Si Moisés habló cara a cara con Dios, ¿por qué se dice que nadie ha visto jamás a Dios? ¿Cuál es el significado espiritual del velo que se ponía Moisés, según 2 Corintios 3:14?
La Biblia declara sin dejar margen a ninguna duda que no es posible que un hombre vea a Dios y siga con vida. En el libro de Éxodo capítulo 33 aparece en hermoso relato acerca del profundo anhelo de Moisés por ver la gloria de Dios. Observe qué es lo que dijo Dios sobre este deseo de Moisés y lo que hizo Dios sobre este deseo de Moisés. Leo en Éxodo 33:18-23 “Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.” Fascinante relato. Hay al menos un par de cosas que deben ser tomadas muy en cuenta. Número uno, lo que tiene que ver con la esencia de Dios. La Biblia dice que Dios es Espíritu. Siendo así, él no tiene cuerpo. Por tanto, no es posible que sea percibido mediante la vista. Quizá Usted me dirá: Si Dios es Espíritu y no tiene cuerpo, ¿entonces por qué es que la Biblia habla del rostro de Dios, de las manos de Dios, de los brazos de Dios, del oído de Dios, etc.? Pues esto es lo que se conoce como lenguaje antropomórfico. Es una forma válida de comunicación para tratar de comprender a un ser espiritual que sin tener cuerpo, sin embargo es una persona hecha y derecha. Número dos, lo que tiene que ver con el carácter moral de Dios. La Biblia dice que Dios es santo, puro y perfecto. Por contraste, el hombre es impío, impuro e imperfecto. Por este motivo, el hombre no puede tener contacto directo con Dios. Es como si un pequeño cubo de hielo quisiera ponerse al lado de un hierro al rojo vivo y mantener su estado sólido. Algo imposible. Por razonamientos como estos, es que Dios dijo a Moisés: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre y vivirá. Sin embargo, Dios quiso complacer a Moisés mostrándole al menos sus espaldas. Por eso fue que Dios dijo a Moisés que cuando pase su gloria por delante de él, Dios mismo iba a proteger a Moisés poniéndolo en la hendidura de una peña y cubriéndolo con su mano, hasta que la gloria de Dios haya pasado. Luego Dios quitaría su mano y Moisés podría contemplar las espaldas de Dios. Algo interesante es lo que la Biblia dice después de este relato. Moisés tenía que alisar dos tablas de piedra e ir a la cumbre del monte Sinaí para que Dios escriba sobre esas tablas de piedra lo que Dios había escrito en las primeras dos tablas de piedra que Moisés rompió. Moisés lo hizo y note lo sucedió en la cumbre del Sinaí. Éxodo 34:4-5 dice: “Y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en su mano las dos tablas de piedra. Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová.” ¿Notó que Jehová descendió en la nube? Lo que Moisés vio no fue el rostro de Jehová sino la nube gloriosa que acompaña a la presencia de Jehová. Los judíos llaman a esta nube de gloria, la shekina. Es una nube tan refulgente que deslumbra al ser humano. Esto explica la reacción de Moisés. Éxodo 34:8 dice: “Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró” El bajar la cabeza por parte de Moisés fue en señal de reverencia a Dios, pero además porque Moisés no podía fijar su vista en la deslumbrante nube de gloria, la shekina. En un sentido muy real, Moisés no vio cara a cara a Dios sino que vio la manifestación gloriosa de Dios. Lo mismo sucedió en todos los otros casos de personas que alguna vez tuvieron un encuentro personal con Dios. No es posible ver cara a cara a Dios. Para conocer a Dios es necesario conocer a su Hijo, el Señor Jesucristo. Observe lo que dice Juan 1:18: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” Volviendo a Moisés, después que descendió del Monte Sinaí, donde pasó cuarenta días y cuarenta noches, su rostro estaba iluminado. Se había contagiado, por decirlo así, de la gloria de Dios. Los judíos tenían miedo de fijar su mirada en el rostro resplandeciente de Moisés. Cuando Moisés les habló todo lo que Dios le había dicho, Moisés se puso un velo sobre su rostro. Así comenzó el asunto del velo sobre el rostro de Moisés. Éxodo 34:34-35 dice: “Cuando venía Moisés delante de Jehová para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía; y saliendo, decía a los hijos de Israel lo que le era mandado. Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios.” Fue necesario que llegue el Nuevo Testamento para encontrar el significado espiritual de este hecho. Esto nos lleva a la segunda parte de su consulta. Leamos lo que el apóstol Pablo dice acerca del velo sobre el rostro de Moisés. 2 Corintios 3:7-16 dice: “Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece. Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.” Cuando Pablo habla del ministerio de muerte, se refiere a la ley de Moisés, y más específicamente a los diez mandamientos, los cuales estaban grabados en las tablas de piedra. Por cuanto la ley de Moisés mostraba al hombre su pecaminosidad y no le daba poder para salir del pecado, ministraba muerte. Note que la ley de Moisés estaba condenada a perecer o a ser abolida. Si la ley de Moisés fue entregada en medio de gloria, cuánta más gloria rodeará a lo que reemplaza la ley de Moisés, es decir a lo que se conoce como el nuevo pacto. No hay duda que la ley de Moisés fue gloriosa, para su tiempo y su objetivo, pero su transitoriedad y su limitado propósito, hacían que esta gloria se desvanezca frente a la deslumbrante luz de la gracia de Cristo, la cual tiene como propósito eterno el llevar a muchos hijos a la gloria de Dios. Cuando Pablo se refiere al velo que Moisés se ponía sobre su rostro, está dándole un significado espiritual a este hecho. Moisés se cubría su rostro con un velo para que los hijos de Israel no vean la desaparición de la gloria transitoria que se reflejaba en su semblante. Esto es figura del velo espiritual que está puesto sobre el corazón de los hijos de Israel que se niegan a reconocer a Jesús como el Mesías o el Cristo. Estos hijos de Israel incrédulos pensaban que la ley de Moisés tiene carácter permanente. Esto les impide que se vuelvan a Cristo, quien es el único que puede quitar ese velo de incredulidad. En esencia entonces, Moisés se cubría el rostro después de hablar al pueblo a nombre de Dios, para esconder el hecho que el brillo de su rostro había desaparecido. Esto es figura de lo transitorio que era la ley de Moisés. La gloria de la ley de Moisés estaba condenada a desaparecer. El reconocer que Jesús es el Cristo, o el Mesías, es equivalente a quitar ese velo que impide ver que la gloria de la ley de Moisés, o el ministerio de muerte, ha desaparecido y por otro lado el reconocer que la gloria de lo que Pablo llama el ministerio de justificación está en su plenitud.