¿Por qué es que Jesús se enfrentó a los líderes religiosos de su época?

Sabiendo que la Biblia enseña que los creyentes no tenemos lucha contra sangre y carne, ¿por qué es que Jesús se enfrentó a los líderes religiosos de su época? Digamos que a Usted le parece que un creyente no debería enfrentarse a un ser humano, porque ese ser humano es de carne y sangre y la Biblia dice que nuestra lucha no es contra carne y sangre. Pues, para clarificar este asunto, comencemos por señalar que en la Epístola del Apóstol Pablo a los Efesios, el autor se dirige a los creyentes en general para hacerles conocer que todo creyente está en guerra en el campo espiritual. Efesios 6:12 dice lo siguiente: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” Lo que este texto está diciendo en esencia es que la guerra que tenemos los creyentes no es en contra de los ateos o de los filósofos humanistas, o de los sacerdotes inmorales o de los miembros de alguna secta contraria a Cristo o de alguna persona perversa, o de alguna autoridad injusta. La guerra es contra fuerzas demoníacas, contra ese ejército de ángeles caídos, contra esa hueste de espíritus malos que poseen tremendo poder. Aunque nuestros ojos físicos no los puedan percibir, estamos rodeados de un sinnúmero de seres espirituales realmente malvados, y gracias a Dios también de un sinnúmero de seres espirituales buenos, los ángeles. Los seres espirituales malvados no pueden morar o habitar en un creyente verdadero, pero sí pueden oprimir y acosar a un creyente verdadero. Los creyentes no debemos dar demasiada atención a los demonios, al punto de ver demonios hasta en la sopa, pero tampoco debemos ignorar su presencia y su capacidad para el mal. A pesar de ser poderosos, los demonios, al igual que Satanás, son enemigos derrotados. Jesucristo los derrotó para siempre en la cruz del Calvario. Solo es cuestión de tiempo para que Satanás y sus demonios sean arrojados por la eternidad en el lago de fuego. Todo lo que un verdadero creyente necesita para mantenerse en pie ante cualquier ataque de los demonios es la armadura de Dios. La Biblia también enseña que Satanás y sus demonios son seres espirituales. Una de sus tácticas para hacer daño es usar instrumentos humanos. Detrás del instrumento está Satanás o alguno de sus demonios. El enemigo que enfrenta el creyente es el mismo enemigo que enfrentó Jesús. Satanás y sus demonios han estado en contra de Cristo desde que cayeron de su posición de dignidad que antes tenían en el cielo, y su objetivo principal ha sido impedir que Cristo se manifieste en carne para de ese modo evitar que Cristo vaya a la cruz a morir por los pecadores. Uno de sus intentos por impedir que Cristo se manifieste en carne se dio cuando el pueblo de Israel estaba bajo la esclavitud en Egipto. En estas condiciones, las fuerzas espirituales de maldad tomaron como instrumentos a Faraón y sus siervos. Por medio del decreto del Faraón de exterminar a los niños varones, Satanás quería borrar del mapa a la nación judía. Sin varones, las mujeres judías habrían sido fácilmente absorbidas por la nación Egipcia. Eliminando a la nación de Israel, Satanás esperaba impedir que Cristo llegue al mundo en forma humana, porque Satanás sabía que Cristo en su humanidad debía ser judío. Dios intervino milagrosamente para preservar la vida de algunos varones judíos, entre ellos, Moisés, por medio de quien Dios trajo liberación a su pueblo. Satanás fue vencido en su propósito de truncar la venida de Cristo. Miles de años más tarde, ya cuando Jesús nació de la virgen María, Satanás y sus demonios intentaron nuevamente acabar con la vida de Jesús. Esta vez, los instrumentos humanos fueron Herodes y sus siervos. Mateo 2:16 dice: “Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos” Herodes, títere de Satanás y sus demonios, tenía la esperanza que su macabra medida, acabe con la vida de Jesús, para así evitar que vaya a la cruz para morir por los pecadores. Dios tuvo que intervenir milagrosamente para, en sueños, instruir a José en el sentido que tome al niño y a su madre y se refugien todos en Egipto. Satanás y sus demonios quedaron nuevamente burlados. Pero Satanás no se rinde fácilmente. Durante el ministerio terrenal de Jesús, Satanás se presentó de una forma directa ante Jesús en otro intento fallido de evitar que vaya a la cruz. Mateo 4:1-11 nos lo relata de esta manera: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta día y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.” Por tres ocasiones, Satanás intentó que Jesús caiga en tentación de modo que quede descalificado como nuestro perfecto Salvador. Como Jesús se mantuvo firme contra la tentación, Satanás buscó otros medios para atentar contra Jesús. Uno de esos atentados fue utilizando como instrumentos a unos judíos en una sinagoga, acerca de lo cual nos habla Lucas 4:28-30 donde dice: “Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue” Todos los intentos de Satanás por evitar que Jesús vaya a la cruz fracasaron, porque hay alguien que es más poderoso que Satanás y sus demonios, a cuyo cargo estaba la vida del Hijo de Dios. Todo este razonamiento, para mostrar que la lucha del creyente es contra un enemigo espiritual muy poderoso, el mismo enemigo espiritual que tuvo que enfrentar Jesucristo. Aunque este enemigo es de carácter espiritual, muchas veces utiliza instrumentos humanos para cumplir con sus propósitos. Jesús no estaba en contra de personas, Jesús amaba a las personas. Jesús estaba en contra de Satanás y sus demonios, quienes a veces utilizaban personas para hacer daño. Igual es hoy en día con los creyentes. Nuestra lucha no es contra personas de carne y hueso, o contra sangre y carne como dice en Efesios 6, nuestra lucha es contra Satanás y sus demonios, quienes a veces utilizan personas para hacer daño. Una fuente de consuelo para el creyente es saber que Satanás es un enemigo poderoso, pero ya derrotado. Hace mucho ruido pero no tiene poder para vencer a un hijo de Dios. Satanás fue herido de muerte en la cruz del Calvario y Jesucristo resucitado hizo pedazos su arma más poderosa, la muerte. En 1 Pedro 5:8 se describe a Satanás como un león rugiente, buscando a quien devorar, pero en el fondo, Satanás es un león sin dientes en lo que a un creyente respecta. ¿Qué debe hacer un creyente ante un enemigo derrotado? Pues apropiarse de la victoria y reconocer que Satanás no tiene poder sobre nosotros. Cristo nuestro Salvador nos libró del poder de Satanás y sus demonios. Esto nos ayudará a mantenernos firmes, sin ceder ante las insinuaciones a pecar, las cuales normalmente susurrará a nuestros oídos, ya sea por medio del mundo controlado por él o ya sea por medio de nuestra vieja naturaleza que se complace en obedecer sus dictámenes. Cierto, la lucha del creyente no es contra sangre y carne, pero el enemigo espiritual a veces usa la carne y sangre para hacer daño.

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