido que no se debe comer carne, no coma carne, si lo hace, estará pecando, porque lo estará haciendo algo en contra de los dictámenes de su propia conciencia.

Resumiendo entonces, si queremos aprender a soportarnos los unos a los otros, debemos recibir al débil en la fe, debemos evitar contiendas sobre opiniones, el creyente fuerte en la fe debe evitar menospreciar al creyente débil en la fe, el creyente débil en la fe debe evitar juzgar al creyente fuerte en la fe, y todos debemos hacer lo que estemos convencidos en nuestra mente.

Poniendo en práctica estos principios lograremos vivir en armonía entre hermanos a pesar de las diferencias que podamos tener en asuntos que no están específicamente legislados en la Biblia. Es otra característica de la vida auténticamente cristiana.

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