Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia

Nos pide una explicación de Mateo 5:6

Vamos a leer el texto que se encuentra en Mateo 5:6. Dice así: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”

Esta es una de las nueve bienaventuranzas que aparecen en lo que se da por llamar el sermón del Monte.

El sermón del monte es el discurso más largo del Señor Jesús que se ha registrado en los evangelios.

El sermón del monte no expresa los requisitos que necesita cumplir una persona para ser salva sino que muestra el carácter o el estilo de vida de los que ya son salvos.

El sermón del monte es por tanto para Usted y para mí, siendo que nos preciamos de ser salvos. Jesús está hablando de personas bienaventuradas.

Una persona bienaventurada es la persona en extremo feliz. ¿Quién es la persona feliz en extremo? Bueno no es la que tiene salud, dinero y amor. Bienaventurada o súper feliz es la persona que tiene hambre y sed de justicia.

En el mundo espiritual rige una ley que también rige en el campo material. La persona que come más crece más. El crecimiento tiene relación directa con el apetito. Cuando una persona se enferma, normalmente pierde el apetito. Pero cuando la persona está sana, tiene buen apetito.

Igual podemos decir en el campo espiritual. Si una persona tiene gran apetito espiritual crecerá bastante espiritualmente. Pero si una persona tiene poco apetito espiritual crecerá poco espiritualmente.

Cuando un creyente esconde pecado en su vida, lo primero que sufre las consecuencias de ese pecado escondido es el apetito espiritual de ese creyente. Ese creyente ya no deseará leer y estudiar la Biblia, ya no deseará orar, ya no deseará estar en comunión con otros hermanos en la iglesia. Se transformará en una persona de poco apetito espiritual. En consecuencia, crecerá muy poco espiritualmente.

La bienaventuranza que estamos explicando nos habla justamente de esto. Bienaventurados o súper felices son los que tienen un gran apetito espiritual. Ellos serán saciados por Dios y como consecuencia serán personas maduras espiritualmente hablando.

Un caso así fue Moisés. Usted sabe que Moisés llegó a conocer a Dios de una manera tan íntima y personal como pocos hombres sobre la faz de la tierra. Exodo 33:9 dice: “Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés.”

Qué maravilla. Moisés era un hombre con tal comunión con Jehová que Jehová literalmente hablaba con él. Quizá alguien pudiera decir que Moisés llegó a la cumbre, al máximo de la comunión con Dios y que ya no existe nada más que Moisés podría esperar de Dios.

Bueno, no fue ese el caso de Moisés. Moisés fue bienaventurado, súper feliz, porque tenía hambre y sed de justicia. Moisés quería conocer a Dios más de lo mucho que ya le conocía. Fue así como desde el tabernáculo, Moisés elevó a Dios una oración cargada de significado.

Parte de esa oración la tenemos en Éxodo 33:13 donde dice: “Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.”

Qué hambre y sed de justicia que tenía Moisés. No estaba conforme con lo que ya sabía de Dios. Quería conocerle más. Te ruego que me muestres ahora tu camino.

Más adelante, en Éxodo 33:18 dice a Jehová: “Te ruego que me muestres tu gloria”

Esto es tener hambre y sed de justicia. En consecuencia, Dios sació el apetito espiritual de Moisés.

Ponga atención a lo que dice Éxodo 33:19-23 “Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre y vivirá. Y dijo aun Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.”

Grandioso. Dios concedió a Moisés tanto como Moisés quiso. Esto es tener hambre y sed de justicia. La promesa es que Dios saciará esa hambre y esa sed por conocerle.

Pero no se confunda. Recuerde que es el hombre quien tiene que manifestar esa hambre y esa sed de justicia. Si Usted hoy mismo reconoce que ha perdido el apetito espiritual. Si Usted reconoce que tiene más hambre y sed por las cosas de este mundo que por las cosas espirituales, es necesario que hoy mismo investigue su vida para encontrar qué es lo que ha echado a perder su apetito espiritual. A lo mejor hay algún pecado que solo Usted y Dios lo saben, o a lo mejor hay un pecado descubierto, que todos saben que Usted está cometiendo.

El pecado, oculto o abierto echa a perder el apetito espiritual. Confiese hoy mismo su pecado, apártese de ese pecado y decida tener hambre y sed de justicia. En respuesta Dios le mostrará tantas buenas cosas de él que Usted quedará totalmente saciado.