Que grato saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Prosiguiendo con el estudio del libro de Lucas, en esta oportunidad vamos a estudiar el costo del discipulado.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 9:57-62. En esta porción bíblica encontramos lo que muchos dan por llamar el costo del discipulado. No estoy hablando de la salvación, la cual es por gracia, por medio de la fe, sino del discipulado, cuyo fin es moldear al creyente a la imagen de Cristo. En el primer caso, uno de los elementos a tomar en cuenta para calcular el costo del discipulado es dejar las comodidades materiales. Lucas 9:57-58 dice: Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.
Luk 9:58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
El Señor Jesús y sus discípulos estaban en camino hacia Jerusalén. Allí en Jerusalén, el Señor Jesús iba a ser entregado en manos de hombres, para ser crucificado. El Señor Jesús anunció esto, pero sus discípulos no lo comprendieron y seguramente tampoco la gente que acompañaba al grupo. Fue justamente uno de los que acompañaba al Señor Jesús y sus discípulos, el que, por su propia cuenta, se ofreció a seguir al Señor Jesús adondequiera que vaya. Mirando superficialmente este ofrecimiento, parece una acción digna de reconocimiento. Parece que se trata de un hombre que está dispuesto a todo con tal de seguir al Señor Jesús. Los humanos podemos escuchar las palabras, pero no podemos saber la motivación para esas palabras. Pero el Señor Jesús no tiene esta limitación, porque Él es Dios. El Señor Jesús no sólo puede oír las palabras sino lo que motiva pronunciar esas palabras. Aquí justamente radicaba el problema de este hombre que se ofreció voluntariamente a seguir al Señor Jesús. Quería seguir al Señor Jesús, no por amor al Señor Jesús, sino por el interés de sacar algún beneficio material. Esto fue lo que movió al Señor Jesús a pronunciar esas memorables palabras: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza. Es obvio que este hombre tenía grandes aspiraciones de riqueza como resultado de seguir al Señor Jesús. El Señor Jesús arrojó un balde de agua fría sobre las aspiraciones de este hombre, al afirmar que si Él, siendo el Señor Jesús, no tenía ni siquiera lo que las zorras y las aves de los cielos pueden tener, es totalmente inconsecuente que sus seguidores piensen que por seguirle van a rodearse de riqueza material. Esto debería ser tomado muy en cuenta por los propulsores del evangelio de la prosperidad, quienes sostienen que por ser hijos del Rey, los creyentes deben poseer cuantiosas fortunas. Dios sabe a quien empobrece y a quien enriquece. 1 Samuel 2:7 dice: 1Sa 2:7 Jehová empobrece, y él enriquece;
Abate, y enaltece.
Hasta aquí llegó el entusiasmo del hombre que voluntariamente se ofreció seguir al Señor Jesús. El Nuevo Testamento no habla más de él. Se asume que no estaba dispuesto a dejar atrás las comodidades materiales para seguir al Señor Jesús. Otro elemento que se debe tomar en cuenta al calcular el costo del discipulado es dejar atrás los compromisos importantes. Lucas 9:59-60 dice: Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
Luk 9:60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú vé, y anuncia el reino de Dios.
En este caso, el potencial discípulo no se ofreció voluntariamente seguir al Señor Jesús, como aconteció con el hombre anterior. En este caso es el Señor Jesús, quien toma la iniciativa y pide al hombre que le siga. Al escuchar el pedido del Señor Jesús, este hombre sabía que tenía que dejar atrás las comodidades materiales y tal vez estaba dispuesto a esto, pero esto no era el problema que tenía este hombre. El problema de este hombre es que tenía que dar atención a un compromiso importante. Esto explica su respuesta al pedido del Señor Jesús. Le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Aparentemente, este hombre reconoció que quien le pidió que le siga es el Señor. Esta palabra significa el Amo, o el Dueño. Si el hombre hubiera sido sincero en reconocer que Jesús es el Señor, no debía haberse negado al pedido del Señor Jesús, pero por el hecho que halló una excusa para decir: No, significa que no fue sincero en reconocer que Jesús es el Señor. Lo que pasa, amable oyente, es que si llamamos a Jesús Señor, no podemos decir: No a algo que pida. Si decimos: No, a algo que Jesús pida, entonces, Él no es Señor. Esto es justamente con lo que pasó con el hombre a quien el Señor Jesús pidió que le siga. Este hombre puso su compromiso antes de cumplir con la voluntad del Señor. Déjame primero, fueron sus palabras fatídicas. Había algo más importante para este hombre que responder al llamado del Señor Jesús. El compromiso importante que impedía seguir al Señor Jesús a este hombre tenía que ver con su padre. Dijo al Señor Jesús: Déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Esto se podría entender en dos manera igualmente válidas. La primera, en el sentido que su padre efectivamente había muerto y este hombre quería estar presente en el funeral. La segunda, en el sentido que su padre todavía no había muerto y este hombre quería acompañarlo hasta que se muera. Pero en cualquier caso, el poner a este compromiso como algo más importante que seguir al Señor, impidió a este hombre que cumpla con el pedido del Señor Jesús. La respuesta del Señor Jesús fue de lo más interesante. Dijo al hombre: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tu vé, y anuncia el reino de Dios. Parece algo confuso el significado de esta declaración del Señor Jesús, pero en esencia, lo que significa es que los incrédulos, o los que están muertos espiritualmente, son perfectamente capaces para sepultar a los que mueren físicamente, pero por contraste, son incapaces de anunciar o proclamar el reino de Dios. Lo que los incrédulos no pueden hacer, lo podemos hacer nosotros, los que somos creyentes. Por eso el Señor Jesús exhortó a este hombre diciéndole: Y tú, vé y anuncia el reino de Dios. Este hombre no estuvo dispuesto a poner al Señor Jesús como lo más importante en su vida y por este motivo decidió no seguir al Señor Jesús. Lo mismo acontece con cantidad de creyentes en la actualidad. Siempre encuentran algo más importante que seguir al Señor Jesús y de esta manera se privan de algo que no solamente tiene beneficio mientras estamos en este mundo sino mucho más cuando salgamos de este mundo. Por algo el Señor Jesús dijo: Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierde su vida por causa de mí, éste la salvará. No tiene sentido desperdiciar la vida en cosas que según nuestra opinión son más importantes que seguir al Señor. Otro elemento que es necesario tomar en cuenta al calcular el costo del discipulado es dejar las relaciones familiares. Note lo que dice Lucas 9:61-62. La Biblia dice: Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.(M)
Luk 9:62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
Al igual que el primer hombre, este hombre también se ofreció voluntariamente a seguir al Señor Jesús. Esto es digno de felicitaciones. Lamentablemente, el hombre añadió esta pequeña pero importante palabrita: Pero. Con esto borró con el codo lo que hizo con la mano. Pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. No hay nada de malo en ser cortés con la familia de uno, pero si esta cortesía llega a ser más importante que el Señor, entonces hay un problema. Al igual que el hombre anterior, este hombre también puso algo en primer lugar antes que el Señor. En este caso, se trató de los vínculos familiares. Primero quería ir a su casa para despedirse. Seguramente le importaba mucho tener la aprobación de los de su casa antes de seguir al Señor. De esta manera, los vínculos familiares se interpusieron para que este hombre no pueda cumplir con su oferta de seguir al Señor. Como el Señor Jesús conocía el corazón de este hombre le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. En otras palabras, el Señor Jesús estaba diciendo: Si estás decidido a seguirme debes dejar todo atrás, inclusive tus vínculos familiares, porque si estás atado sentimentalmente a tus familiares no eres apto para el reino de Dios. Los hombres han tratado de suavizar lo más que han podido estos requisitos del discipulado, pero nadie logrará jamás disminuir en lo más mínimo las costosas exigencias para seguir al Señor de la manera que Él se merece. Que por la gracia de Dios estemos dispuestos a pagar el precio para ser seguidores de Cristo.
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