Su triste y hasta trágica historia aparece en el libro de los Hechos, capítulo 5. Como antecedente, algunos de los discípulos de Cristo en la naciente iglesia estaban vendiendo sus propiedades, el Nuevo Testamento los llama heredades, y entregando ese dinero a la iglesia. Sin que lo buscaran, los que hacían eso deben haberse ganado el respeto y hasta la admiración de los demás creyentes. Pues sucede que una pareja, Ananías el esposo y Safira su esposa, querían el respeto sin pagar el precio. El hombre tiene una marcada tendencia a buscar los atajos en todo. Este es un caso típico de alguien que fue por el atajo para alcanzar la honra. Ananías y Safira, eran creyentes genuinos. El hecho que fueron parte de la iglesia primitiva, y los apóstoles los trataron como a creyentes es prueba de que eran genuinos creyentes. Con esto en mente, permítame leer amigo oyente, el pasaje bíblico, aunque algo extenso, que se encuentra en Hechos 5:1-11. La Biblia dice: “Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeres del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron. Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendiste en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué conviniste en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas.” Mucho se puede decir y aprender en el pasaje bíblico leído, pero a usted le interesa saber si Ananías y Safira fueron salvos. Al respecto debo decir que tanto Ananías como Safira fueron genuinos creyentes y por tanto, al morir físicamente, inmediatamente fueron al cielo, a la gloria de Dios. Esa es la promesa para todo genuino creyente. Preste atención a lo que voy a leer en 2 Corintios 5:6 y 8. La Biblia dice: “Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor; pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.” Pero creo entender la fuente de su duda. Tal vez se está preguntando: Pero ¿cómo puede ser esto? Tanto Ananías como Safira, murieron justo después de haber cometido un terrible pecado, el pecado de la mentira, el pecado de aparentar algo que no eran, el pecado de confabularse entre los dos para engañar, y tantas otras cosas más. Ni Ananías ni Safira tuvieron tiempo para reconocer su pecado delante de Dios y confesarlo. Los dos salieron de este mundo de la manera más ignominiosa. ¿Cómo entonces estamos afirmando que los dos son salvos? El hecho amable oyente es que la salvación de una persona no depende de las obras que hace esa persona, sino de la fe que esa persona pone en la persona y obra de Cristo Jesús. Preste atención a lo que dice la palabra de Dios en Efesios 2:8-9. La Biblia dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” Esto implica que el momento que Ananías y Safira, reconocieron su pecado, y que estaban condenados a muerte por su pecado, y reconocieron que Cristo murió por ellos en la cruz y le recibieron por la fe como Salvador, ese mismo instante llegaron a ser salvos. Pero tal vez usted dirá: ¿Significa esto que una persona que genuinamente recibe a Cristo por la fe como su Salvador, puede cometer todo tipo de pecado y no va a pasar nada por cuanto esa persona ya es salva? La respuesta es: De ninguna manera. Las razones pueden ser numerosas, pero permítame señalar solamente esta, una persona genuinamente salva, es una nueva criatura, con una nueva mente para conocer a Dios, con una nueva voluntad para obedecer a Dios y con un nuevo corazón para amar a Dios. Una persona así, jamás pensará que puede vivir en el pecado y que no va a pasar nada. Note lo que dice el Señor en su palabra. Voy a leer 2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” Si una persona afirma que es creyente y dando por sentado que no puede perder su salvación, se entrega a todo tipo de pecado, lo único que está demostrando es que nunca nació de nuevo, es decir que sigue siendo un pecador condenado y lo que es peor, un pecador esclavo del pecado. Además, ¿sabe una cosa amigo oyente? El pecado cometido, siempre tiene una consecuencia, no importa si lo comete un creyente o lo comete un incrédulo. De modo que, no es válido el concepto que un creyente puede pecar todo lo que quiera y no va a pasar nada. No, señor. Va a pasar mucho, aunque no al punto de llegar a perder la salvación. Las consecuencias del pecado pueden ser muchas y muy dolorosas. Finalmente, los genuinos creyentes tenemos en Dios a un Padre amoroso. Como Padre, Dios disciplina a sus hijos cuando éstos cometen pecado. La disciplina de Dios para el genuino creyente puede tomar forma de enfermedad o también debilidad e inclusive la muerte. En el caso de Ananías y Safira, la disciplina de Dios para ellos fue la muerte. Murieron físicamente, pero fueron al cielo porque confiaron en Cristo como su Salvador.
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