Reciba muchos saludos amiga, amigo oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta ocasión vamos a estudiar la primera parte del capítulo 13, en el cual el Señor Jesús deja a los apóstoles, y también a los que somos sus discípulos, una impactante lección de un evento que se lo conoce como el lavamiento de pies.
Abramos nuestras Biblias en Juan 13:1-11. Como antecedente, para tomar en cuenta el contexto, el capítulo 12 de Juan concluye con una solemne afirmación en cuanto a que todo lo que ha dicho el Señor Jesús ha sido lo que el Padre le ha ordenado hablar. Los que no han recibido su palabra, tampoco han recibido la palabra del Padre. El Señor Jesús dijo: Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho. Estas son las últimas palabras del Señor Jesús a la gente que le acompañaba. A partir de allí el Señor Jesús se enfoca exclusivamente en sus discípulos, esto lo tenemos en los capítulos 13 a 17. Lo que resta del evangelio según Juan es el relato de la pasión, la muerte, la resurrección y la ascensión del Señor Jesús. Con esto en mente, veamos las circunstancias del lavamiento de pies. Juan 13:1-3 dice: Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Joh 13:2 Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase,
Joh 13:3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba,
Todo esto que está por relatar Juan aconteció antes de la fiesta de la pascua. En este pasaje bíblico aparece por dos ocasiones la palabra “sabiendo” Todo lo que sucedía y lo que iba a suceder era algo que el Señor Jesús lo sabía muy bien. El Señor Jesús sabía que el siguiente día, cuando se celebraba la fiesta de la pascua, él mismo iba a ser el Cordero pascual que iba a ser inmolado. Para los judíos esto significaba el final de alguien a quien tanto odiaban, pero para el Señor Jesús, era el primer paso para pasar de este mundo a la gloria de su Padre, con quien compartió desde la eternidad pasada. Además el Señor Jesús sabía que en la mesa en la cual iban a cenar esa noche, iba a estar sentado Judas Iscariote, en quien el diablo ya había puesto en su corazón que debía entregarle. Esto no significa que Judas Iscariote era inocente y que únicamente fue un instrumento en manos del maligno. Por supuesto que Satanás estaba detrás de la traición de Judas Iscariote, pero Judas Iscariote también es culpable. Judas Iscariote era un impostor, el prototipo de un apóstata, alguien que aparentaba ser creyente, pero en realidad no lo era. Satanás no tuvo problema en poner en el corazón de Judas Iscariote que entregue a traición al Señor Jesús. Judas Iscariote no tenía la protección contra los dardos de fuego del maligno y el maligno le lanzó uno de sus dardos. El verbo poner cuando dice que el diablo puso en el corazón de Judas Iscariote entregar al Señor Jesús, se puede traducir también como lanzar. Otra cosa que el Señor Jesús sabía es que su Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba. El Señor Jesús estaba por ser crucificado, pero esto de ninguna manera atentaba contra su gloriosa majestad. Él es Dios mismo en forma humana. Sabiendo todo esto, el Señor Jesús está por lavar los pies de sus discípulos, incluido Judas Iscariote. Es una manifestación asombrosa de su amor por el pecador. Por eso dice Juan que como el Señor Jesús había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Esto significa les amó lo máximo. Más allá no podía amarlos. Ahora que hemos visto las circunstancias del lavado de pies, consideremos la acción de lavar los pies. Juan 13:4-5 dice: se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.
Joh 13:5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.
En aquellos tiempos, cuando un anfitrión invitaba a una cena, había un esclavo que se encargaba de lavar los pies de los invitados. En la última cena que compartió el Señor Jesús con sus discípulos, no hubo esclavo que lave los pies a los invitados. Todos se sentaron a la mesa. Nadie se preocupó por el lavado de pies. Mejor dicho, sólo el Señor Jesús pensó en eso. Tanto así que se levantó de la cena, se quitó su mando, y tomando una toalla, se la ciñó. Acto seguido, puso agua en un lebrillo, o un recipiente, y comenzó la lavar los pies de los discípulos. Una vez lavados, los secaba con la toalla con que estaba ceñido. Ninguno de los discípulos se atrevió a proferir palabra alguna, hasta que llegó el turno de Pedro. Consideremos por tanto la objeción en el lavado de pies. Juan 13: 6-11 dice: Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?
Joh 13:7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después.
Joh 13:8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.
Joh 13:9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza.
Joh 13:10 Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.
Joh 13:11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.
Los demás callaron, pero Pedro no. Interrumpiendo lo que venía haciendo el Señor Jesús, le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? No era la primera vez que Pedro cuestionaba al Señor Jesús. Lo hizo varias veces antes de esta ocasión. ¿Cuál fue la respuesta del Señor Jesús? Pensando en el profundo significado de lavar los pies a sus discípulos, el Señor Jesús dijo a Pedro: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; pero lo entenderás después. Esta respuesta del Señor Jesús, no convenció en absoluto a Pedro, y ratificando lo que dijo antes, exclamó: No me lavarás los pies jamás. Esto muestra la testarudez de Pedro. Es como si estuviera diciendo: Te prohíbo que me laves los pies. Con santa paciencia, el Señor Jesús contesta a Pedro diciendo: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Esta respuesta hizo trizas la testarudez de Pedro. ¿Cuál es el significado de lo que dijo el Señor Jesús a Pedro? Pues en esencia el Señor Jesús dijo a Pedro que si no se dejaba lavar los pies no podría tener comunión con él. La palabra que se ha traducido como “parte” significa participación o tener una porción en alguien o algo. Reconociendo el peso de lo que acaba de decir el Señor, Pedro responde diciendo: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Pedro era propenso a ir de un extremo a otro. Hace poco estaba diciendo: No me lavarás los pies jamás. Ahora está diciendo: Lávame no sólo mis pies, sino las manos y la cabeza. En otras palabras, Pedro estaba pidiendo al Señor Jesús que le bañe. Tanto es así que el Señor Jesús respondió a Pedro: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio. Notemos que aquí aparece por dos veces el verbo lavar. En nuestro idioma es el mismo verbo, pero en el idioma que se escribió el Nuevo Testamento son verbos diferentes. Cuando se habla de lavarse los pies se usa un verbo que significa lavar únicamente una parte del cuerpo, pero cuando el Señor Jesús habló de estar lavado, utilizó un verbo que significa lavar todo el cuerpo o bañarse. Reconociendo esta diferencia, se hace obvia una lección espiritual importante. Cuando el pecador recibe a Cristo como Salvador, es lavado, en el sentido de ser bañado, todos sus pecados, pasados presentes y futuros son limpiados. Hebreos 10:17 dice: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.(E)
Sin embargo, mientras el creyente camina en este mundo, es muy probable que se ensucie los pies, o se contamine con el pecado. Cuando esto pasa, el creyente no necesita bañarse otra vez, o recibir otra vez a Cristo, sino simplemente lavarse los pies, o lo que es lo mismo apropiarse de la promesa de Dios de que cuando confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad, según 1 Juan 1:9. Si los creyentes no nos lavamos los pies de esta manera, no podemos tener comunión con el Señor Jesús. Así de importante. Si no te lavare, no tendrás parte conmigo dijo el Señor Jesús a Pedro. En este punto, el Señor Jesús hizo un anuncio necesario. No todos los apóstoles estaban limpios, en el sentido de ser creyentes. Por eso dijo: Y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Parece que los apóstoles no captaron la importancia de esta declaración, porque no manifestaron ninguna reacción. Es Juan, el escritor del evangelio, quien, tiempo después de que ocurrieron los hechos, nos informa que cuando el Señor Jesús dijo: No estáis limpios todos, se estaba refiriendo a Judas Iscariote, quien en cuestión de horas le iba a entregar a traición. En nuestro próximo estudio bíblico veremos otra lección importante del acto de lavar los pies a sus discípulos, por parte del Señor Jesús. Mientras tanto, me gustaría preguntarle amable oyente. ¿Ha sido bañado por el Señor Jesús? Esto es el resultado de haber recibido a Cristo como Salvador. La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Si no lo ha hecho, todavía está sucio, y en esas condiciones no puede entrar al reino de Dios. No siga más así. Déjese bañar. Reciba a Cristo como su Salvador. Por otro lado. Si ya está bañado, porque ya ha recibido al Señor Jesús, mi pregunta es: ¿Están sus pies sucios? Si sigue así no podrá tener comunión con el Señor Jesús. Confiese su pecado, y Dios mismo le perdonará y le limpiará. Que Dios le bendiga.
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