Damos gracias a Dios por la oportunidad de estar junto a Usted por medio de esta emisora amiga. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy con David Logacho. Estamos estudiando la segunda epístola de Pablo a Timoteo, en la serie titulada: Consejos para una Iglesia en Peligro. En la soberanía de Dios, es posible que se incluya el martirio de sus siervos. Pero aún en casos así, Dios manifiesta su fidelidad hacia sus siervos, dando fortaleza espiritual para soportar esta prueba. Este fue el caso del apóstol Pablo y sobre esto trata nuestro estudio bíblico de hoy.
Si Dios es Todopoderoso, ¿por qué permite que algunos de sus siervos sean martirizados? Este es el dilema de un buen número de personas, inclusive creyentes.
Pero pensándolo bien, si Dios permite que uno de sus siervos muera como mártir, debe tener buenas razones para ello. Dios no se equivoca jamás. Dios tampoco puede ser vencido por el mal. Pablo es un vivo ejemplo de alguien que fue martirizado porque esa fue la soberana voluntad de Dios para él.
Sabiendo que el momento de abandonar el cuerpo estaba tan cercano, Pablo da tres miradas, hacia el presente, hacia el pasado y hacia el futuro.
Hacia el presente encuentra profunda resignación, hacia el pasado encuentra plena realización y hacia el futuro encuentra perfecta recompensa.
Con esto en mente, vayamos al pasaje bíblico para nuestro estudio de hoy, el cual se encuentra en 2 Timoteo 4:6-8. Es como si Pablo estuviera poniendo su mirada en tres direcciones diferentes.
Comienza por lo más obvio, mirando al presente. Veamos que es lo que encuentra. 2 Timoteo 4:6 dice: «Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.»
Como ya se ha señalado en varias oportunidades, Pablo estaba en una inhóspita y lúgubre prisión en Roma a órdenes del sanguinario emperador romano Nerón. De alguna manera no revelada en la Biblia, Pablo sabía que de esa celda iría directamente al cadalso, donde sería martirizado. Por eso dice: Porque yo ya estoy para ser sacrificado.
Esta forma de expresión, por un lado denota inminencia. Por otro lado, nos presenta la imagen que tenía Pablo sobre su pronto martirio. Cuando Pablo dice que está para ser sacrificado, está usando una frase que bien podría traducirse en el sentido de que va a ser derramado como libación sobre un sacrificio.
Exactamente lo que dijo en otra oportunidad. Específicamente en Filipenses 2:17 donde se lee: «Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y me regocijo con todos vosotros.»
En el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, juntamente con la ofrenda encendida, holocausto, o sacrificio, se ofrecía harina amasada con aceite y después vino. Esto último se llamaba libación.
De esto nos hablan pasajes bíblicos como Números 15:1-16. Pues Pablo se mira a sí mismo como algo que ha sido ya sacrificado para el Señor y su inminente martirio, es solamente la libación que acompaña todo sacrificio. Por eso habla de ser derramado en libación sobre el sacrificio.
Cuando se ha vivido una vida de total entrega y dedicación al Señor, el martirio es solamente el último peldaño para entrar en la gloria. Este debe haber sido el pensamiento que cautivaba la mente de Pablo. Se confirma por lo que dice a continuación: Y el tiempo de mi partida está cercano. Una vez más tenemos la inminencia de su muerte.
Pero note que no dice: El tiempo de mi muerte o el tiempo de mi fallecimiento, o el tiempo de mi deceso está cercano. Dice el tiempo de mi partida está cercano. Esta palabra: Partida es una hermosa palabra en el idioma que se escribió el Nuevo Testamento.
Según William MacDonald, tiene al menos cuatro usos muy interesantes.
Número uno, la usaban los marineros para hablar que una embarcación había soltado las amarras y que había partido rumbo a su destino.
Número dos, la utilizaban los agricultores, para hablar de una yunta de bueyes que dejaban el yugo después de un agotador día de trabajo.
Número tres, la usaban los viajeros para hablar de que levantaban una tienda de campaña donde habían reposado por un tiempo y se alistaban a seguir en camino.
Número cuatro, la usaban los filósofos para hablar de un asunto que había sido analizado o desatado en cuanto a su significado.
Todo esto halla su aplicación en la muerte de Pablo. La muerte para él no era el fin de todo. Era soltar las amarras que le mantenían atado a este mundo miserable. Era soltar el yugo de trabajos y fatigas que había experimentado en este mundo. Era levantar la tienda donde había estado por tantos años en este mundo para seguir el camino a la gloria de su Padre. Era la explicación razonable al enigma de la continuidad de la vida.
Así es como catalogaba Pablo a la muerte y así también es como debemos mirar a la muerte los que somos creyentes.
Seguramente Usted ha notado que en todo esto que dice Pablo no hay el mínimo indicio de descontento, o queja contra Dios. Pablo confiaba tanto en Dios que aún sabiendo que iba a ser martirizado, estaba seguro que Dios le sostendría en los momentos más cruciales y que Dios tiene un buen propósito para su martirio. Al mirar al presente Pablo veía profunda resignación.
Ahora Pablo quita su mirada del presente y la pone en el pasado. Lo que va a contemplar es plena realización. 2 Timoteo 4:7 dice: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.»
La conjugación de los verbos: Pelear, acabar y guardar, da a entender que se trata de acciones que se cumplieron en su totalidad y que tienen resultados permanentes.
Al mirar hacia atrás, Pablo no veía los terribles sufrimientos que tuvo que padecer durante su fructífero ministerio. Todo eso quedó enterrado en ese sentir de realización completa. He peleado la buena batalla nos hace pensar en lo que él mismo dijo cuando habló de que el siervo del Señor es como un soldado. 2 Timoteo 2:3-4 dice: «Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.»
He acabado la carrera, nos hace pensar en lo que él mismo dijo cuando habló de que el siervo del Señor es como un atleta. 2 Corintios 9:24-27 dice: «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.»
He guardado la fe, significa que como celoso guardián ha preservando intacto el cuerpo de doctrina. La fe en este caso tiene que ver con todo lo que el Señor ha dejado en su palabra, la Biblia. Guardar la fe tiene también que ver con haber cumplido con lo que Dios dice en su palabra.
Al hablar de que ha guardado la fe, Pablo nos hace pensar en lo que él mismo dijo según 2 Timoteo 1:23-14 donde se lee: «Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.»
Pablo fue fiel al llamado que recibió del Señor Jesucristo. Al aproximarse el momento de su partida, no tenía nada de que avergonzarse. Había peleado la buena batalla, había acabado la carrera, había guardado la fe.
Ahora ¿sabe una cosa amigo oyente? Si el Señor tarda todavía en venir, Usted y yo tendremos también que enfrentar la muerte, tal vez no como mártires, pero muerte de todas maneras. Al mirar hacia atrás a lo que ha sido su vida, ¿podrá Usted también decir: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe? Quiera Dios que sí. De otra manera, al menos en la mentalidad de Pablo, será un desperdicio de la vida.
Al mirar al presente, Pablo encontró profunda resignación. Al mirar al pasado, Pablo encontró plena realización.
Ahora Pablo va a poner su mirada en el futuro. Allí encontrará perfecta recompensa. Note lo que dice 2 Timoteo 4:8 «Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.»
Al mirar a lo que será su existencia más allá de la muerte, Pablo ve una perfecta recompensa. La trayectoria de su vida en este mundo le daban total seguridad de que le estaba guardada la corona de justicia. Cuando Pablo habla de una corona, no se está refiriendo a una corona real, sino a la guirnalda del vencedor, el símbolo del triunfo en los juegos olímpicos.
También era una prenda de honor público por servicios distinguidos, poder militar, gozo nupcial o alegría festiva. Se entretejía como una guirnalda de cedro, yedra, perejil, laurel u oliva, o se hacía una imitación en oro.
La corona de justicia es uno de los premios o recompensas que se entregarán en lo que se llama el Tribunal de Cristo. Será el mismo Señor Jesucristo, calificado como juez justo, quien entregue la corona de justicia a los creyentes que se lo merezcan. La entrega tendrá lugar en lo que Pablo ha llamado: Aquel día.
Este día se refiere al tribunal de Cristo, lo cual tendrá lugar una vez que la iglesia sea arrebatada al cielo. La corona de justicia no será entregada solamente al apóstol Pablo. Dice Pablo que la corona de justicia será entregada por Jesucristo a todos los que aman la venida de Jesucristo.
¿Está amando la venida de Jesucristo, amigo oyente? No se apresure a responder. Recuerde que los que aman la venida de Cristo, lo manifiestan por medio de una entrega sin reservas a Cristo, tal cual como lo hizo el apóstol Pablo. Si Usted en realidad ama la segunda venida de Cristo, es de esperarse que esté viviendo en santidad para él. 1 Juan 3:2-3 dice: «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.»
Pablo amaba la venida de Cristo y lo demostraba viviendo totalmente para él. Al llegar al ocaso de su vida en este mundo, y al mirar al futuro, Pablo contempla una perfecta recompensa. Son las tres miradas de Pablo. Sintetiza la esperanza de su corazón, la esperanza que le dio fortaleza para soportar las adversidades.
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