Cordiales saludos amable oyente. Es un gozo para mí, David Logacho, darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a considerar el pasaje bíblico en el cual el Señor Jesús fue ungido por María de Betania, pocos días antes de su sacrificio.
Abramos nuestras Biblias en Juan capítulo 12, versículos 1 a 11. Como antecedente, recordemos que sabiendo que los judíos habían resuelto matarle, el Señor Jesús y sus discípulos se retiraron a una ciudad que se llamaba Efrain, a unos veinte kilómetros de Jerusalén. Para entonces, a nación, por medio de sus líderes, había rechazado ya a su Mesías y dentro de poco pediría su crucifixión. Mientras tanto, el Señor Jesús volcó su atención sobre sus discípulos. A todo esto, estaba acercándose la fiesta judía de la pascua. Con esto en mente, notemos la ocasión del ungimiento. Juan 12:1 dice: Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos.
A pesar del peligro que se cernía sobre él, el Señor Jesús hizo viaje de Efraín a Betania. Betania quedaba muy cerca de Jerusalén, tal vez unos tres kilómetros. En Jerusalén se estaba gestando ya muerte del Señor Jesús. El Señor Jesús llegó a Betania seis días antes de la celebración de la fiesta de la pascua, fiesta en la cual se conmemoraba la preservación de la vida de los primogénitos que estaban dentro de las casas en las cuales se había untado el dintel de la puerta con la sangre de un cordero inmolado, lo cual fue lo que finalmente movió al Faraón a permitir la salida de Israel de la esclavitud en Egipto hacia la tierra que Dios les prometió. Betania era la aldea donde moraban Marta, María y Lázaro, hermanos entre ellos. Lázaro fue la persona a quien el Señor Jesús resucitó después de haber estado muerto por cuatro días. Luego tenemos la acción del ungimiento. Juan 12: 2-3 dice: Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
Joh 12:3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos;(A) y la casa se llenó del olor del perfume.
Sabiendo que el Señor Jesús estaba en Betania, Marta, María y Lázaro no pensaron dos veces en manifestar su gratitud al Señor Jesús haciendo una cena en su honor en la casa de Simón. Conforme a su carácter, Marta se dedicó a lo que le encantaba hacer, servir. Cuando la cena estaba lista, los anfitriones y los invitados se sentaron a la mesa. El lugar de honor estaba reservado para el Señor Jesús, no podía ser de otra manera. Entre los que estaban sentados a la mesta estaba Lázaro. Esto es un hermoso cuadro de lo que sucede en el plano espiritual con cada uno de los que hemos sido redimidos por el Señor Jesús. ¿Sabe por qué? Porque nosotros también, al igual que Lázaro, pero en lo espiritual, antes de recibir a Cristo como Salvador, estábamos muertos en delitos y pecados. Nosotros también, pero en lo espiritual, antes de recibir a Cristo como Salvador, despedíamos un olor putrefacto a causa del pecado, tal cual como Lázaro hedía en la tumba. Pero un glorioso día, el Señor Jesús se puso frente a frente ante la tumba de Lázaro y le devolvió la vida. Un glorioso día también, el Señor Jesús se puso frente a frente a nosotros, y nos dio vida espiritual cuando le recibimos como Salvador. Pero eso no es todo. Así como una vez vivo, Lázaro aparece en este pasaje bíblico sentado a la mesa con el Señor Jesús, nosotros también en un sentido espiritual, una vez vivos espiritualmente hablando, estamos sentados a la mesa con nuestro Señor Jesús. Efesios 2:4-6 dice: Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
Eph 2:5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo(A) (por gracia sois salvos),
Eph 2:6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
Maravilloso, ¿No le parece? Mientras todos estaban a la mesa, se levantó María, tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. Al ungir al Señor Jesús, María estaba adorando al Señor Jesús. María estaba preparada de antemano. La adoración verdadera necesita de preparación previa. Maria tomó una libra de perfume de nardo puro. Era algo de mucho valor. Valía unos 300 denarios. Lo que un obrero ganaría en un año de trabajo. La adoración verdadera debe incluir la entrega de algo de valor. Los magos adoraron al niño Jesús entregando oro, incienso y mirra. María enjugó los pies del Señor Jesús con sus cabellos. Esto habla de humillación absoluta. La verdadera adoración implica la humillación absoluta de quien adora. Después tenemos la critica del ungimiento. Juan 12: 4-6 dice: Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar:
Joh 12:5 ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?
Joh 12:6 Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.
La acción de María de ungir al Señor Jesús no fue bien recibida por todos, especialmente por Judas Iscariote, el hijo de Simón, el mismo que en cuestión de días le iba a entregar. Disfrazado de aliado de los pobres lanzó ese amargo comentario: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Menos mal que Juan, el escritor del evangelio, nos informa que Judas Iscariote estaba lejos de ser aliado de los pobres. Lo que le motivó a lanzar ese punzante comentario fue su malsana codicia. En realidad, Judas Iscariote era ladrón. Juan dice que como tenía la bolsa, o lo que es lo mismo, era el tesorero del grupo, sustraía de lo que se depositaba en ella. Esto nos provee de un indicio del carácter perverso de Judas Iscariote. La codicia le tenía dominado. El anuncio del Señor Jesús de que iba a morir, fue la estocada final al anhelo de prosperidad material que tenía dominado a Judas Iscariote. Por lo pronto tenía que conformarse robando de lo poco que llegaba a las arcas del grupo de discípulos. Veamos cuál fue la respuesta del Señor Jesús. Juan 12:7-8 dice: Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto.
Joh 12:8 Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros,(B) mas a mí no siempre me tendréis.
Judas Iscariote y tal vez otros, vieron mal que María unja al Señor Jesús con ese costoso perfume de nardo puro, pero el Señor Jesús lo apreció en alto grado. Después de todo, esto es lo que más importa. La gente que no aprecia al Señor Jesús, siempre se va a molestar cuando expresamos nuestra adoración a él, pero esto no debe ser obstáculo para seguir adorando al Señor Jesús, porque el Señor Jesús aprecia mucho nuestra adoración. Por eso el Señor Jesús reprendió a Judas Iscariote diciéndole: Déjala. Es muy posible que esta reprensión haya sido la gota que hizo derramar el agua del vaso en el corazón de Judas Iscariote. Pocos días después este mismo Judas Iscariote estaría negociando la entrega del Señor Jesús a los líderes de Israel por treinta piezas de plata. El Señor Jesús además dijo que para el día de su sepultura María ha guardado esto. Esto puede tener varios significados, pero el que tal vez más se acerca a la realidad es que María quiso homenajear de esta manera al Señor Jesús, en vida, no después de muerto. Interesante que María no estuvo presente con las otras mujeres cuando prepararon el cuerpo del Señor Jesús para la sepultura. María lo hizo en vida. María aparece tres veces en el Nuevo Testamento, y cada vez, aparece a los pies del Señor Jesús. Maravilloso ejemplo de devoción y adoración al Señor Jesús. Finalmente Juan muestra lo que hicieron los líderes de Israel cuando supieron que el Señor Jesús estaba en Betania. Juan 12:9-11 dice: Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos.
Joh 12:10 Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro,
Joh 12:11 porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.
Lo que tanto temían los líderes de Israel estaba sucediendo ante sus ojos. Gran multitud de los judíos estaban yendo a Betania, no solamente a ver al Señor Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor Jesús había resucitado de los muertos. Esto preocupaba grandemente a los líderes judíos, de modo que trataron de impedirlo y la manera de hacerlo sería asesinando no sólo al Señor Jesús, como ya habían acordado, sino también matando a Lázaro. De esta manera se eliminaría de la faz de la tierra a la persona que era un testimonio vivo del poder del Señor Jesús. Los líderes judíos estaban tan enceguecidos en su incredulidad y odio al Señor Jesús que no medían sus absurdas decisiones. Esto desencadenaría lo que eventualmente culminó con la muerte por crucifixión del Señor Jesús. Así opera el pecado de incredulidad en el hombre, pero Dios es soberano y hace las cosas según su voluntad para cumplir con su propósito. Los líderes judíos querían acabar con el Señor Jesús, pero Dios transformó todo esto en lo que es el fundamento mismo de la salvación de todos los que somos creyentes, miembros del cuerpo de Cristo y herederos de salvación eterna.
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