El amor por los incrédulos es más cuestión de voluntad que de sentimientos. Los sentimientos normalmente siguen a la voluntad. De modo que son varias cosas que se deben tomar en cuenta para desarrollar un amor por las almas de los incrédulos. En primer lugar, es necesario reconocer que es el Señor quien ordena amar a todos, no sólo a los incrédulos. Juan 13:34-35 dice: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” El tipo de amor que habla este texto, no es el amor romántico, ni el amor filial, ni el amor sensual, sino el amor que se sacrifica en beneficio de la persona amada. Puede ser que la otra persona tenga algo que no me gusta, puede ser que la otra persona no merezca ser amada, puede ser que la otra persona me odie, aún así, debo amar a esa persona sacrificándome por ella, porque simplemente eso es lo que me ordena el Señor. Una forma de amar sacrificialmente a una persona es comunicándole el mensaje del evangelio. En segundo lugar es necesario reconocer que Dios nos dejó el máximo ejemplo de amar a todos. 1 Juan 4:10-11 dice: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios no ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.” Dios nos amó tanto a pesar de que no había nada en nosotros que sea digno de ser amado. Más aún, éramos enemigos de Dios, pero a pesar de eso, Dios nos amó y lo demostró por medio de enviar a su Hijo al mundo a morir en lugar de nosotros. Si Dios ama así al incrédulo, lo menos que podemos hacer es imitar su ejemplo. En tercer lugar, es necesario dejarnos controlar por el Espíritu Santo. Parte del fruto del Espíritu Santo es justamente el amor. Gálatas 5:22-23 dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre templanza; contra tales cosas no hay ley.” Una persona controlada por el Espíritu Santo, inevitablemente va a manifestar amor por todos, no sólo por los perdidos y eso va a manifestarse en compartir el evangelio con aquellos que todavía no tienen a Cristo en su vida. En cuarto lugar, es necesario reconocer que el cielo es un lugar real, donde los creyentes moraremos por la eternidad. Juan 14:2-3 dice: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” Saber que el cielo existe y saber que algún día estaremos allí, y saber que muchos no estarán allí porque no han recibido todavía a Cristo como Salvador debe ser un fuerte aliciente para comunicar a cuantos sea posible el mensaje del evangelio o las buenas nuevas de salvación. Por último, en quinto lugar, es necesario reconocer que el infierno es un lugar real. Apocalipsis 20:15 dice: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” El infierno, o lago de fuego, es el lugar de eterno tormento en fuego. Cualquier cosa terrorífica que Usted piense es nada en comparación con la terrible realidad del infierno. Lo triste es que muchos van a llegar a ese lugar algún día para estar allí por la eternidad. Si tomamos conciencia de lo terrible del infierno, debemos hacer todo lo que está a nuestro alcance para evitar que alguien vaya a ese lugar y eso nos motivará a amar a los incrédulos y a demostrar ese amor por medio de compartirles el glorioso mensaje del evangelio.
Home/¿Cómo puedo sentir amor por las almas que están sin Cristo?