Es muy grato saludarle, amiga, amigo oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el Evangelio de Lucas. En esta ocasión vamos a estudiar la comisión de los setenta.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 10:1-16. En este pasaje bíblico tenemos al Señor Jesús comisionando a setenta de sus discípulos a anunciar las buenas nuevas del reino de Dios. Note lo que dice Lucas 10:1 Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.
Este evento no debe ser confundido con el envío de los doce, que Lucas registra en el capítulo 9 del 1 al 11. Existe un parecido por el hecho que quien envía en ambos casos es el mismo Señor Jesús y la misión de los enviados en ambos casos es la misma, anunciar las buenas nuevas del reino de Dios. Sin embargo, los que fueron enviados fueron diferentes. En el primer caso fueron los doce apóstoles, en el segundo caso fueron setenta discípulos. Lucas dice que estos setenta, fueron enviados por el Señor Jesús de dos en dos, delante de él. Fueron enviados de dos en dos, no sólo para que se ayuden mutuamente, sino también para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra como dijo el Señor Jesús en Mateo 18:16. Además, los setenta fueron enviados delante del Señor Jesús, como un grupo de avanzada, para preparar la llegada del Señor Jesús a toda ciudad y lugar por donde había de pasar en su viaje hacia Jerusalén. El Señor Jesús no guardó nada en secreto sobre la comisión de estos setenta discípulos. La comisión sería difícil. Note lo que dice Lucas 10:2 Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.(A)
El Señor Jesús vio a los setenta como obreros que iban a cosechar un campo. El campo es gigantesco, la mies es mucha dijo el Señor Jesús, pero los obreros que cosechan, los setenta, son pocos para cosechar un campo así de grande. La tarea sería por tanto muy difícil. Por este motivo, los setenta, o los obreros que van a cosechar el campo, tienen que estar en permanente contacto con el dueño del campo, con el Señor de la mies, rogando que envíe más obreros a la mies. Interesante que los que oran al Señor de la mies, rogando por más obreros para la mies, son los que ya están trabajando en la mies, no los que están de simples espectadores. Esto es importante recalcar a creyentes que no hacen nada en la mies, en la obra del Señor, pero a pesar de eso oran al Señor que envíe más obreros a la mies. Pero además de difícil, la comisión sería peligrosa. Note lo que dice Lucas 10:3 Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos.(B)
Los setenta debían saber que la comisión sería tan peligrosa que es comparable a enviar corderos en medio de lobos. Para salir bien librados del peligro necesitarían depender totalmente del poder de Aquel quien les estaba enviando. Fue Él quien en Juan 16:33 dijo: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
Equipados de esta manera, los setenta tenían la victoria asegurada a pesar del peligro reinante. Parte de la protección que necesitarían era la estricta obediencia a la manera como tenían que llevar a cabo la comisión. Lucas 10: 4-9 dice: No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
Luk 10:5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.
Luk 10:6 Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
Luk 10:7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario.(C) No os paséis de casa en casa.
Luk 10:8 En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante;
Luk 10:9 y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.
La urgencia de la comisión demandaba tomar algunas medidas que eviten cualquier distracción. No era necesario llevar consigo equipaje. A esto se refiere el Señor Jesús cuando habló sobre la bolsa, la alforja y el calzado. El Señor de la mies se ocuparía de satisfacer las necesidades básicas a través de casas donde habitaban personas generosas. La obra de Dios siempre se ha sostenido mediante las ofrendas o donativos del pueblo de Dios. Al llegar a una casa, debían saludar con la frase: Paz sea a esta casa. Si en la casa había alguien que apreciaba esa paz, o un pacificador, o algún hijo de paz, la paz que llevaban los setenta reposará sobre esa casa. De lo contrario, la paz se volverá a los setenta. La casa que los reciba será la base de operaciones de los que allí se hospeden. Allí hallarán abrigo, comida y bebida. No debían ser selectivos en la comida, sino que debían comer y debían beber lo que les den. Esto era algo que lo merecían porque el obrero es digno de su salario. Debían evitar ir de casa en casa porque esto los distraería de su principal objetivo de anunciar el inminente establecimiento del reino de Dios. La ciudad que los reciba les proveerá de abrigo y alimentación y será en esa ciudad donde anuncien que el reino de Dios se ha acercado. Este mensaje, y los que lo proclaman, sería autenticado por milagros de sanidad que beneficiarían a los enfermos de esa ciudad. Son las instrucciones para la ejecución de la comisión. Pero ¿Qué pasará con las ciudades que rechacen la entrada de los mensajeros? Note lo que dice Lucas 10:10-15. Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:
Luk 10:11 Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros.(D) Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.(E)
Luk 10:12 Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma,(F) que para aquella ciudad.(G)
Luk 10:13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón(H) se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
Luk 10:14 Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras.
Luk 10:15 Y tú, Capernaum, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.(I)
Si una ciudad rechaza a los mensajeros, tenían que salir de esa ciudad, caminando por sus calles y diciendo: Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Esta ciudad estaba siendo tratada como si fuera una ciudad gentil, porque este era el gesto cuando un judío ortodoxo salía de territorio gentil. Esto era una fuerte reprensión por la incredulidad de la gente de esa ciudad. Pero de todas maneras, esta ciudad, debía escuchar la noticia que el reino de Dios se ha acercado a ellos. La consecuencia del rechazo de los habitantes de esta ciudad era trágica. En el pasado, Dios castigó a grandes ciudades como Sodoma, como Tiro y como Sidón. Pues, el castigo que Dios derramó sobre estas ciudades será nada en comparación con el castigo que espera a las ciudades de Corazín, Betsaida y Capernaum. ¿Por qué? Pues, porque si en Sodoma, Tiro y Sidón se hubieran hecho las señales que hizo el Señor Jesús, hace tiempo que se habrían arrepentido al punto que se hubieran sentado en cilicio y ceniza, pero Corazín, Betsaida y Capernaum no se han arrepentido a pesar de todos los milagros que el Señor Jesús hizo en ellas. Dos cosas son necesarias rescatar de esto. La primera, que a mayor luz, mayor la condenación cuando se ignora esa luz. La segunda, que el castigo depende de la gravedad de la falta. Lo que hicieron Corazín, Betsaida y Capernaum, fue más grave que lo que hicieron Sodoma, Tiro y Sidón, y por tanto su castigo es mayor. El nivel de castigo depende del nivel de la falta. El Señor Jesús termina esta sección mostrando la absoluta identificación entre Él y los que son enviados por Él. Note lo que dice Lucas 10:16. El que a vosotros oye, a mí me oye;(J) y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
Aquí se ve con toda claridad la absoluta identificación entre el que envía y los que son enviados. En primer lugar, entre el Señor Jesús y los setenta. Recibir bien a los setenta era equivalente a recibir al Señor Jesús. Desechar a los setenta era equivalente a desechar al Señor Jesús. En segundo lugar, recibir al Señor Jesús es equivalente a recibir a Dios el Padre, quien envió al Señor Jesús. Desechar al Señor Jesús es equivalente a desechar a Dios el Padre. Igual sucede hoy en día. Los que reciben a los que proclamamos el mensaje del evangelio, reciben al Señor Jesús, los que desechan a los que proclamamos el mensaje del evangelio, rechazan al Señor Jesús. Cuando compartimos a alguien el evangelio y lo desecha, no debemos tomarlo como algo personal. No nos ha desechado a nosotros sino al Señor Jesús, y por desechar al Señor Jesús, también ha desechado a Dios el Padre. La consecuencia es fatal.
Leave a comment