La Biblia muestra que cuando Dios perdona, no se acuerda más del pecado. Permítame leer algunos versículos donde esto se hace evidente. Isaías 43:25 dice: Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.
Otro texto es Jeremías 31:34 donde dice: Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.
Note lo que dice Jeremías 50:20 En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, la maldad de Israel será buscada, y no aparecerá; y los pecados de Judá, y no se hallarán; porque perdonaré a los que yo hubiere dejado.
Observe este. Se encuentra en Miqueas 7:18 ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.
En estos textos y en muchos otros más como ellos, se hace obvio que cuando Dios perdona el pecado, lo olvida. Por otro lado, la Biblia exhorta a los creyentes a perdonar a los que nos ofenden. Muchos textos nos hablan de esto. Por ejemplo, note lo que tenemos en Colosenses 3:12-13 donde dice: Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
El perdón es un mandato para los creyentes, no una opción. El perdón, sin embargo, no es sinónimo de olvido. El perdón es un compromiso que el creyente se hace delante de Dios, por el cual ese creyente no va a tomar venganza contra el ofensor y va a tratar al ofensor como si la ofensa nunca hubiera existido. Esto es perdón. La Biblia no ordena olvidar las ofensas sino perdonar las ofensas. Un creyente que ha sido ofendido, pero ha perdonado, no es que se olvida de la ofensa, sino que se compromete delante de Dios a no buscar venganza contra el ofensor y a tratar al ofensor como si la ofensa jamás hubiera existido, al punto que jamás va a mencionar siquiera la ofensa. Puede ser que se acuerde de la ofensa, pero como perdonó, no tratará al ofensor de la manera que el ofensor le trató a él y no hablará más de la ofensa. Esta es la manera como debemos perdonar las ofensas contra nosotros. Tal vez con el paso del tiempo, las ofensas que han sido perdonadas se irán desvaneciendo detrás de una cortina de olvido, pero Dios no nos ordena olvidar las ofensas, sino perdonar las ofensas.