Al matrimonio se lo ve como un compromiso ante Dios, ante las autoridades y ante la sociedad. El compromiso ante Dios lo hacen los contrayentes cuando ante Dios se comprometen a unirse el uno al otro como marido y mujer, siguiendo el principio que aparece en varios pasajes de la Biblia como por ejemplo Génesis 2:24 donde dice: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.
El compromiso ante las autoridades lo hacen los contrayentes cuando recurren a las autoridades civiles conforme a lo que establece la legislación de cada país para ser declarados marido y mujer. Esto es lo que se conoce como el matrimonio civil. La sumisión a las autoridades civiles es un principio ampliamente fundamentado en la palabra de Dios como por ejemplo Romanos 13:1-5 donde dice: Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.
El compromiso ante la sociedad lo hacen los contrayentes cuando participan a sus familiares y amigos, que se han unido en matrimonio. Este compromiso es motivo de regocijo para todos. En esto consiste el matrimonio, amable oyente. Como Usted habrá notado, son los contrayentes los que por voluntad propia contraen este solemne compromiso. El Nuevo Testamento no ordena a la iglesia local a efectuar matrimonios, o lo que comúnmente se llama el matrimonio eclesiástico. El matrimonio no es una ordenanza para la iglesia local. Esto sin embargo no significa que sea malo realizar una ceremonia matrimonial en una iglesia local, pero no es indispensable para que una pareja se considere casada. Cuando una pareja de creyentes ha decidido casarse, en algún momento deberían los dos solos ante Dios comprometerse el uno al otro a amarse, respetarse, y ser mutuamente fieles. Luego deberían recurrir a las autoridades civiles de su país para que sean declarados marido y mujer por las leyes de ese país. Después deberían comunicar a sus familiares y amigos el feliz acontecimiento y si esto se realiza en una iglesia local, no hay problema con ello, pero si no se lo hace, tampoco hay problema con ello.
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