Sé que debo confiar en Dios, pero es difícil, porque mis pensamientos me llevan a cosas que él me ha hecho y me han lastimado mucho y eso me desanima y me pongo a llorar.
Gracias por su consulta, amiga oyente. Asumo que Ud. conoce de una manera personal a Dios por medio de Jesucristo y que su esposo no tiene esa relación personal con Dios a través de nuestro amado Salvador, porque solo así se explica que su marido sea como Ud. lo ha descrito, es decir, reacio a andar en los caminos de Dios, mentiroso, engañador e infiel.
Hasta cierto punto puedo entender el drama diario que Ud. debe estar viviendo, pero me es imposible comprender en su totalidad todo lo que Ud. tiene que afrontar cada día. Pero existe alguien que comprende totalmente todo lo que Ud. sufre. Ese alguien es Dios para quien lo que Ud. siente no le es desconocido. Recurra a Dios con frecuencia para hallar en él el consuelo que solo él sabe dar
2ª Corintios 1:3-5 dice: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.»
Nuestro Padre celestial es el Padre de misericordias y Dios de toda consolación. El es el único que puede consolarle amiga oyente. El sabe dar el consuelo en todo tipo de tribulaciones. No se desanime, descanse en Dios. Lo más sencillo sería que Ud. tome a sus hijos y sus pertenencias y abandone a su marido para enfrentar la vida sola, con la ayuda de Dios por supuesto. Pero esta medida no es la más indicada. Ponga atención a lo que dice la palabra de Dios a personas como Ud. es decir esposas creyentes que tienen que vivir con esposos no creyentes.
1ª Corintios 7:13 dice: «Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone»
Este es el consejo de Dios para su caso, mi amiga. Ud. se ha estado sometiendo a este principio de la palabra de Dios, pero no ha sido fácil y no será fácil. Mi consejo es que Ud. cumpla con todo lo que ordena la palabra de Dios a una esposa creyente.
¿A pesar de lo que es su marido? Sí, a pesar de lo que él es. Mientras su marido no demande hacer algo expresamente prohibido en la palabra de Dios, Ud. está en la obligación de someterse a él. Esta conducta es ajena al ser humano sin Cristo, porque el ser humano sin Cristo acostumbra pagar el bien con el bien o el mal con el mal. Es decir, una esposa podría decir: Si mi marido me trata bien, yo le trato bien, pero si mi marido me trata mal, yo también le trato mal.
Pero la Biblia dice algo diferente. La Biblia dice que una esposa creyente debe tratar bien a su marido, sin importar como el marido le trate a ella. Esta conducta es una especie de inversión que produce un rédito muy beneficioso.
1ª Pedro 3:1-2 dice: «Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa.»
La conducta casta y respetuosa de una esposa creyente, será como un poderoso imán que atraerá a su esposo incrédulo a Cristo. Este es el beneficio de la sumisión de una esposa creyente a su marido incrédulo. No será algo que ocurra de la noche a la mañana, pero la paciencia y esperanza de la esposa creyente, en su tiempo dará el fruto deseado.
Lamentablemente, la impiedad de algunos esposos incrédulos es de tal magnitud que sus actos ponen en peligro la vida de la esposa o de los hijos. Cuando esto sucede, se podría pensar en una separación, no para terminar con el matrimonio sino para preservar la integridad física, emocional y espiritual de los miembros de la familia.
Si se llega a este punto, se aplica lo que dice 1ª Corintios 7:11 «y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.»
Una esposa creyente que se ha separado de su marido incrédulo, porque en el temor de Dios ha llegado a la conclusión que es imposible seguir viviendo con él, tiene solo dos opciones.
La primera, quedarse sin casar para el resto de su vida, y la segunda, reconciliarse con su propio marido. Vemos un énfasis en la unidad del matrimonio. Lo que Dios unió que el hombre no lo separe. Por lo dicho amiga oyente, me gustaría animarle a confiar y esperar en Dios. Recuerde que todo lo que por ahora Ud. no está encontrando en su esposo, Ud. puede encontrarlo en Cristo Jesús. Mientras tarda la transformación de su esposo, ore, aliméntese de la palabra de Dios, sométase a su esposo a pesar de lo que es él, y no ceda al impulso de abandonar todo.