La pregunta del día de hoy dice así: ¿A dónde va el alma de un creyente cuando muere? He oído que va al cielo, pero si esto fuera así, ¿De qué serviría la resurrección de los muertos?
Muchas gracias por su pregunta. Tan pronto ocurre la muerte física de un creyente, el espíritu y el alma de la persona sale del cuerpo. En estas condiciones, el cuerpo de la persona muerta entra a un rápido proceso de descomposición en la tierra hasta el momento que ocurra la resurrección. En cambio, el espíritu y el alma de un creyente van instantáneamente a la presencia de Dios en el cielo.
De esto nos habla pasajes bíblicos como 2 Corintios 5:1-9 donde dice: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Es un hecho entonces que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor, pero cuando salgamos del cuerpo, inmediatamente pasamos a la presencia del Señor en el cielo. Mírelo así: El alma y espíritu del creyente puede morar en uno de dos lugares. O en el cuerpo, mientras el creyente está vivo en el mundo o en la presencia del Señor cuando el creyente muere físicamente. Esta verdad se confirma en el relato conocido como El rico y Lázaro. Cuando murió Lázaro, inmediatamente fue llevado por los ángeles a un lugar de bendición, conocido en esa época como el Seno de Abraham, y más tarde como el paraíso o el cielo. Pero note algo importante amable oyente. Los creyentes que están en el cielo, desde que mueren físicamente hasta el momento de la resurrección, están en el cielo en una forma incorpórea. Durante este tiempo, ante el Señor está solamente el alma y el espíritu del creyente, no su cuerpo.
Por eso es absolutamente necesaria la resurrección del cuerpo del creyete. Esto sucederá cuando Cristo Jesús venga a las nubes a llamar a su iglesia, en lo que se conoce el rapto o arrebatamiento. En ese instante el alma y espíritu de los creyentes serán revestidos de un cuerpo glorificado y seguirán en ese estado por la eternidad en la presencia del Señor. Esto es lo que presenta la Biblia en relación con el destino del alma y espíritu de los creyentes cuando mueren físicamente y también con relación con su cuerpo. La promesa de resurrección del cuerpo aparece en textos como 1 Corintios 15:51-55 donde dice: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”