Cuando Cristo vino y murió por nosotros, nos instruyó que sigamos el Nuevo Testamento, ¿verdad? Si es así, ¿Por qué tenemos que leer el Antiguo Testamento? ¿Es como referencia, o como historia, o como qué?

Bueno, el Señor Jesús jamás dijo a sus discípulos que guarden sólo el Nuevo Testamento e ignoren el Antiguo Testamento. La Biblia es un Libro de libros, sesenta y seis en total, divididos en dos testamentos o pactos. Las designaciones Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, aunque no fueron usadas comúnmente hasta el final del siglo II de nuestra era, se centran en dos grandes pactos que Dios hizo con su pueblo. El pacto mosaico y el nuevo pacto.

El Antiguo Testamento registra principalmente el comportamiento de Dios con el pueblo de Israel, basado en el pacto que hizo con ellos por medio de Moisés en el monte Sinaí. Las porciones anteriores del Antiguo Testamento hacen referencia a la creación de todo lo que existe, inclusive el hombre, el diluvio, el llamamiento de Abraham y la formación del pueblo de Israel a través de la línea genealógica de Isaac y Jacob. Después de relatar el establecimiento del Pacto Mosaico, el Antiguo Testamento registra la historia de la relación de Dios con Israel: su marcha por el desierto; la conquista de Canaán que quedó inconclusa, su vida bajo los jueces y reyes, incluyendo la división de la nación en los reinos del norte y del sur; las muchas advertencias proféticas sobre la inminente cautividad; las deportaciones y el retorno de Judá a su territorio. A lo largo del Antiguo Testamento, se extiende una línea de profecías concernientes a un Libertador-Salvador venidero, el Mesías, y a la institución de un nuevo Pacto. El cumplimiento de estas profecías constituye el tema del Nuevo Testamento. El nombre que se da a la segunda parte de la Biblia es: El Nuevo Testamento, que significa literalmente el Nuevo pacto.

La palabra pacto significa un trato hecho por una de las partes que podía ser aceptado o rechazado por la otra parte involucrada, pero no cambiado. El Antiguo Testamento narra primordialmente el trato de Dios con Israel, basado en el pacto dado a través de Moisés en el monte Sinaí, mientras el Nuevo Testamento describe el nuevo arreglo de Dios con los hombres sobre la base del sacrificio de Cristo en la cruz. El pacto antiguo reveló la santidad de Dios en la norma justa de la Ley y prometió que vendría un Redentor, el Nuevo Pacto muestra la santidad de Dios en su Hijo justo. Así que el Nuevo Testamento contiene los escritos que revelan el contenido del este Nuevo Pacto. El mensaje del Nuevo Testamento se centra en la persona que se dio para la remisión de pecados, es decir Cristo, y las personas que han recibido su salvación, es decir la iglesia. Así que el tema central del Nuevo Testamento es la salvación. Los Evangelios presentan al Salvador, el libro de Los Hechos describe la propagación de las buenas nuevas de su salvación por una gran parte del mundo mediterráneo del primer siglo DC. Las epístolas dan detalles de las bendiciones de esa salvación, y el Apocalipsis da una visión anticipada de la culminación de la salvación. De manera que, no se puede de ninguna manera desechar el Antiguo Testamento porque es como una especie de preparación de todo lo que se sostiene en el Nuevo Testamento.