Es un gozo saludarle amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es el libro de Efesios, en la serie titulada: Las Maravillas de la Gracia de Dios. En nuestro último estudio bíblico vimos al apóstol Pablo exaltando a la persona de Dios. ¿Por qué lo hizo? Pues como preámbulo a lo que estaba por escribir a partir del versículo 4 hasta el versículo 14 del capítulo 1 de Efesios. En este pasaje bíblico encontramos lo que podríamos llamar los planos de la formación de la iglesia, el cuerpo de Cristo. Así como toda construcción se inicia en los planos, la iglesia de Cristo también fue planificada cuidadosamente. Las tres personas de la Trinidad tomaron parte en esta meticulosa planificación. El Padre la diseñó, el Hijo la ejecutó y el Espíritu Santo hizo posible que nosotros seamos incluidos. En esta ocasión vamos a considerar únicamente la obra del Padre en la planificación del Cuerpo de Cristo.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Efesios capítulo 1. Vamos a enfocarnos sobre la obra del Padre en la formación de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo. Esto se encuentra en los versículos del 4 al 6. En este pasaje bíblico vamos a notar cuatro palabras claves que describen la obra del Padre en la formación de la Iglesia de Cristo. Estas palabras son: Elección en el versículo 4, predestinación en el versículo 5, adopción en el mismo versículo y aceptación en el versículo 6. Examinemos en primer lugar lo que tiene que ver con la elección. Efesios 1:4 dice: según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
Vemos en primer lugar, que el Padre nos escogió. Se trata de la maravillosa doctrina de la elección. De entre todos los pecadores condenados por su pecado, de una manera soberana, Dios escogió a algunos para que sean salvos. El hecho que Dios escoge soberanamente a los que son salvos, ¿significará que se anula la responsabilidad del hombre? La respuesta es: No. El misterio de la elección soberana por parte de Dios y la responsabilidad humana, jamás será resuelto en esta vida, pero ambas cosas se encuentran en la Biblia. Juan 6:37 incluye las dos ideas. La primera parte de este versículo dice: Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí;
Esto es la elección soberana de Dios. La segunda parte de este versículo dice: y al que a mí viene, no le echo fuera.
Esto es la responsabilidad del hombre. En lugar de inventar una explicación humana para armonizar la elección soberana de Dios y la responsabilidad del hombre, es mejor dejar las dos enseñanzas tal cual como aparecen en la Biblia y confiar que es así, porque de alguna manera que está más allá de la capacidad de discernimiento humano, en la esfera divina, esto no representa ningún conflicto. En Efesios 1:4 vemos también que este acto divino de elección ocurrió en algún momento en el pasado. ¿Cuándo? El texto responde diciendo: Antes de la fundación del mundo. Esta es una manera de decir en la eternidad pasada. Antes que llegue a existir todo lo que existe en el universo, Dios nos escogió para ser salvos. Notamos también que esta elección es “en Él”, esto se refiere a Cristo. Dios nos escogió en Cristo. La elección soberana de Dios no tiene nada que ver con algún mérito en el escogido, sino con el mérito de su Hijo, el Señor Jesucristo. Dios nos escogió en Cristo, no en nosotros mismos. Finalmente, vemos el propósito de la elección. Para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. La elección hace que por el mérito de Cristo, nosotros, a pesar de ser pecadores, lleguemos a tener una posición de excelencia delante de Dios. Esta posición se describe en términos de: santos y sin mancha. ¿Qué es lo que motivó a Dios a hacer todo esto? La primera parte de Efesios 1:5 dice: En amor. Fue por amor que Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos y sin macha delante de él. La segunda palabra clave es predestinación. Efesios 1:5 continúa diciendo: Habiéndonos predestinado. Predestinar significa: Ordenar de antemano o determinar por anticipado. Notemos que los predestinados somos los previamente escogidos. La predestinación no tiene que ver con los incrédulos sino con los creyentes, con los escogidos. El mundo utiliza la palabra predestinación con un sentido fatalista, pero para el creyente, la predestinación tiene un significado glorioso, porque esto significa que un día llegará a ser conforme a la imagen de su Hijo, el Señor Jesucristo, según Romanos 8:29 donde dice: Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
La tercera palabra clave es adopción. Efesios 1:5 continúa diciendo: para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
La adopción no significa que entramos a formar parte de la familia de Dios. La manera de entrar a formar parte de la familia de Dios no es por adopción sino por el nuevo nacimiento y esto ocurre el momento de recibir a Cristo como Salvador. Juan1: 12-13 dice: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
Joh 1:13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
La adopción, en la realidad, es el acto de Dios por medio del cual Él confiere a sus recién nacidos, los creyentes, la posición de hijos adultos en su familia. Siendo un hijo adulto en la familia de Dios podemos disfrutar de nuestra herencia espiritual. Esto significa que desde el mismo instante que nacemos de nuevo por haber recibido a Cristo como Salvador, podemos disfrutar de las riquezas que tenemos en Cristo, sin tener que esperar hasta que lleguemos a determinada madurez en lo espiritual. Note también que esta obra no se fundamenta en algún mérito de nuestra parte, sino única y exclusivamente en los méritos de Cristo y por el puro afecto de la voluntad de nuestro Dios Padre. Puesto en otras palabras, diríamos que somos escogidos, predestinados y adoptados por Dios, simplemente porque así Él ha querido, por amor, porque Dios es amor. Si Él hizo esto con algunos, dentro de ellos nosotros, y no lo hizo con otros, es cuestión de Él. Él sabrá por qué lo hizo. El barro no puede cuestionar al alfarero. La cuarta y última palabra clave es aceptación. Efesios 1:6 dice: para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,
En este versículo notamos que todo lo que Dios ha hecho al planificar lo que va a ser la iglesia de Cristo, es para alabanza de la gloria de su gracia. La palabra gracia significa favor no merecido. Dios nos ha hecho un favor no merecido tan grande, tan espectacular, que por los siglos de los siglos, toda criatura alabará la gloria de su gracia. La gracia infinita de Dios nos ha hecho aceptos. Que maravillosa gracia, siendo pecadores indignos, llegamos a ser aceptos nada más y nada menos que por Dios, quien es santo y sin mancha. Una ocasión estuve pintando las paredes de una habitación para ganar algún dinero muy necesario en la vida de cualquier joven. Al concluir el trabajo, la dueña lo examinó detenidamente y notó algunas fallas. No lo puedo aceptar, dijo. Tienes que arreglar esas fallas. Cuando hice los arreglos, lo examinó nuevamente y otra vez detectó pequeñas fallas. Debes arreglar eso también, si quieres que te pague, me dijo. Me costó mucho trabajo que la dueña acepte el trabajo y me pague lo acordado. Pero en el plano espiritual, quien acepta o no acepta es Dios, quien es puro, santo y perfecto, y no puede aceptar nada que no sea puro, santo y perfecto. Pero por haber recibido a Cristo como Salvador, los creyentes somos aceptos por él. Es la maravilla de la gracia de Dios. Una vez más el ser aceptos por Dios no es por nuestro mérito, sino porque estamos en Cristo. Por eso el texto dice al final: En el Amado. Por estar en Cristo y Cristo en nosotros, nosotros pecadores somos Amados del Padre. Cuando Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. Es grandioso pensar que por estar en Cristo, el Amado, nosotros también somos aceptos por el Padre y traemos complacencia a su corazón. Mucha razón tuvo Pablo para explotar en alabanza y adoración a Dios en el versículo 3, porque reconocía que los creyentes somos escogidos, somos predestinados, somos adoptados y somos aceptos por el Padre, y todo esto sin merecerlo. Nuestras bocas jamás deberían callarse de alabar a Dios por la maravilla de su gracia.
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