I. Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio del libro de Hechos en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada por medio del Espíritu Santo. Si Usted nos acompañó en nuestro último estudio bíblico, recordará que a pesar de lo maltrecho que estaba debido a la golpiza recibida, Pablo sacó fuerza de flaqueza para iniciar su defensa ante el populacho judío que a gritos pedía su cabeza. Hablando en idioma Hebreo, Pablo dejó en claro que era judío de cepa, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de sus ancestros, celoso de Dios. De acuerdo con esto, Pablo recordó a la turba judía que perseguía al Cristianismo hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres. Justamente con este propósito, Pablo pidió cartas de autorización a las autoridades judías en Jerusalén para ir a Damasco a traer presos a Jerusalén a los cristianos de modo que sean castigados. En el estudio bíblico de hoy, Pablo va a la segunda parte de su testimonio personal, hablando de su conversión al cristianismo. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 22 a partir del versículo 6.
II. Hechos 22:6-16 dice: Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco. Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.
Pablo está repitiendo lo que Lucas registró acerca de su conversión, en Hechos 9. Posteriormente Pablo volverá a relatar su conversión ante Félix y Agripa, en Hechos 26. En su testimonio, Pablo hace énfasis en el hecho que Jesús de Nazaret está vivo. Tanto es así que Pablo vio su gloria y oyó su voz. Le gente que escuchaba a Pablo sabía que la posición oficial del judaísmo en cuanto a Jesús de Nazaret es que se trataba de un impostor quien había sido crucificado y que su cuerpo había sido robado por sus discípulos, quienes comenzaron a propagar el rumor que había resucitado de los muertos. El mismo Pablo creyó esta historia antes de su conversión, y por eso se dedicó a perseguir a la iglesia. Los hombres que estaban con Pablo vieron la luz del cielo y se espantaron, pero no quedaron ciegos como él. Ellos también oyeron el ruido, pero no entendieron la voz del que hablaba con Pablo. Imagine la sorpresa de Pablo al descubrir que Jesús de Nazaret estaba vivo. De un momento a otro, Pablo tuvo que cambiar drásticamente su manera de pensar en cuanto a Jesús de Nazaret, lo cual significa que se arrepintió, y por tanto reconoció que el Señor resucitado debía tener absoluto control de su vida. Se nota la sabiduría de Pablo al identificarse con Ananías, un varón piadoso según la ley, quien reconociendo todo lo que era Pablo le llamó “hermano Saulo” Note también que Ananías atribuyó la maravillosa experiencia de Pablo al Dios de nuestros padres. Citando a Ananías, Pablo confiaba que la turba judía que le oía entienda su experiencia de salvación y su llamado al servicio. Pablo había visto y había oído al Justo, el cual es uno de los títulos para el Mesías. Así, Pablo fue comisionado por Dios para llevar su mensaje a todos los hombres. Esto por supuesto incluía a los gentiles, pero Pablo no lo mencionó sino más tarde. Ananías exhortó a Pablo a bautizarse por el hecho de que Pablo ya había recibido a Jesús de Nazaret como su personal Salvador y en consecuencia sus pecados habían sido lavados, estaba perdonado. De esta manera, Pablo terminó la segunda parte de su defensa ante la muchedumbre de judíos en el patio de los gentiles del templo. La última parte de su defensa tiene que ver con el testimonio de lo que hizo después de su conversión. Hechos 22:17-21 dice: Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban. Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.
Pablo omite en su testimonio el tiempo que sirvió en Damasco, el tiempo que sirvió en Arabia y su retorno a Damasco. Solamente hace referencia al momento cuando pasados como tres años subió a Jerusalén para ver a Pedro, y permaneció con él quince días. Fue en estas circunstancias que orando en el templo, Pablo experimentó un éxtasis, esto significa que Pablo fue llevado más allá de sus sentidos naturales al campo de lo sobrenatural para recibir una revelación de Jesucristo. El mensaje del Señor Jesucristo fue que se apresure y salga prontamente de Jerusalén, por cuanto los judíos no recibirán el testimonio de él acerca de Jesús de Nazaret. En estado de éxtasis, Pablo respondió al Señor Jesucristo que los judíos a quienes debía testificar, sabían que él encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en él. Tanto era así que él mismo, cuando se estaba apedreando a Esteban, testigo de Jesucristo, estaba presente y consentía en su muerte y guardaba las ropas de los que le mataban. Pablo estaba muy consciente de las dificultades que encerraba el testificar de Jesucristo a los judíos fuera de Jerusalén. Fue por eso que Jesús de Nazaret comisionó a Pablo a ir lejos, a los gentiles, a testificar de Jesucristo. No se sabe si Pablo tenía en mente alargar más su defensa, pero aunque ese hubiera sido el caso, se tornó imposible por la reacción de la turba judía. Veamos qué es lo que pasó. Hechos 22:22 dice: Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva.
El odio y la antipatía de la turba judía hacia los gentiles, se disparó cuando Pablo hizo mención que Jesucristo resucitado, le reveló que debía ir lejos a predicar el evangelio a los gentiles. No olvide que para los judíos incrédulos, los gentiles eran poco menos que animales. Algunos de ellos insistían que Dios había creado a los gentiles para usarlos como leña para avivar las llamas del infierno. Oír que Pablo ha recibido la comisión para llevar la palabra de Dios a los gentiles, no encajaba dentro de la idea que los judíos incrédulos tenían sobre los gentiles, sin importar que era Dios mismo quien estaba comisionando a Pablo. Fue así como los judíos incrédulos alzaron la voz y a gritos decían: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva. Aparentemente fue un pedido al tribuno Claudio Lisias para que ordene la ejecución de Pablo. Veamos como respondió el tribuno romano a este pedido de la turba de judíos incrédulos. Hechos 22:23-29 dice: Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él. Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado? Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano. Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? El dijo: Sí. Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.
De una manera muy folclórica los judíos demostraban su ira por medio de gritos, despojándose de su ropa y lanzando polvo al aire. Esto captó la atención del tribuno y en consecuencia ordenó que Pablo sea introducido en la fortaleza de Antonia para que sea interrogado con azotes para saber por qué los judíos incrédulos estaban tan molestos con él. Parece que en este punto, el tribuno romano comenzó a dudar de lo que dijo Pablo. Obedeciendo órdenes los soldados deben haber comenzado a atar a Pablo para que sea azotado, bajo la atenta mirada del centurión romano, el jefe inmediato de los soldados. Ante esto, Pablo hizo una movida genial. Sacó a relucir su ciudadanía romana para evitar el flagelo. Dirigiéndose al centurión romano preguntó: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado? Al oír esto el centurión detuvo todo y prestamente fue al tribuno romano con la noticia y le preguntó: ¿Qué vas a hacer? El tribuno romano sabía que estaría en serios aprietos si ofende de esta manera a un ciudadano romano. El tribuno romano quiso asegurarse por sí mismo de lo que le decía su centurión y fue a Pablo y le preguntó: ¿Eres tú ciudadano romano? Pablo simplemente respondió: Sí. El tribuno romano reconoció el valor de eso, porque él tuvo que pagar un gran precio para comprar la ciudadanía romana. Pero Pablo estaba por encima de él por cuanto él era romano de nacimiento. No olvidemos que él nació en Tarso, en la provincia romana de Cilicia, aun cuando era hijo de padres judíos. Esto hizo que se suspenda el castigo con azotes, pero no libró a Pablo de seguir detenido. En nuestro próximo estudio bíblico vamos a estudiar lo que sucedió a continuación. Espero su compañía.
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