Saludos cordiales amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Hebreos en la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. En esta oportunidad, David Logacho nos mostrará que Jesucristo no sólo es superior a todos los sacerdotes conocidos por la nación de Israel, sino que es superior a todos los sumos sacerdotes conocidos por la nación de Israel.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Hebreos capítulo 8. En nuestro último estudio bíblico, observamos que la ley de Moisés, siendo débil e ineficaz, establecía los requisitos para el nombramiento de los sacerdotes. Debido a esta debilidad e ineficacia de la ley, los sacerdotes nombrados por ella, eran también débiles, porque eran pecadores como cualquiera de nosotros, e ineficaces, porque fracasaban en el intento de unir a un hombre pecador con un Dios santo.
En cambio, la palabra de Dios dada con el juramento por sí mismo, estableció un sacerdote distinto de todos los demás, un sacerdote según el orden de Melquisedec y no según el orden de Aarón. La calidad de este sacerdote radica principalmente en su poder para unir al hombre pecador con Dios santo, en la perpetuidad para salvar y en su separación absoluta del pecado.
La conclusión a la que llegamos es que Jesucristo es superior a todos los sacerdotes conocidos por la nación de Israel. Prosiguiendo con el mismo tema, el autor de Hebreos va a mostrar que Jesucristo, a más de ser superior a todos los sacerdotes de Israel, es superior a todos los sumos sacerdotes conocidos por Israel. El sumo sacerdote era, por decirlo así, el de mayor jerarquía entre los sacerdotes levíticos. En el capítulo 8 de Hebreos, el escritor va a demostrar que Jesucristo es superior a todos los sumos sacerdotes. Para ello, utiliza tres argumentos.
Primero, porque terminó la obra, segundo, porque ministra en un mejor santuario y tercero, porque es mediador de un mejor pacto. Veamos pues en este orden cada uno de estos argumentos. En primer lugar, porque terminó la obra. Hebreos 8:1 dice: “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos.” En este versículo encontramos lo que en forma condensada es el tema general del libro de Hebreos. A lo largo y ancho de este libro se eleva a la persona de Jesucristo sobre todo y sobre todos.
Tenemos tal sumo sacerdote, es decir tan grandioso, tan majestuoso, tan maravilloso sumo sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. El énfasis de esta declaración radica en la acción de Jesucristo. Dice el texto que “se sentó” ¿Qué implicaciones tiene esto? Que Jesucristo terminó su obra de unir al hombre pecador con Dios santo. Los sumos sacerdotes aarónicos podían entrar una vez al año al lugar santísimo, en el día de expiación, donde Dios se manifestaba en esos tiempos a su pueblo, y una vez que rociaban con sangre el propiciatorio, o la cubierta del arca del testimonio, tenían que salir inmediatamente de la presencia de Dios.
En el lugar santísimo en el tabernáculo y en el templo, no habían un mueble para sentarse, porque ningún sumo sacerdote podía sentarse jamás dentro del lugar santísimo. Esto era así, porque la obra del sumo sacerdote nunca terminaba, siempre quedaba inconclusa. Pero Jesucristo, el extraordinario sumo sacerdote, se ofreció a sí mismo, murió y resucitó y hoy está en el cielo, en la misma morada eterna de Dios, sentado, de esta manera, comunicando que la obra de unir al hombre pecador con Dios santo está terminada. Es interesante notar el lugar donde Jesucristo está sentado en los cielos.
El texto dice: A la diestra del trono de la Majestad. Esto se refiere a un lugar de autoridad, dominio y honor. Jesucristo anduvo por el camino de la humillación, para terminar la obra de redención y ser levantado a una posición de exaltación sobre todo y sobre todos. El segundo argumento que demuestra que Jesucristo es superior a todos los sumos sacerdotes, es porque él ministra en el cielo. Hebreos 8:2-5 dice: “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.
Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.”
El tabernáculo era solamente la sombra de una realidad que proyectaba esa sombra. La sombra es inexistente en sí mismo. Existe solamente cuado existe algo que es real. El tabernáculo era la sombra de la morada real de Dios, el cielo. En la sombra del cielo, los sacerdotes aarónicos presentaban ofrendas y sacrificios. En la realidad, en el cielo mismo, Jesucristo como sumo sacerdote presenta también nuestras acciones de gracias al Padre, y el sacrificio de sí mismo por nuestro pecado. El ámbito de ministerio de Jesucristo como sumo sacerdote no puede ser la tierra, porque él no cumple con lo estipulado por la ley de Moisés en cuanto al sacerdocio.
Por esto, su ámbito de ministerio es el cielo, donde los sacerdotes aarónicos no pueden entrar, sino sólo nuestro gran sumo sacerdote, según el orden de Melquisedec, Jesucristo. La evidencia que confirma que el tabernáculo de Israel es sólo la sombra de las cosas celestiales, es que fue levantado por hombres según los planos que recibió Moisés, lo cual es un modelo dado por Dios mismo. En la sombra de lo celestial ministran los sumos sacerdotes de inferior calidad, los sumos sacerdotes aarónicos, en lo celestial ministra el que es superior a todos los sumos sacerdotes, Jesucristo.
Tenemos entonces que Jesucristo es superior a los sumos sacerdotes porque él terminó la obra inconclusa que ninguno de los sumos sacerdotes aarónicos pudo terminar y porque él ministra en el cielo, no en el tabernáculo que es sólo la sombra del cielo. El tercer argumento porque Jesucristo es superior a los sumos sacerdotes, es porque él es mediador de un mejor pacto.
Hebreos 8:6-13 dice: “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas, porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días dice el Señor: Pondré mis leyes en las mentes de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo; y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque toldos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos.
Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más de acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. Al decir: nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, esta próximo a desaparecer” Jesucristo, ministrando en cielo, es el mediador de un mejor pacto. Mediador significa uno que actúa como garante, a fin de conseguir algo que de otra manera no podría obtenerse. El pacto, objeto de mediación, es mejor que otro antiguo, porque está establecido sobre mejores promesas. El hecho que el nuevo pacto sea mejor que el antiguo, no significa que el antiguo sea malo, sino que era inferior al nuevo y por eso dio lugar al establecimiento de lo mejor, el nuevo pacto.
Las mejores promesas del nuevo pacto son cinco: Primero, su autor es Dios. El versículo 8 dice: He aquí vienen días, dice el Señor. Tiene que ser lo mejor si su autor es Dios. Segundo, es distinto del antiguo. La palabra nuevo, significa algo que no existía antes, algo de una especie diferente. Tercero, es hecho con los judíos: No como el pacto que hice con sus padres. Y yo me desentendí de ellos. El nuevo pacto tiene que ver con Israel principalmente, aunque nosotros los gentiles también disfrutamos de sus promesas. Cuarto, es interno. Pondré mis leyes en las mentes de ellos, y sobre sus corazones las escribiré. No será algo que debe hacerse por obligación, como se debía obedecer la ley de Moisés, sino que será algo que surja de lo más íntimo de la persona. Quinto, es personal: Y ninguno enseñará a su prójimo, porque todos me conocerán. Dios tratará personalmente con cada uno de los beneficiarios del pacto.
Estas son las mejores promesas del nuevo pacto, que lo hacen mejor que el pacto antiguo. Por esta razón, el texto dice: Lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer. El nuevo pacto, basado en mejores promesas, hizo que el antiguo quede abolido y próximo a desaparecer. Pocos años después de que se escribieran estas palabras, allá por el año 70DC, el pacto antiguo desapareció totalmente, cuando Tito, el entonces general romano y más tarde emperador, sitió Jerusalén y prácticamente lo borró del mapa, con templo y todo, poniendo fin al sacerdocio aarónico.
El sacerdocio aarónico no podía existir sin un templo. Así que, amigo oyente, Jesucristo es superior a los sumos sacerdotes de Israel, porque él terminó la obra que ellos no pudieron, porque él ministra en el cielo, no en la tierra y porque él es mediador de un mejor pacto, basado en mejores promesas.
¿Conoce usted, personalmente a este maravilloso sumo sacerdote? Para conocerlo, solamente recíbalo por la fe como su Salvador. Él estará dispuesto a darle salvación perpetua y a interceder eternamente por usted.
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